LITERATURA / EL DESEO OCULTO, DE FERNANDO UGEDA
Es Fernando Ugeda (Villena,
1961) uno de esos escritores de raza constantes y muy exigentes consigo mismo que
ya lleva sobre sus espaldas un buen montón de libros publicados, todos
excelentes, y más de cien premios literarios en la modalidad de relato, lo que
es todo un aval además de un récord. Lo
conocí, literariamente hablando, cuando ganó el premio Ciudad de Badajoz con
una extraordinaria novela policial victoriana que llevaba por título La
alternativa del escorpión, porque formaba parte del jurado junto a Fernando
Marías, y que pienso que debería ser reeditada. A ella siguieron Carta desde
el acantilado, la antología de relatos premiados Breve Tratado de lo
efímero y la novela Canción de amor para un monstruo que él mismo
escenificó. Finalista de los premios Planeta, Nadal, Azorín, Ateneo de
Valladolid, Ciudad de Úbeda, Fernando Quiñones, Felipe Trigo, Torrente
Ballester y Ateneo de Valencia, ha participado en las antologías hispano-argentinas,
Juramento Negro, El origen del mundo y M.M. y ha sido
premiado recientemente en el festival Black Mountain Bossòst con el premio
Fernando Marías precisamente por esta novela que publica la valenciana Olé
Libros.
El deseo oculto es
una novela sobre amores y, sobre todo, desamores con un punto de oscuridad,
porque subyace en el texto una trama policial y negra. Lola, la protagonista de
esta historia que ella narra en primera persona, lo hace cuando los policías
que tuvieron que ver con su caso ya han muerto, lo que legitima para hacerlo. Se
trata de una mujer idealista y algo ingenua — Los hombres que se cuelan en
nuestra vida rara vez se parecen aquellos que forjamos en nuestros sueños.—,
que cree en el amor — Yo creía que el amor era eterno, que cuando llega se
adhiere fuerte a tu pellejo, que penetra suavemente a través de cada poro de la
piel y se cuela por las rendijas del alma, buscando el lugar perfecto donde
vivir allá dentro— con nulas experiencias sentimentales y sexuales que se
agarra como un clavo ardiendo a su primer pretendiente por el temor a quedarse
sola en la vida, pero Alfredo, el sujeto, un personajillo mediocre, la
decepciona casi desde el primer instante: Cada vez que pienso en él, me gusta
imaginar que Dios creó la soberbia como trampa para imbéciles.
Lola no es una mujer
atractiva, y ella misma se lo recrimina constantemente cuando su madre la
interpela: ¿Tan adefesio te ves como para desechar la idea de que le puedas
interesar a un hombre decente? No tiene un cuerpo diez, no está satisfecha
con su físico, aunque aborrezca la delgadez extrema que imponen los estándares
de la moda: Quizá yo sea una excéntrica, pero considero que en una mujer
debería estar bien visto que los huesos estuviesen forrados de algo de carne, piensa
Lola para reivindicar una figura femenina más carnal. Es Alfredo, su
pretendiente despreciable y poco cuidadoso del que el autor ofrece algunas
significativas pinceladas acerca de su carácter: Alfredo me destripó el himen sin
delicadeza ni talento, y para más inri se corrió dentro. A pesar de su poca
delicadeza, de su trato grosero y de su carácter odioso, Lola no quiere, o no
puede, librarse de su presencia: ¿O acaso debía confesar que no había
albergado dudas acerca de los sentimientos de Alfredo, que sabía con certeza
que no me quería? Y, a pesar de las muchas muestras de desamor y desprecio
que recibe de su parte, aún confía, en su ingenuidad, cambiarlo, convertirlo en
ese hombre que necesita para hacerla feliz: Así pues, solitaria y amodorrada
en su vagón de cola, pedí al nuevo año que transformase a aquel hombre, que lo
convirtiese en mi ideal. Alfredo, el contrapunto de Lola, reúne en su
persona lo más execrable de la masculinidad tóxica: Mis últimos seis meses
podrían resumirse de la manera siguiente: había perdido la virginidad. Alfredo
me desvirgó con la misma delicadeza con que un dentista saca una muela.
Las novelas de Fernando
Ugeda no son solo narrativas, sino que en su interior el lector encuentra
jugosas reflexiones por lo que hay que leerlas despacio, el autor impone su
ritmo. Su protagonista, deducimos que puede ser su alter ego femenino, hace reflexiones
vitales: Todos morimos muchas veces a lo largo de la vida, y el ser que
surge de cada muerte suele ser diferente al anterior, por mucho que vista los
mismos atuendos, camine con andares similares y se maquille cada día en el
mismo cuarto de baño. Presta el novelista de Villena una extraordinaria
atención a la psicología de sus protagonistas, en este caso el de su femenina
narradora, lo que tiene un enorme mérito: Algo de particular tiene la gente
que ha sufrido mucho, más allá del dolor físico, de las cicatrices antiguas, de
las heridas que sanan, algo en sus miradas les delata: cuando sonríen los ojos
nunca los acompañan. Introduce su protagonista disquisiciones morales en lo
que cuenta: Una vez perdida la inocencia, asumimos que el Bien y el Mal son
hermanos siameses unidos por el entrecejo, que ninguno de ellos es capaz de
respirar sin el aliento del otro.
Hay párrafos de literatura
sobresaliente, con imágenes bien conseguidas: Con la ayuda de agua caliente,
la sangre de sus venas se tomó el día de fiesta escapando por los cortes
infligidos en las muñecas. Confesiones desgarradas ante el espejo de la acomplejada
protagonista de esta historia cuando conoce a otro hombre: ¿Por qué ahora,
cuando Alfonso me abraza, me pesan los brazos? ¿Por qué su aliento se frena en
mi boca y no alcanza mis apurados pulmones? ¿Por qué mis pies avanzan sin mi
consentimiento y trasladan mi cuerpo como si fuera un peso muerto? ¿Con qué
tipo de escoba se barre la conciencia? Y un quiebro de guion en la última
parte del libro que sorprenderá al lector, cuando aparece el amor, el de
verdad: El amor es un salto a las estrellas que a veces se precipita en
caída libre a los infiernos.
Y es la vida, delirio
extravagante, la que destroza los cálculos más sesudos y nos enseña que, por
norma, nada sale según lo planeado. Vida y ficción se
entrecruzan, porque eso sucede en esta novela
en la que Cada ser humano representa el deseo oculto de otras
personas. Narración sobresaliente la de Fernando Ugeda que trasciende los
límites del género negro y es un ejemplo del buen hacer literario.
LO QUE NO SE CONTÓ DEL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA, LA HISTORIA DE LOS 39 ESPAÑOLES QUE SE QUEDARON EN LA ISLA DE LA HISPANIOLA. UNA NOVELA ÉPICA Y TAMBIÉN UNA SERIE.
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