EL LIBRO

LOS LIBROS DE PLOMO
Fernando Martínez Laínez
Martínez Roca Editorial, 2010
430 págs.
Es Martínez Laínez uno de los más destacados autores de género negro de este país, ganador del prestigioso premio Hammeth, que concede la Semana Negra de Gijón, autor de las novelas Destruyan a Anderson, Carne de trueque, No llegarás a Samarkanda, Tajo, entre otras, miembro desde hace muchos años de la AIEP (Asociación Internacional de Escritores Policíacos) y apasionado por la historia, lo que le ha llevado a escribir un considerable número de libros de esa temática, novelas históricas (Una pica en Flandes) y ganar recientemente el premio Algaba con un libro sobre los guerrilleros españoles durante la guerra de la independencia, Como lobos hambrientos, y estas dos querencias literarias están muy presentes en Los libros de Plomo, su último libro, un thriller con un trasfondo histórico y estructura de novela negra.
Un terremoto, que sacude violentamente Granada, es la señal de la naturaleza que da pie a un encadenamiento de sucesos que parecen presagiar el Armagedón, el fin del mundo. Un comando yihadista, que reclama Al-Ándalus, liderado por El Emir, que se oculta en las Alpujarras siguiendo la senda del líder morisco Aben Humeya, prepara y ejecuta una espectacular acción en la ciudad de los dos ríos; los miembros de una secta cristiana, seguidores de un oscuro personaje al que le llaman El Mesías, levantan barricadas en el antiguo barrio morisco del Albaicín; un psicópata, al que bautizan como El Matador, sale de noche para cazar a sus víctimas. Y mientras, alguien sustrae los Libros de Plomo, guardados en la abadía del Sacromonte, que hablan del V Evangelio y afirman que los primeros cristianos españoles fueron los moriscos granadinos. Martínez Laínez, con el oficio de sus muchos años de escritor, maneja la compleja materia argumental de esta novela sin que la narración decaiga en ningún momento gracias a unas cuantas descripciones magistrales (el terremoto inicial, la batalla de los geos capitaneados por Zarko y los yihadistas de Jalhed o los crímenes del Matador ─“La mujer había sido casi decapitada. Un enorme tajo le he dejado la garganta al descubierto. La herida parecía arrancar a unos tres dedos por debajo de la oreja izquierda y tenía mucha profundidad. Eso indicaba que el asesino era diestro y había utilizado un arma cortante de grandes dimensiones”─ son certeramente visuales y por si mismos mantienen la tensión), una cuidada recreación de ambientes y un elenco de personajes bien trazados y creíbles como son el comisario Ayala, un policía correoso y de la vieja escuela que ya tiene bastante con intentar detener al Matador; una pareja del CNI, muy bien avenida, formada por Medina, un tipo curtido en la guerra de Irak, y Berta; Andrade, su jefe; y políticos muy reconocibles sacudidos por ese vendaval que se cierne sobre Granada y se une a la crisis internacional que todos padecemos.
Pero hay otros personajes que no son de carne y hueso y son fundamentales en esta novela: Granada, -“Más tarde, los agentes descubrirían que a pesar de su carácter hospitalario y abierto, en general, Granada no era un sitio fácil para relacionarse. Se trataba de una ciudad seria y reconcentrada en el fondo, con una invisible herencia a cuestas de prevención hacia el otro, el forastero”.- su Alhambra y, sobre todo, el misterioso y fantasmagórico barrio del Albaicín que Martínez Laínez recrea con enorme acierto y lo convierte en el escenario inquietante de buena parte de la novela.
“Pero el Albaicín es otra cosa, ahí hay metido de todo: musulmanes, cristianos, marginales, obreros parados, drogatas, extranjeros, artistas de pacotilla anarcos, artesanos, contrabandistas, antisistema... De todo”.
Los libros de Plomo es una novela coral que está contada desde los puntos de vista de sus numerosos personajes, imbricados en la naturaleza de la ciudad, y esto le permite a Martínez Laínez dar al lector una visión global y pormenorizada de todo lo que sucede, agilizar el ritmo de la narración.
La habilidad narrativa del autor consigue hacer creíble toda su trama y que, al terminarla, el lector no desee otra cosa que no se le ocurra a la realidad imitar a la ficción.
José Luis Muñoz

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