CINE / MANTÉN LA VISTA EN EL DÓNUT, NO EN EL AGUJERO
Dicen que los artistas alcanzan la eternidad, pero lo cierto es que solo sus obras son eternas y ellos mueren como todos los mortales. Escribo este obituario noqueado por la noticia de la muerte de David Lynch (1946-2025) que siguió fumando hasta el último momento (en las escenas de sus películas irrepetibles se olía el tabaco, se veía el humo, como si resucitaran los filmes noir de los 50 en los que todos los personajes masculinos fumaban y bebían whisky) y él empezó a hacerlo a los ocho años, con pantalón corto. Me pellizco hasta sangrar porque ya no podremos disfrutar de su cine los que lo amábamos por su rareza y nos fascinaban sus imágenes que nos trasladaban a una dimensión tan extraña como desconocida. Un cineasta que genera adjetivo: lynchiano . Pocos alcanzan esa categoría. Un cineasta adictivo. Un viaje lisérgico cada una de sus películas sin ingerir ningún ácido. Topé con David Lynch en Cabeza borradora , una pesadilla angustiante, en blanco y negro, que atrapaba de...