SOCIEDAD / LA LISTA DE SCHINDLER YA NO ME IMPRESIONA
Vi, creo que, por cuarta
vez, La lista de Schindler de Steven Spielberg hace unos días y he de
confesar que ya ni me impresionan ni me golpean sus imágenes. Lo que sucede en
Gaza tiene que ver mucho con ello. El paralelismo entre uno y otro holocausto.
Si la humanidad se preguntó cómo fue posible el holocausto judío, las
generaciones venideras, si es que las imágenes atroces no se han borrado por
molestas, se preguntará también cómo fue posible el holocausto palestino. O
quizá no se lo pregunte porque habrá llegado a un grado de deshumanización
extremo.
El holocausto judío (y de
gitanos, y de homosexuales, y de izquierdistas, y de minusválidos físicos y
psíquicos, y de eslavos…) se perpetró con el conocimiento de la población
alemana y polaca, y de otros muchos países, que sabían que los judíos
arrancados de sus casas a culatazos y subidos en trenes como ganado no se iban precisamente
a un campamento de verano. Pero ignoraban los detalles: esa maldita eficacia
alemana que decidió industrializar la muerte y fue tan letalmente eficaz.
Israel no es tan eficaz como la Alemania nazi en la solución final del pueblo
palestino, tiene problemas logísticos para borrar de la faz de la tierra a unos
cuantos millones: si no arrojan la bomba atómica es porque les afectaría
directamente. Quizá deberían reunirse en una especie de conferencia de Wannsee
para abordar cómo ser más eficaces en su Solución Final. La gran diferencia
entre esos dos crímenes atroces que no tiene justificación es que el del presente
es retransmitido en directo por periodistas en situ que son sistemáticamente
asesinados, que la sangre, los alaridos de dolor, los niños mutilados, los
edificios que se derrumban por las bombas con sus habitantes dentro, los
hospitales ahítos de sangre, los campamentos incendiados, las madres que han
perdido a todos sus hijos, los hijos que han perdido a sus padres, las imágenes
del hambre extrema, los bebés moribundos nos asaltan cuando comemos o cenamos
para indigestarnos. Aquí, en España, no en Israel.
La insensibilidad de la
sociedad israelí ajena al mal espantoso que está causando tendría que ser
objeto de estudio. No viene de ahora sino de hace muchos años. No se consigue
narcotizar a un pueblo de la noche a la mañana, extirparle el gen de la piedad
y la compasión, hay que educarlo sistemáticamente en las escuelas con el mantra
fanático de que ellos son el pueblo elegido (para asesinar impunemente), hay
que deshumanizar al adversario, despojarlo de su condición humana para poderlo
eliminar sin piedad. Como los nazis con los judíos, exactamente igual. La
población de Israel no quiere saber lo que hace su ejército, o lo apoya
directamente: los niños palestinos que sus valientes soldados asesinan son los
terroristas del futuro. Los palestinos son para los israelís la misma escoria
que eran los judíos para los nazis.
Esta psicopatía de masas
de Israel, como la de la Alemania nazi, es sumamente peligrosa porque está
infestando a la humanidad. Esa misma humanidad que hace años se conmovía con
las imágenes de La lista de Schindler, es la misma que asiste sin
conmoverse a cómo un niño pierde sus piernas o una madre pierde a todos sus
hijos. Israel ha conseguido normalizar el genocidio, que veamos como natural
que un palestino, por el hecho intrínseco de serlo, tenga que ser eliminado, no
tenga el derecho a vivir. Como sociedad estamos perdiendo la empatía y los
pocos que aun la tenemos nos limitamos a sufrir de impotencia y rabia
infinitas. ¿Qué hace el nuevo Papa, es una de las preguntas que me hago? ¿Por
qué no va a Gaza? Una imagen suya siendo detenido sería impactante, quizás.
Se suele echar la culpa
de todo a Estados Unidos, y la tiene en buena parte y más en esta atrocidad, pero
la actitud de la Unión Europea y de los países árabes no es muy diferente, es
más hipócrita, y ni siquiera el detestable régimen teocrático de Irán va a
intervenir para detener el holocausto del pueblo palestino: ya libraron su
pequeña guerra de escaramuzas con Israel y se siente satisfecho. Ni Jordania, a
pesar de tener una inmensa población palestina en su seno (que, por cierto, no
se manifiesta), ni Egipto, ni los países del Golfo están por mover un dedo para
detener esta espantosa orgía de sangre que lleva a cabo el todopoderoso Israel
sencillamente porque puede, goza de impunidad absoluta.
No quedará piedra sobre
piedra en Gaza, no quedará ningún vestigio de la población palestina que fue
atrozmente eliminada en esa tumba a cielo abierto, no quedará nada de
Cisjordania en esa operación conjunta de colonos y ejército, porque el poder de
la razón hace tiempo que ha sido sustituido por la razón del poder. Después de
esto nada nos va a conmocionar. Nos hemos convertido en psicópatas a los que
solo les importa lo que íntimamente nos circunda: nuestra casa y los nuestros.
El término solidaridad tenía una obsolescencia programada y no lo sabíamos. Por
todas estas razones no me ha impresionado esta cuarta vez que he visto La
lista de Schindler. Es un deja vu ver al nazi que interpreta Ralph
Fiennes disparando por aburrimiento contra los prisioneros de su campo de
concentración. Lo estamos viendo en directo con esas mal llamada Fuerzas de
Defensa de Israel, que son las nuevas Waffen SS, y con esos mercenarios
norteamericanos que asesinan a las colas del hambre, hacen tiro al blanco al
palestino y se jactan de ello.
Ya no quedan palabras
para describir tanto horror. Uno se cansa, se agota, de decir siempre lo mismo
sin que no haya reacción posible, sin que la calle explote de rabia como lo
hizo con la guerra de Vietnam o la invasión de Irak. Ya no me quedan lágrimas
en los ojos.
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