CINE / LA FUGA DEL CAPITÁN VOLKONOGOV, DE ALEKSEY CHUPOV Y NATALYA MERKULOVA
Decir que Rusia es una
potencia cinematográfica es una obviedad. Desde la época soviética, hasta el
presente, ese enorme país partido entre Europa y Asia, controvertido e
imperialista y en el punto de mira de Occidente por su invasión de Ucrania, tiene
en su haber, para contrarrestar a sus pésimos gobernantes, artistas de primera
en todas las artes.
La fuga del capitán
Volkonogov está ambientada en el año 1938. Stalin, el zar rojo
desconfiado que iba purgando periódicamente a sus próximos y los fusilaba,
gobierna las repúblicas soviéticas con mano de hierro. Volkonogov (Yura
Borisov, el ruso de la oscarizada Anora) es un esbirro de la cheka que
tiene fe ciega en el sacrosanto partido y su líder y, en aras de esa devoción,
es un psicópata que tortura y asesina como sus convencidos camaradas a los llamados
enemigos del pueblo, a los traidores. Hasta que ve la luz y huye buscando su
propia redención y visita, para obtener el perdón, a los familiares de cada una
de sus víctimas en una carrera contrarreloj perseguido por sus antiguos
camaradas.
Bajo su envoltura de
thriller (hay persecuciones y violencia seca), y con una ambientación
prodigiosa que traslada a la época más terrible de esa excrecencia del
comunismo que fue el estalinismo, Aleksey Chupov (Moscú, 1973) y Natalya Merkulova
(Buzuluk, 1979), sus directores con amplia carrera detrás, construyen toda una
fábula moral y retratan ese estado policial y despiadado en el que la individualidad quedaba diluida en la
totalidad, un estado totalitario represivo, inmune a la autocrítica y
liberticida. Coincide en su crítica feroz con la serie DAU, disponible también
en Filmin.
La fuga del capitán
Volkonogov, prodigiosamente bien filmada con una fotografía que
vira a los verdes, muy características de la cinematografía rusa, tiene
secuencias que golpean al espectador y le causan hondo desasosiego. El capitán
Volkonogov que escucha atónito a su superior Golovnya (Timofev Tribuntset) que
le confiesa que los torturados y ejecutados, tras firmar su confesión, son
inocentes que son eliminados de forma preventiva, porque en un futuro pueden
acabar traicionando al país. En otra escalofriante escena, Misha (Igor
Savochkin), el verdugo de la cheka ataviado con un delantal de cuero para
evitar las salpicaduras de sangre, adiestra cómo hay que colocar la pistola
exactamente para que un único disparo sea suficiente para acabar con la vida
del reo. Volkonogov capiculando los cadáveres en una fosa para economizar
espacio. La doctora purgada, empleada de la morgue, a la que han dejado sin
casa y debe vivir entre cadáveres.
Hay esbirros ciegos y
sordos, que no razonan, que son piezas perfectas del engranaje soviético, como
ese padre que abomina de su hijo ejecutado y asume la verdad oficial de que su
vástago era un traidor, pero la mayoría de los que pululan por la película son
entes pasivos, que no razonan, que asumen su rol como peones de un sistema totalitario
que en cualquier momento, como por el contar un chiste y ser delatado por ello,
como le ocurre a la mujer del amigo alcoholizado de Volkonogov, acabe en la cheka,
sea ejecutado.
No todos los engranajes
de ese sistema inhumano y totalitario, tan detestable como fue el nazismo,
encajan, hay síntomas de rebeldía además del capitán protagonista, que se
cuestiona horrorizado lo que hace. Un día, cuando Volkonogov acude a cumplir
con su obligación laboral de torturar cuerpos para arrancarles confesiones, ha
de esquivar el de un camarada que se arroja al vacío por la ventana porque no
puede soportar lo que hace. Es una secuencia premonitoria. Volkonogov vaga por
todo el purgatorio en busca de una redención que no encuentra sino al final,
busca el castigo liberador que lo libere de sus crímenes.
Una de las escenas más
sorprendentes de este film magnífico es cuando los cadetes de esta escuela de
torturadores se abrazan, bailan el trepak y cantan la popular canción rusa Oh
mi campo, la misma que obligan a cantar a una de sus víctimas mientras la
ahogan, que suena cuando termina esta película que golpea al espectador.
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