CINE / KÖLN, DE IDO FLUK
La historia real de Vera Brandes (una vitalista Mala Emde), una jovencísima promotora musical que consigue poner en marcha el mítico concierto de Keith Jarret (John Magaro, el protagonista del excéntrico western Firts Cow) en Colonia en los años 70, con la oposición de unos padres que veían a su retoño como una alocada jovencita y el escepticismo de su entorno que estaba seguro de que no conseguiría llevar a buen fin el mítico deseo de traer a uno de los monstruos del jazz universal.
Ido Fluk, documentalista
y guionista de un olvidable film de terror norteamericano, construye un film
que se caracteriza por el dinamismo de su puesta en escena, que consigue contagiar
el entusiasmo de esa promotora musical sin experiencia, y que transcurre a
velocidad de vértigo ante los espectadores gracias a la labor del montador. El
director reconstruye en esta coproducción entre Alemania, Bélgica y Polonia, el
ambiente musical y cultural de ese periodo creativo y lo hace empleando una
forma de hacer cine muy fresca y rompedora que le debe su buen hacer en parte a
la nouvelle vague francesa en la que se inspira cinematográficamente
hablando.
Vera Brandes sortea todas
las adversidades, principalmente las económicas, pero también las familiares —la
rigidez del padre dentista (Ulrich Tukur) que quiere para su hija una profesión
más seria, la suya— y personales cuando se las tiene que ver con Keith
Richards, que no es un personaje fácil y estaba precisamente en uno de sus
peores momentos (acababa de romper con Miles Davis), y agotado por una gira
europea que estaba haciendo con medios muy precarios: en coche. Las exigencias del
músico a la hora de contar con un piano en condiciones para su velada musical,
que fue un éxito apoteósico, imponen su suspense en el último tercio del film
en una serie de secuencias que se suceden a un ritmo enloquecido, contrarreloj,
para que los afinadores lleguen a tiempo y Richards no abomine de su piano de
juguete.
A partir de ese
inesperado éxito que fue el concierto en el Palacio de la Ópera de Colonia, Vera
Brandes cumplió su sueño de dedicarse por entero a la promoción musical. Lo que
para la joven de 18 años fue un triunfo personal, para el mítico pianista de
jazz constituyó una de sus peores experiencias musicales de las que reniega,
una china en su zapato: puntos de vista diametralmente opuestos.
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