SOCIEDAD / INTERVENIR EN GAZA
He dudado mucho antes de
tomar la decisión de poner estas fotos espantosas para ilustrar mi escrito. Me
he decidido a hacerlo, a pesar del horror que suscitan, de lo difícil que es
mantener los ojos abiertos ante esas imágenes porque es lo que está pasando y no por una
hambruna decretada por la naturaleza sino que son obra de seres humanos despiadados. He
pensado en Primo Levi y su impactante Si esto es un hombre en donde
narraba como los nazis degradaban lentamente a los judíos hasta convertirlos en
fantasmas famélicos sin apariencia humana a los que era más fácil exterminar.
Esa deshumanización la estamos viendo a diario en las imágenes que nos golpean
la retina una y otra vez sin que nuestros gobiernos hagan absolutamente nada
para impedirlo. La última modalidad que implementa el estado genocida de Israel
para el exterminio del pueblo palestino es el hambre, mucho más cruel que el
disparo en la nuca o la bomba que los despedaza, porque es una muerte lenta, es
un martirio para los padres que ven cómo sus hijos languidecen hasta dejar de
existir, y en la frontera de la franja de Gaza hay toneladas de alimentos que el
estado asesino de Israel no deja pasar.
He perdido ya la cuenta
del número de manifiestos que he firmado para detener el genocidio que el
estado nazi sionista de Israel está perpetrando en Gaza, la de veces que he
clamado contra ese asesinato masivo que se produce en directo ante nuestros
ojos, compartiendo esas imágenes espantosas que cuelgan los medios en sus
páginas y ahora son portada de prestigiosos diarios y revistas para remover las
conciencias adormecidas de nuestra sociedad, fotos que solo se diferencias de
las del horror de Auschwitz en que estas son en color y aquellas eran en blanco
y negro. Llego meses escribiendo sin cesar contra ese asesinato masivo que se
produce porque mi única arma es la palabra y ni tengo edad ni fuerzas para
embarcarme en ninguna flotilla de la libertad. Me cuido mucho, cuando voy a
supermercados, de comprar productos que sé que vienen de Israel, tampoco los
norteamericanos, y pienso que eso deberíamos hacer todos, ahogar las economías
de ese tándem letal. Asisto a todas las manifestaciones que puedo, lamentando
que no sean tan masivas cómo las que se produjeron cuando José María Aznar nos
metió en la invasión de Irak. Me pregunto muchas veces dónde está esa gente, si
están en sus casas limitándose a darles likes a las imágenes atroces y si así
se creen que están haciendo algo. Celebro que mi país sea de los pocos, junto a
Irlanda, que le plantan cara a Israel dentro de la Unión Europea, aunque no
suficientemente, porque lo lógico que se espera de un gobierno progresista es
que rompa todo tipo de relaciones con un estado que lleva más de setenta años
violando la legalidad internacional. Pero hay que pasar de las palabras a los
hechos, aunque sea tarde, muy tarde para los muchos más de 60.000 personas
asesinadas, los cientos de miles mutiladas, las que están muriendo de hambre en
estos momentos, las que se juegan la vida en las colas para conseguir un saco
de harina y son cazados como animales, por diversión, formas una fuerza
pacificadora con mandato de Naciones Unidas que ponga fin a la barbarie.
Si Europa fuera decente,
si tuviera esos valores democráticos y humanitarios que decía tener, la fuerza
suficiente y el coraje para hacerlo, debería intervenir militarmente en Gaza
porque allí el régimen nazi sionista está perpetrando un genocidio
insoportable, pero Europa está siendo corroída por el fascismo y la xenofobia y
esa fuerza militar solo es una utopía con la que soñar. Si el crimen espantoso
que Israel está perpetrando en Gaza no tiene consecuencias, si Israel no recibe
un castigo ejemplar por lo que está haciendo, Gaza puede ser replicada en
cualquier momento en esta Europa decadente, dividida, que ha olvidado su
pasado, con una Alemania que perpetró un espantoso genocidio y ahora es
cómplice de otro. Israel debería ser expulsada de todos los foros
internacionales, boicoteada, aislada, convertida en un estado paria como lo fue
en su momento la Sudáfrica del apartheid de la que ha emergido esa nueva
Sudáfrica que ha llevado al estado sionista y a sus dirigentes al Tribunal
Penal Internacional. El genocidio que estaba cometiendo Serbia en Bosnia se
detuvo manu militari, y la entrega de sus culpables a las autoridades de La
Haya mediante la implementación de sanciones económicas. Con Israel no se hace
ni una cosa ni otra.
Hace unos días Baltasar
Garzón sugirió que se puede llevar a Europa ante los tribunales de justicia internacional
por negarse a detener un crimen de lesa humanidad como el que se comete en este
Mediterráneo nuestro, por mantener relaciones con el país que lo está llevando
a cabo: omisión al deber de socorro cuando se asiste a un delito que se comete
ante nuestros ojos y ni se interviene, ni se denuncia. Si en vez de una
flotilla de la libertad hubieran cientos, miles, las que intentaran llegar a
Gaza, quizá se podría meter en un brete al estado nazi sionista de Israel.
¿Hundiría los barcos? ¿Qué respuesta daría Europa?
Estados Unidos no va a
detener la masacre porque tiene un presidente indeseable que ha llegado a la
Casa Blanca para enriquecerse y patear el derecho internacional, un fascista de
manual, una mala persona con la que se identifica más de la mitad de su
población y atemoriza a una oposición que en estos momentos es inexistente. En
Israel, la teórica única democracia de la zona, su población, según encuestas,
apoya mayoritariamente lo que sus Waffen SS hacen en Gaza, la política de
tierra quemada y limpieza étnica, de arrasarlo todo. La Gaza resort de lujo
cada vez es más viable y siguen circulando los videos recreados por
Inteligencia Artificial de ese paraíso indecente, una réplica de Las Vegas, con
el que sueña Donald Trump. Israel está contratando en estos momentos a
conductores de bulldozers con muy buenos sueldos para aplanar el territorio
masacrado y pronto vendrán las constructoras a hacer negocios y edificar
lujosos rascacielos y hoteles sobre la sangre y los huesos de miles de
cadáveres sepultados. ¿Me pregunto qué hacen los tribunales de justicia
israelíes, sus jueces, si queda algún justo en esa tierra sagrada, si están
viendo estas imágenes espantosas que estamos viendo todos los días, y por qué
no reaccionan y llevan a los responsables de las violaciones de todas las leyes
de la guerra a los tribunales? ¿No están viendo que su ejército, por orden de
su poder ejecutivo, están cometiendo delitos de lesa humanidad? Como la alemana
durante el III Reich, la sociedad israelí cierra los ojos o mira hacia otro
lado.
El mensaje de Netanyahu
es claro: muerte o deportación. La muerte por hambre es más silenciosa y mucho
más barata que la que se produce por bombas y disparos que además produce
estrés en los verdugos, y eso los sopesaron los nazis cuando optaron por la solución
final y el gas Zyklon vino en su ayuda para poner en marcha la industria de la
muerte. La nueva estrategia de Israel ya fue la que emplearon los grandes
genocidas de la historia, Hitler y Stalin: la hambruna. Mientras, Israel busca
algún país a donde transferir, el nuevo eufemismo que suena mejor que
deportación, a esa población que les molesta, y ese es ahora su principal
problema porque van a vaciar Gaza de gazatíes. También el III Reich sopesó
enviar a los judíos a la isla de Madagascar antes de optar por su exterminio.
Si Israel no consigue convencer a Jordania para que acoja a la población de
Gaza, a la que pretende encerrar en un gueto exactamente igual al de Varsovia,
de donde no puedan salir, el hambre será la muerte lenta y espantosa que le
espera a los supervivientes de esta gigantesca masacre.
Israel, Estados Unidos, Europa y los países árabes que, recordemos, no ayudan a la población palestina, no la defienden, dejan que se masacre, están escribiendo una de las páginas más negras de la historia de la humanidad. Palestina es borrada de la faz de la tierra porque es pobre y está inerme. ¿Cómo fue posible Auschwitz, nos preguntábamos? La respuesta la tenemos en Gaza.
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