SOCIEDAD / LOS VIRUS
Los virus
Nos
encontramos ante la situación crítica más importante después de la Segunda
Guerra Mundial, una pandemia que se expande exponencialmente y llega a
cualquier rincón del planeta y que, sin duda, va a requerir mucho esfuerzo por
parte de todos, gobernantes y gobernados, para neutralizarla. Este es un
enemigo invisible que nos coloniza y nosotros, a su vez, nos convertimos, en su
agente propagador. El virus vive de nuestra infección, y de nuestra muerte, y
tiene su propia lógica vital que escapa a la nuestra. Un ser vivo microscópico
de efectos devastadores que nadie (yo me incluyo), o muy pocos, se tomaron en
serio cuando se produjo la primera víctima en China y que ha provocado una
crisis mundial como antes jamás se había visto.
Seguramente
el gobierno de la nación ha hecho muchas cosas mal y habrá aspectos de la
gestión de esa crisis que serán muy criticables. No fue una buena idea (aunque
nadie auguraba la debacle posterior) las manifestaciones del 8 de marzo cuando
empezaba a haber casos y de la que previsiblemente salieron un buen número de
infectados; tampoco lo fue el mitin de VOX en el que un dirigente que venía del
epicentro de la pandemia y con síntomas visibles de la enfermedad estrechó
manos y repartió abrazos. Eso es pasado y ya no se puede enmendar. Italia tardó
demasiado en decretar el confinamiento. Francia no lo hizo sino después de unas
elecciones municipales irresponsables. Reino Unido quería que su propia
población se auto inmunizara con un coste letal elevadísimo y afortunadamente
ha adoptado medidas más drásticas. En Estados Unidos cada estado actúa de una
forma diferente ante el coronavirus en un sálvese quien pueda muy típico de la
sociedad norteamericana tremendamente individualista. India ordena el
confinamiento imposible de su más de un millón de habitantes, muchos de ellos
sin casa. Brasil y su irresponsable Bolsonaro hablan de gripecita. A todos los países,
salvo Corea del Sur, esta crisis les ha
cogido con el pie cambiado.
El
gobierno de coalición progresista de la nación está gestionando a partir de ahí
la pandemia cómo puede y con la máxima
flexibilidad porque la situación es muy cambiante día a día. Comparto la
opinión del presidente de Cataluña de que debería haberse aislado Madrid desde
el primer momento como principal foco de expansión, como hizo China con la
ciudad de Wuhan, y que se debió haber impedido esa diáspora de unos cuantos
miles de madrileños irresponsables que volaron hacia sus lugares de residencia
(entre ellos el matrimonio Aznar dando ejemplo de patriotismo y civismo)
propagando el virus a otros territorios. Quizá con una actuación más drástica
nos hubiéramos ahorrado miles de infectados. El gobierno va a remolque de los
acontecimientos, sobrepasado por ellos.
Al
contrario que se hizo con la crisis financiera del 2008, gestionada por la
derecha de este país, que pagaron los que nada tenían que ver con ella y se
rescataron con dinero público los bancos (este es el momento en que los bancos
deberían devolver todo ese dinero público a las arcas del estado y de paso el rey
emérito todo lo que se llevó de comisiones del AVE y del petróleo saudí), la
enorme herida económica que se espera de las drásticas medidas del gobierno con
el cierre de toda clase de establecimientos y confinamiento domiciliario va a
ser paliada con un paquete de medidas que se están implementando sobre la
marcha y con urgencia. Créditos a la pequeña y mediana empresa para que puedan
hacer frente a sus obligaciones, prohibición a las suministradoras de cortar agua, luz, gas y teléfono por impago de recibos,
moratoria de hipotecas a la que seguirá la de alquileres, un abanico de medidas
sociales tendente a paliar el destrozo económico que para muchos va a suponer
este periodo de inactividad incierto en el tiempo. El gobierno parece decidido
a que no vuelvan a pagar, como en otras ocasiones, los más vulnerables.
Por
otra parte la gestión logística de la crisis sanitaria está siendo insuficiente
teniendo en cuenta que el sistema sanitario, por culpa de los recortes
implementados por la derecha de este país, estaba falto de musculatura (menos
profesionales, menos camas, menos hospitales). Se ha desplegado el ejército que
está desinfectando amplias zonas y actuando en las residencias de ancianos; la
policía y la guardia civil hacen frente a los incívicos e insolidarios, que
continúa habiéndolos, sancionándolos con multas; se ha habilitado un hospital
de campaña en apenas 24 horas en la comunidad de Madrid; se ha activado una
economía de guerra con la fabricación de mascarillas y tubos respiratorios tan
necesarios; se han agilizado compras millonarias de recursos sanitarios y test;
la ciudadanía se está volcando en ayudar cada uno desde su lugar; varias
empresas están haciendo donaciones económicas para paliar la situación. Cabría
recordar que las comunidades autónomas tienen las competencias en sanidad y que
el gobierno central hace todo lo que está en su mano para ayudarlas y atajar la
pandemia.
En esta
crisis el personal sanitario es crucial y su conducta heroica deberá ser reconocida
por la población que ya la aplaude cada día a las 8 de la noche en un acto de
homenaje espontaneo. Muchos de los que
les aplauden ahora, seguramente, han
contribuido con su voto a esos recortes en el sistema sanitario de los que se vienen
quejando ellos (recuerden las mareas blancas) y que ahora padecen en sus carnes
de una forma brutal esos abnegados trabajadores públicos, y la gente de los
balcones debería ser consecuente en un futuro a la hora de depositar una
papeleta que se le puede volver en contra. Habrá que multiplicar las
plantillas, dotarlas de todos los medios necesarios, construir nuevos hospitales
públicos y firmar un compromiso para que jamás en este país se produzcan
recortes en una sanidad pública que es tan necesaria y vital. Aplaudan menos y
voten mejor.
La mayoría
social de este país parece haber aceptado todas las medidas que está
implementando el gobierno en una situación de excepcionalidad total que merman
derechos y libertades de las que todos gozábamos: todo sea para atajar esta
pandemia y minorar su enorme coste social. Eso es patriotismo ante una guerra
que no hemos elegido, como la de Irak que eligió por nosotros el presidente de
Irak, y que nos ha sobrevenido. Pero los virus también desatan la virulencia, y,
como en las guerras, y ésta lo es contra un enemigo invisible, sale lo mejor y
lo peor de nosotros mismos. Hay una parte de este país, importante, no lo dudo
porque seguimos con las dos Españas hasta en estos momentos críticos, que se cree
que patriotismo es emocionarse con el flamear de una bandera. Se inflaman esos
patriotas de hojalata hablando de la unidad de España olvidándose de que no hay
más patria que sus ciudadanos. Descalifican, insultan, alarman y hacen alarde
de la mezquindad más absoluta desde determinados medios de comunicación que son
ejemplos vomitivos de amarillismo periodístico; ponen en circulación toda clase
de fakes; se dedican a inundar las redes de otro virus, tan ponzoñoso como este
que estamos sufriendo, que se llama odio porque no toleran que esta crisis la
resuelva un gobierno de izquierda progresista que va a velar por el bienestar
de los ciudadanos, especialmente de los más necesitados, como no toleraron que
fuera bajo el gobierno de un presidente de izquierdas como José Luis Rodríguez
Zapatero que se enterrara definitivamente el terrorismo de ETA. A los que les
falta esa lealtad en un momento tan crítico y doloroso como el que se vive
habría que recordarles cómo gestionaron los gobiernos de derechas la crisis del
Prestige, la guerra de Irak, en la que nos metieron pese a la oposición del 90%
de la población, o la del 11 M: con infames mentiras.
Ladran,
luego cabalgamos.
"EL VIAJE INFINITO", mi libro 50
ya en papel y ebook.
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