LOS REPORTAJES DE PLAYBOY

Alguien tendría que explicar la necrófila fascinación que los humanos sentimos hacia personajes destacados que, drásticamente, hacen mutis del escenario del mundo. ¿Es acaso una forma de admiración a esa extrema rebeldía hacia la vida que es abrazar la muerte cuando biológicamente no toca? ¿Es una cuestión estética, ya que el finado trasmite una imagen de eterna juventud por negarse a envejecer? ¿0 es una suicida envidia de los que tienen una existencia aburrida y vulgar hacia todos aquellos que se permiten vivir sobre el filo del precipicio y no les importa dejarse caer?
Detrás de cada muerte parece haber una industria carroñera que compite para vender los despojos de sus víctimas. Y eso afecta por igual a los líderes políticos, a las estrellas del cine o a los mitos del rock and roll.

Pronunciemos dos nombres tan alejados y opuestos como JFK o Che Guevara y analicemos sus procesos de beatificación seglar. De JFK (1917-1963), querido y odiado a partes iguales en su país, podemos decir que es un mito incombustible que ha resistido el paso de los años y que ha sobrevivido a toda la mierda que desde su muerte a acá se le ha ido tirando. El JFK que se vende para sus mitómanos es el de un hombre feliz, casado, que tiene dos maravillosos hijos, un político tan liberal y con tantas ganas de innovar que se dice de él que deseaba crear una especie de reino de Camelot en la Casa Blanca.
Del Che (1928-1967) nadie que haya contemplado su imagen yacente en Bolivia, con su barba hirsuta y mirando hacia el cielo, antes de que le cortaran las manos y lo sepultaran en un lugar que hoy por hoy es un misterio sin resolver, puede evitar trasladarse mil novecientos años atrás y ver en la imagen del guerrillero a la de Jesús descendido.de la cruz y a punto de ser envuelto en su sudario.

Marilyn pasó de mediocre actriz a ser valorada como una excelente comedianta; de histérica caprichosa, capaz de sacar de sus casillas a todo el equipo de rodaje, a personaje de enorme sensibilidad devorado por el sistema; de promiscua amante, que tanto se encamaba con los Kennedy como con gente de la Mafia, a quintaesencia del erotismo y del glamour, que dormía desnuda y se perfumaba con Chanel 5.


Sexo, drogas, rock and roll y muerte
Los mitos del rock and roll se forjan en los escenarios y en las tumbas. Un héroe muerto en plena batalla con las drogas o el sida tiene aseguradas sus ventas a posteridad. Por suerte para las discográficas, las bajas en el mundo del rock son muy frecuentes, y es que el rock lleva consigo una aureola de ejercicio maldito, que entraña siempre el riesgo de quedarse en el camino.
Hagamos una enumeración de bajas. Ottis Redding congregó a más personas en su funeral que en sus conciertos. Bob Marley, el profeta rasta del reagge, el jamaicano fumador empedernido de marihuana, sobrevivió a varias condenas de cárcel por su afición a las drogas, estuvo a punto de ser asesinado en un curioso atentado y sucumbió finalmente víctima de un tumor cerebral el 21 de mayo de 1981, siendo enterrado con una ramita de marihuana para que no perdiera la costumbre en el Más Allá. Janis Joplin (1943-1970) moría a los veintisiete años de edad, tras una vida turbulenta en la que se mezclaban relaciones con ambos sexos, una existencia desarraigada, triunfo seguido del fracaso, mares de whisky que hacían más aguardentosa su característica voz, con un pico un pico de heroína clavado en el antebrazo. Jimi Hendrix, un verdadero virtuoso de la guitarra eléctrica y de la distorsión, llevó una mítica vida -solía montárselo con varias mujeres a la vez-, y se gastaba grandes cantidades de dinero en heroína, murió ahogado en su propio vómito, el 18 de septiembre de 1970, a causa de una ingesta de barbitúricos.

John Lenon no buscaba su final, pero fue asesinado a la salida de los tristemente célebres apartamentos Dakota de Nueva York. Quién si buscaba a toda costa su destrucción fue Sid Vícious, el guitarrista de Sex Pistols, enganchado a la heroína por su novia Nancy Spingen, a la que apuñaló en un hotel de Chelsea, y que sucumbió finalmente, tras varios intentos de suicidio y broncas, por una sobredosis de heroína tan pura que le llevó a la tumba; ahora figura en el santoral de la tribu punk por méritos propios. La aureola de la muerte ha beneficiado a Freddy Mercury, líder de Queen muerto a consecuencia del sida, y a Kurt Covain, alma de Nirvana que se suicidó de un disparo tras tener un hijo y al que algunos sonados han emulado.
Pero quién en el mundo del rock se lleva la palma con todos los honores es el inclasificable cantante de culto Jim Morrison, definido como "misionero de sexo apocalíptico", "Rey del rock orgásmico", "Rasputín con cara de ángel del rock". Morrison, fundador del grupo The Doors, en el fondo quería ser un poeta francés del romanticismo y de ahí su muerte el 3 de julio del 71 en París y su tumba, que es la más visitada del cementerio Pere Lachaise de París.

Cine: los más bellos cadáveres

El próximo agosto se cumplen 37 años del suicidio o asesinato de Norma Jean, universalmente conocida como Marilyn Monroe (1926-1962 quizá el mito más rentable de este siglo. ¿Pero hubiera entrado Marilyn Monroe a formar parte de ese Olimpo laico que nos conmueve de no haber muerto joven y ser un bello cadáver? La respuesta es no. Nadie imagina la persistencia del mito con una M.M. fondona, arrugada y con nietos y el sex appel evaporado bajó michelines. La muerte la congeló definitivamente como mito sexual, una prueba de las buenas relaciones que siempre han existido entre Eros y Tánatos, e hizo de ella un objeto de especulación intelectual, cuya aura se acrecentaba con el paso de los años.
James Dean, con sólo tres películas, en las que sus interpretaciones eran lo menos memorable -ni sus adoradores se atrevían a decir de él que era un buen actor- se convirtió en el mito por excelencia: el joven de mirada triste y con problemas familiares a quién los padres y el entorno no entendían, el rebelde -con o sin causa- con quien se identificaba parte de la juventud. Dean fue póster, fue actitud, fue peinado y fue imitado por actores. Dean murió en la edad justa para que nadie llegara a cuestionar su mediocre trabajo de actor. La muerte lo sublima todo.
Hubo estrellas, en ese proceloso y cruel mundo del celuloide, que optaron por un inteligente mutis del escenario antes de ver su cara deteriorada y distorsionada y a sus fans huyendo en desbandada. Greta Garbo no tuvo que morir físicamente, pero sí abandonó las bambalinas y toda vida pública para seguir alimentando el mito de la Divina. Ava Gardner, unas de las más extraordinarias mantis religiosas del cine, que tanto devoraba toreros recién salidos del paseíllo como colegas del Séptimo Arte, se recluyó en un digno retiro. En cuanto a Marlon Brando, el salvaje, es un caso extremo de mito viviente a su pesar, pese a que él se ha encargado de destrozar su imagen pública con toneladas de hamburguesas y los más sórdidos escándalos.
EL MITO DE JOHN F. KENNEDY
Para muchos, JFK es el político perfecto, pero para otros, tras las últimas investigaciones realizadas, si una bala no hubiera terminado con su vida, seria un humano, un político mediocre y algo corrupto.
EL discurso oficial sobre el presidente Kennedy es intachable. Nadie mejor que él conectó con una generación de jóvenes que deseaban cambiar el mundo. Clinton, como candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, tuvo que acentuar todos y cada uno de los rasgos que le acercaban a JFK para ser elegido. Sin embargo, lo que se ha aireado durante todos estos años ha puesto en evidencia que JFK era un marido infiel que nutría su bragueta con diosas del celuloide, secretarias, prostitutas o cualquier con tal de que tuviera un par de tetas, que Jackie Kennedy no se había divorciado de él por razones de estado, pero devolvía infidelidad con infidelidad -se decía que antes de cada discurso se relajaba con un buen polvo y así su discurso era más fluido en la tribuna de oradores- incluso que el presidente no era tan liberal como lo pintaban, y para postre ni siquiera era atlético, ya que sufría una grave dolencia en la espalda que le obligaba a permanecer largas temporadas en una silla de ruedas. Curiosamente, nada de lo dicho en su contra ha servido para mellar su aureola realmente mítica.

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