DIARIO DE UN ESCRITOR

26 de agosto de 2010 No pongo el despertador. No lo pongo desde hace tres días. ¿Para qué si siempre lo apago y sigo durmiendo? Me despierto sobre las ocho, porque entra fresco por la ventana, para meterme bajo lo sábanas. Me despierto definitivamente a las 10 y media. El día empieza bien: termino el bizcocho soso que hice. Mañana podré desayunar cualquier cosa distinta. Torrijas si me sobra pan del que compre hoy. Pero ¿compraré pan? Trago el café con leche con un ligero dolor en la garganta. Y miro las noticias. Los aztecas siguen descabezando y arrancando brazos. Dos tipos penden boca debajo de un puente con los brazos serrados en el puente de una carretera mexicana. Sigo comiendo. Una morgue llena de cadáveres ensangrentados en Caracas. Apuro el café con leche. Hay guerras no declaradas. Y aparecen estadísticas. En Irak mueren este año 4.000 personas. Me parecen pocas, creo, temo, que son muchas más. Eso hace 20 muertos al día. Una miseria. En Venezuela los finados son 17.000. Un ministro de Chávez se carcajea cuando se le habla de inseguridad en el país. Estamos en las mismas. Los gobiernos deben velar por la vida de sus ciudadanos. Aparece Sarkozy a quien un día Javier Marías comparó con Louis de Funes, pero sin gracia. Critica la resolución del secuestro de los cooperantes catalanes. La resolución suya fue un éxito memorable: el rehén decapitado. Hay quiénes odian a los cooperantes. No lo entiendo. Suelen ser gente que dona parte de sus ahorros para levantar hospitales, escuelas, en llevar medicinas y alimentos a ese Tercer Mundo que existe para que nosotros seamos Primer Mundo, que dedica su tiempo libre en aliviar la situación de esos países que otros invaden, expolian, destrozan y hunden en la miseria. Habrá quien tenga morro. Como hubo alguien tan extraordinario como Vicente Ferrer en el otro extremo. Excepciones. Pero una general buena fe. Cierro la tele y escribo. Sigo sin perfilar el final. Una manía. Introduzco datos sobre los capitanes de Hernán Cortés. Sobre Antonio de Ávila, tesorero, encargado de aplicar el Quinto del Rey. Y uno se entera, entre escandalizado y asombrado, que la conquista de América, su expolio más bien, fue una empresa privada, que Cortés y los once capitanes que iban con él lo hicieron con sus propios barcos, su dinero y su gente. Y yo creía que lo de los siniestros contratistas de la guerra de Irak era un invento del capitalismo yanqui. Me ducho. No tengo horario. Una y media. No asomo la cabeza a la calle. Y leo a Coetzee para relajarme. Como lavo y tiendo ropa, para relajarme. Y como he lavado los pantalones multiuso del coronel Tapioca, una de las mejores y más amortizadas compras que he hecho junto con las sandalias todoterreno. Mi atuendo casero hoy es un meyba que compré hace un año en un hotel de un playa de Huelva, al comprobar que no había metido el traje de baño en la maleta, y la camiseta de la última Semana Negra. Además no me he afeitado, efecto colateral de haber arrasado primero con mi barba y luego con el bigote. Tendré que afeitarme, si, finalmente, me decido a salir. “Teníamos un derecho abstracto a estar allí, un derecho de nacimiento, pero la base de ese derecho era fraudulenta. Nuestra presencia se cimentaba en un delito, el de la conquista colonial, perpetuado por el apartheid. Nos considerábamos transeúntes, residentes temporales, y en ese sentido sin hogar, sin patria”. Pura declaración de principios coetzianos. La tierra, terrible atracción, sentirte de ella, que le perteneces, que a ella irás cuando mueras. La tierra por la que es capaz de matar el campesino porque si se la quitan es como si le amputaran un brazo. La tierra en la que se sientes extraños los norteamericanos después de vivir 200 años en ella. Lo que me fascina de USA. Lo que expreso en mis novelas USA. El desarraigo. El que siento. No sé que comeré. Ni me interesa en exceso. No sé qué hay en la nevera además de huevos, yogures, leche y el chocolate venezolano de Marcos Tarre Briceño. Soñé con yogures, esta noche, pero no me acuerdo de qué iba el sueño. ¿Yogures? Y un vecino roncaba dos pisos más arriba y lo escuchaba claramente. No me hago con los vecinos. No los conozco. Para ellos debo de ser una extravagancia, quizá una excusa de conversación en sus aburridas sobremesas. ¿Qué hace aquí ese tipo solitario que se desplaza siempre en una bici? ¿A qué se dedica? ¿De qué vive? ¿Qué ha venido a hacer a esta ciudad? Hoy hará calor. Yo no lo siento. Cierro todas las contraventanas hasta que el apartamento se convierte en un útero oscuro. Quiero volver al útero. Fue una de las pocas imágenes que me gustaron de Hable con ella de Almodóvar: el tipo que se mete dentro de un hermoso y gran útero. El mundo me da miedo.

Comentarios

Paco Gómez Escribano ha dicho que…
la verdad es k si, k ve uno el telediario y se acojona. en cuanto a lor vecinos no le des importancia, creo k cada vez somos mas los k vamos x ahi a todos los sitios solos. en cuanto a los cooperantes no los odio, solo odio a los cooperantes pijoprogres k se financian viajes exoticos a costa de la caridad ajena. y no me parece bien k mi gobierno financie actividades terroristas. un abrazo.
carmen ha dicho que…
te va a sentar mal el desayuno si lo haces con esas noticias...........
José Luis Muñoz ha dicho que…
¿Cuánto vale una vida? Aquí mucho, Paco. Discrepo. Prefiero que se paguen esos tres millones de euros, que habrá de ver de donde han salido, pero si han salido del dinero con que contribuyo a las arcas del estado no me quejo, a que me traigan dos cabezas cortadas. Si se puede salvar una vida, la del que sea, no hay precio. Y el terrorismo tiene miles de fuentes de financiación además de ésta. Y a los terroristas no se les extermina a sangre y fuego, e Irak está ahí, para demostrarlo. Antes no había terrorismo y el terrorismo fue cuando lo invadieron. Un debate largo y muy complejo.
Paco Gómez Escribano ha dicho que…
El debate es complejo, sí. Pero creo que un Estado no debe negociar con una banda de gualtrapas nunca. Es duro decir esto, pero una muerte puede evitar otras, aunque a mí no me gusta que maten a nadie, evidentemente. Saludos.
Anónimo ha dicho que…
jose luis, totalmente de acuerdo contigo en lo del valor de una vida. No tiene precio. Y lo digo como Paco (creo) cómodamente sentado un mi sofá del paraíso natural.
José Luis Muñoz ha dicho que…
¿Una muerte puede evitar otras? Eso es una predicción y puede ser sí o no. Si uno paga sus impuestos le gustará que su gobierno, en caso de peligro, lo auxilie sin reparar medios. Eso no quita que luego, ese gobierno, haga todo lo posible por encarcelar a los terroristas, y las cárceles pueden hablar de ello. España es el pais del mundo que más terroristas islamistas tiene en prisión.
Luis Vea ha dicho que…
Una pregunta insidiosa, ¿por qué estos cooperantes son pijoprogres? ¿quizá porque es el adjetivo que manejan determinados medios e ideologías? ¿cambiaría la cosa si fueran "pijofachas"? Es la duda que tengo.
José Luis Muñoz ha dicho que…
Luis, los pijofachas no se dedican a ir en camiones a distribuir ayuda a los pueblos del Tercer Mundo a jugarse la vida, sí quizá a tomar el sol en sus playas o comprar putas en el mercado de la carne que eso es lo que ellos entienden por ayudar al Tercer Mundo.

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