LITERATURA

LA SEÑORA BERTA GARLAN
Arthur Schnitzler
Marbot Ediciones, 2010
197 páginas

La señora Berta Garlan


Con cuentagotas, y gracias al empeño de pequeñas editoriales que apuestan por la calidad literaria al margen de las modas, van llegando las traducciones de este gran escritor austriaco del siglo pasado y contemporáneo de Sigmund Freud, hasta el punto de que es considerado como el doble literario del padre del psicoanálisis. Judío, como el psiquiatra vienés, y médico de profesión, las novelas de Schnitzler se caracterizan por ser agudos retratos psicológicos de sus atormentados personajes, buena parte de ellos femeninos, que radiografía con precisión.
La señora Berta Garlan gira en torno al reencuentro de la protagonista femenina que da nombre a la novela, una viuda de treinta y pocos años y con un hijo a su cargo, que da clases de música, con un antiguo amor de juventud, que es ahora un afamado compositor y director de orquesta, con el que tuvo una relación apasionada que ni ella misma sabe razonar cómo terminó.
¿Por qué había sido esta la última carta? ¿Cómo terminó? ¿Cómo podía ser que hubiera terminado? ¿Cómo era posible que ese gran amor hubiera desaparecido? Nunca hubo ruptura, nunca pelea, y, sin embargo, se terminó. ¿Cuándo?...No lo sabía.
Berta Garlan viajará de su pequeña ciudad de provincias austriaca a la cosmopolita Viena con la ilusión de reiniciar una relación que quedó suspendida en el tiempo, pero se topará con una realidad que no querrá aceptar. Si la pasión de ella no ha decrecido, sino que se ha reavivado por la ilusión de ese reencuentro, por parte de él no hay más que un discreto afecto.
El tren parecía correr cada vez más raudo hacia su meta. Ya se levantaba, como emergiendo de las profundidades, el vaho de la gran ciudad. El corazón empezó a latirle con fuerza. Sentía como si le estuvieran esperando, como si le aguardara algo indefinido que no habría atinado a nombrar, algo dotado de cien tentáculos listos a atraparla.
La señora Berta Garlan es la historia de un amor no correspondido y Arthur Schnitzler, a través del diálogo interior, recurso que domina a la perfección, muestra al lector el proceso de autoengaño de la protagonista renuente a aceptar que esa historia sentimental terminó y que es imposible resucitar de nuevo lo que ya murió. El regreso de la señora Garlan a su ciudad de provincias, frustrante, resulta desolador, evidencia su fracaso vital, pero Schnitzler huye de una dramatización extrema.
Escrita con suma elegancia y con cierto distanciamiento, como toda su obra, con la muerte como subrayado de la vida la defección de la amiga de Berta Garlan, cuyo marido es paralítico, que se produce en las últimas páginas y golpea el ánimo de la protagonista la novela de Arthur Schnitzler adolece, sin embargo, de un desenlace que no está a la altura del relato, pero su lectura satisfará sin duda al lector exigente ávido de descubrir la obra de este singular narrador austriaco que inspirara con su Relato soñado la obra póstuma de Stanley Kubrick, una de sus películas más inquietantes de ese genio del cine que seguía milimétricamente el texto del austriaco aunque el director de Barry Lindon se tomara la libertad de trasladarla de Viena a un Nueva York que resultaba vienés.   

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