LITERATURA / DOCE DÍAS, UNA VIDA, DE LLUNA VICENS
DOCE DÍAS, UNA VIDA
Lluna Vicens
Hay
escritores de raza que no saben que lo son: escriben de forma rutinaria, sin
dar importancia a lo que vierten en el papel. Sus textos son espejos en los que
se reflejan y muchos de ellos permanecerán inéditos y la humanidad se perderá
un sinfín de obras maestras ocultas en cajones recónditos porque escribir es
desnudarse y todos tenemos pudor la primera vez que lo hacemos. La tinta que
corre por sus estilográficas es roja porque es sangre y les mueve la pasión. De
esos escritores, terapeutas de sí mismos, apenas un uno por ciento merece
consideración. Se puede ser apasionado, decir verdades, golpear, vomitar,
lanzar gritos desgarradores y ser un pésimo escritor. En literatura, fondo y
forma van acompañados, constituyen un todo, se amalgaman en la obra. Mucha
gente tiene mucho que decir, pero no sabe cómo hacerlo, no encuentra el
vehículo adecuado, se pierde con las palabras, la argamasa de la literatura. Hay
que ser buen arquitecto y también hay que nacer para ello.
Se nota
que Lluna Vicens es ratón de biblioteca, que leyó mucho y bien en su infancia y
juventud, que los libros la marcaron y que se encuentra a gusto entre letras y
no entre números, como especifica en uno de sus textos. Es una autora que tiene
mucho que decir y que lo que dice, a menudo doloroso y con un poso de tristeza
que no es mera pose, lo sabe comunicar con las palabras exactas, las precisas,
ni una más ni una menos, y un rigor literario que para sí querrían muchos de
los autores de infames bestsellers que llenan las librerías de nuestro país y
que, a la segunda página, advierte el lector avezado que nada ha leído el
escribiente o lo ha hecho muy mal. Suena a mantra, pero somos lo que leemos, y
no me cansaré de repetirlo.
Doce días, una
vida empieza
con una frase sencillamente brillante: Soy
el resultado de una canción que mi padre escribió y mi madre cantó, y luego
uno, más adelante, encuentra un
autorretrato tierno de la autora: Tal vez aprendan a
quererme, a saberme necesaria, quizás se den cuenta de que ser como soy también
tiene sus ventajas, que no soy esa delicada flor que hay que cuidar que nadie
pise: soy tierra, suelo, raíz, pero sobre todo soy mar. El libro que publica de forma
exquisita Parnass Ediciones, difícilmente clasificable, es una recopilación de
escritos breves en palabras pero ricos en
contenidos, relatos o prosa poética, que invitan a la reflexión por su
profundidad. A lo largo de esta serie de textos de una exquisitez literaria
poco común, Lluna Vicens se desnuda ante el lector con un derroche de pasión y
sentimiento, y lo hace con ramalazos que trasmiten dolor, tristeza y rabia, en
muchas ocasiones, pero también amor a la vida y a las cosas que verdaderamente
importan.
Abunda lo lírico en el libro: No quiero llevar zapatos de tacón,
últimamente las alturas me han provocado vértigos innecesarios, así que iré
descalza para sentir el frío de la nieve y el agua, el calor de la arena y la
paz que me produce pisar la hierba de cualquier valle. Las reflexiones
existencialistas: Cuando te mueras, ya no
van a importar tus miedos, ni tus excusas, ni tu exceso de ocupaciones. Manda
al diablo, por un rato, tus obligaciones y temores. Ve y dile lo que piensas,
abrázate a tus sueños, aunque los demás piensen que has perdido la cabeza, o
que estás tensando demasiado la cuerda. Vuelve a ese lugar donde fuiste feliz,
entrégate a ese proyecto tantas y tantas veces postergado por el qué dirán.
Actúa, corre, vive, porque cuando te marches de este mundo solo te llevarás ese
amor derramado, y no hay tiempo que perder. Ya no hay tiempo que perder. Las declaraciones de
amor: Me gustas como para que dejes tu
cepillo de dientes en mi cuarto de baño, un pijama y dos camisetas viejas en mi
armario. Me gustas como para confesarte mis secretos, esos que solo mis mejores
amigos conocen, sin miedo a que me juzgues. Me gustas como para intentar
detener el tiempo, dejarte las llaves de mi casa bajo la alfombra por si un día
cualquiera no puedes dormir y quieres venir de madrugada en mí busca para que
te abrace. La sensualidad: Tumbada en
la cama, desnuda, recorre con su dedo índice su vientre, tiene la sensación de
que su cuerpo se convierte en líquido, hasta adherirse con el colchón. La
sexualidad: Como una tela de seda que se
pega al cuerpo, ella adhirió su pubis y muslos a las nalgas del hombre,
formando un cántaro donde la vida parecía emerger. La indignación social: Me gustaba ir a la playa para escuchar el
sonido de las olas, ese que me daba paz. He dejado de hacerlo; sentarme en la
arena y mirar sus aguas solo me aporta una gran sensación de tristeza, el
sonido de sus olas tan solo me transmite dolor. Tal vez los gritos de las vidas
que se han perdido en sus aguas acaben enmudeciendo su sonido original. La
desesperación: De repente puede que
empiece a llorar y llorar y llore tanto que nada ni nadie pueda pararme y que
las lágrimas llenen la habitación y que me falte el aire y que te arrastre
conmigo y que nos ahoguemos las dos.
Decía
Borges que estaba más satisfecho de lo que leía que de lo que escribía. Este
libro me produce una doble satisfacción: por leerlo y disfrutarlo, por una
parte, y por haber ganado esa batalla a
las reticencias de su autora por publicarlo. Léanlo despacio, reflexionen
después de cada texto, disfruten de su apabullante concisión y profundidad, y dialoguen
luego consigo mismos como lo hace su autora en negro sobre blanco.
La vida
es eso, una carretera de doble sentido. A veces con grandes avenidas llenas de
sol, que te hacen seguir teniendo ilusiones, donde los árboles dejan pasar la
luz y el calor te abriga. Otras, por el contrario, son cerradas y oscuras, de
suelos perpetuamente húmedos porque nunca les llega la claridad, al igual que
un bosque denso con ese aroma tan peculiar a tierra mojada y hojas en estado de
putrefacción.
Doce días, una vida, hermoso título, es un ejemplo
de lo que yo llamo literatura desde el dolor, 236 páginas de exorcismo,
belleza, reflexión y sentimientos colmadas de preguntas. Un libro muy
recomendable de una autora de una madurez literaria sorprendente que da sus
primeros pasos en la narrativa y en la prosa poética y de la que oiremos hablar
en el futuro. No se lo pierdan.
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