SOCIEDAD / LOS JUECES LA HAN VUELTO A ARMAR

 


Una vez más, que conste porque ya son muchas, demasiadas, excesivas, las meteduras de pata de algunos togados que no merecen esa vestimenta, los jueces dan la nota ultramontana en este país tan complicado que es el nuestro. La Audiencia Provincial de Madrid no ve delito de odio en el famoso cartel de Vox contra los menas con el que la banda de Abascal inundó las paredes de los metros de la capital del reino independiente de Madrid (a buenas horas, mangas verdes, cuando ya pasaron las elecciones). Sus señorías (falta saber sus nombres y apellidos para que se les caiga la cara de vergüenza si es que la tienen), no sólo avalan ese cartel que en sí mismo es una mentira flagrante (además de que el mena de la foto parece a punto de arrancar el bolso de la abuela y hasta quemarla con un cóctel molotov), sino que se suman a él de una forma vergonzosa: “con independencia de si las cifras que se ofrecen son o no veraces (es que NO SON VERACES, señorías, y ustedes, que imagino con conocimientos y estudios, lo saben bien), representan (los menas) un evidente problema social y político”. Aquí tenemos unos jueces que no solo avalan un cartel que fomenta el odio con una falsedad, sino que, además, se permiten hacer política a favor de un partido ultraderechista sumándose a sus tesis. Recogiendo la frase del auto yo cambiaría el sujeto de la misma y diría textualmente: “Pese a que en la judicatura debe haber más de un juez sensato, los jueces, salvo honrosas excepciones, representan un evidente problema social y político”.

 


En tiempos pasados, en el de las mareas y en el de los indignados, en los de las marchas por la dignidad que confluyeron desde toda España en Madrid, las plataformas sociales habrían convocado manifestaciones masivas contra la actitud claramente irresponsable de algunos jueces y esos poderes judiciales carcomidos por la extrema derecha más rancia de este país, hija del franquismo enquistado en nuestra sociedad y no homologable con las instituciones del resto de Europa, que siguen en el ejercicio de sus funciones a pesar de haber sobrepasado su fecha de caducidad con creces. Ese músculo de la protesta ciudadana se ha atrofiado de no haberlo ejercitado en el gimnasio de la lucha diaria durante un montón de años y así le va a la izquierda que abandonó la calle. Si yo fuera políticamente incorrecto, que no lo soy, les diría a esos jueces de la caverna togada, parafraseando al gran José Antonio Labordeta al que uno echa de menos cada día,  que se fueran a la mierda.

De impostores e imposturas, de torturas y torturadores, de fascismos y golpes de estado, de todo eso y mucho más va LA MUERTE DEL IMPOSTOR, una novela negra y kafkiana sobre un policía mediocre que encuentra sentido a su vida mediante la suplantación. 








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