PAISANAJE

GENTES DE YANGOON
texto y fotos José Luis Muñoz

El recogimiento de esta mujer contrasta con la actitud distendida, casi femenina, del Buda tumbado que esta a sus espaldas, una de las esculturas que ocupan uno de los muchos templetes que circundan la estupa de Shewedagon.

Esta encantadora vendedora callejera que vendía sobre la acera los pequeños y sabrosos plátanos birmanos, sonrió cuando vio que le hacía una foto y luego quiso ver el resultado en la pantalla de mi cámara. Le dije que había quedado muy guapa y lo entendió y se echó a reír.

En el centro del barrio chino de Yangón, este hombre anciano se dispone a cruzar tranquilamente una de las calles con más circulación del centro de la ciudad. Va ataviado con el longy, la falda birmana que tanto utilizan hombres como mujeres, y calza chanclas, como todo el mundo.

Es bastante infrecuente que una chica luzca sus brazos como la de la foto, en pleno centro de Yangón que luce una camisa de claro corte occidental.

Este joven bien parecido que luce un discreto tatuaje en uno de sus brazos montaba guardia ante su puesto de cestería de la concurrida calle Mahamandoola.

Las mujeres y los hombres obesos son excepcionales y se pueden contar con los dedos de las manos. Esta, con restos de tanaka en sus mejillas, cruza la calle Maha Bandoola Garden, muy abstraída.
Estos dos muchachos que vendían relojes y enormes mecheros no sabían como reaccionar a los improperios que les dirigía una monja budista muy entrada en años y con la cabeza trastocada, simplemente esperaron a que se cansara de gritarles.

Una de las cocineras, con el largo y bonito pelo cuidadosamente recogido, ofrece pinchitos a los transeúntes, sentada en el suelo.

Estas dos vendedoras de rasgos hindúes y muy amigas aguantan, a duras penas, la risa que les tiembla en los labios cuando se saben objetivo de mi cámara. El temperamento apacible y risueño de los birmanos es una bendición para los visitantes.

Sentadas sobre una alfombra del templo Chauk Htat Kyi, cuya estructura alberga al gigantesco Buda reclinado de setenta metros de largo de una pieza de alabastro, estas dos jóvenes charlan animadamente después de rezar.

Un elemento muy representativo de la zona musulmana de Yangón, con su característica barba, bonete, camisa occidental y longy birmano. Buena parte de los musulmanes de la ciudad son de origen pakistaní.

Delgado, con la nariz afilada, larga barba picuda y bigote, este musulmán abstraído se adentra en una de las caóticas y no muy limpias calles que bordean la mezquita.

Los rasgos de esta frágil anciana que parece ofrecerme una manzana mientras en la otra mano lleva un cubo de plástico azul lleno de verdura, me desconciertan. Podría cruzarme con ella, perfectamente, por las calles de cualquier ciudad de España. Su piel excesivamente clara indica sangre europea.

Este niño que va descalzo bebe agua en la Strand Road que, a medida que se aleja de la pagoda Sule se vuelve más pobre y tenebrosa, remarca su aire tercermundista.

El fotogénico tipo de la gorra era cristiano según constaba en la misma, literalmente “fan de Jesucristo”, una expresión divertida y chocante. Después de enseñarle la foto que le había hecho quiso hablar conmigo, pero mi inglés de supervivencia es muy básico para mantener una conversación por lo que opté por estrecharle la mano y seguir mi camino por la Strand Road, buscando el Singapore Kitchen, el mejor restaurante chino de la ciudad, que no encontramos porque mudó de dirección.

Esta elegante mujer china que cubre la frente con la pasta de tanaka, viste una impoluta camisa de lino blanco de cuello cerrado y me observa atentamente mientras me cruzo con ella. Imposible saber lo que está pensando de este extranjero con barba que, cámara en ristre, fotografía a diestro y siniestro.
Aunque si es habitual ver muchacha bellas como la de la foto, no lo es ese aire de sofisticación que tiene, incluso, en la forma de vestir. La joven estaba al cuidado de una tienda de cuadros del mercado Bogyoke.



Cuando alguien habla con una persona mayor, como esta dependienta de una joyería del mercado Bogyoke con la monja budista, junta las manos, le hace una referencia y la escucha atentamente.

La extrema educación de los birmanos alcanza a los niños que ni gritan ni corretean sino que se mantienen siempre quietos y en actitud respetuosa hacia sus mayores. Estos dos hermanos con los rostros embadurnados de tanaka, permanecen silenciosos en el suelo mientras sus padres rezan.

Comentarios

umbral de las voces ha dicho que…
Sería bueno que pongas un mapa de ubicación de Yangoon en el contexto de Birmania, con escuetos datos sobre ese país

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