SOCIEDAD / JARRONES CHINOS
Jarrones chinos
De jarrones
chinos anda la política española muy sobrada. Uno acaba de cumplir noventa años
y, cuando estaba activo, en una de las muchas entrevistas que le hicieron en la
televisión oficial de Cataluña dijo, temiéndose lo peor y en un ejercicio de
clarividencia que le honra, que todavía podía estropear su biografía. Lo hizo. ¿Qué coño es eso de la UDEF? es una de
sus frases que pasará a la posteridad junto al Aixó no toca. El patriota
catalán, el negociador incansable que, gobierno tras gobierno que tuviera
España, iba sacando migajas mientras sembraba el cisma de la discordia entre los
suyos, acabará siendo recordado como el personaje que patrimonializó la patria
catalana y, por tanto, la saqueó en provecho suyo y de los suyos con un sistema
clientelar y corrupto que vendió luego a otras formaciones.
Hay otro
jarrón chino que desde su laboratorio de ideas agita la política española y ha
colocado a su delfín, ayudado por una fiel escudera lenguaraz y agresiva, al
frente de un partido que lleva años haciendo aguas, desubicado y buscando su lugar
en el sol sin encontrarlo desde que se escorara a la derecha más extrema. Esa
mano que mece la cuna de su formación es uno de los personajes más siniestros y
detestables que ha dado la historia de nuestro país desde los tiempos de
Fernando VII, regio traidor, un lacayo en su momento de la potencia hegemónica,
sordo a la calle y a su propia formación, belicista a ultranza y cómplice de uno
de los mayores desastres que se han perpetrado en los últimos años y de los que
no se arrepiente sino que se ufana. Increíblemente hábil, hay que reconocerlo,
en salir de todos los entuertos procesales que le han rodeado y han llevado a
sus íntimos entre rejas mientras, disfruta de sueldos, prebendas y sociedades
ficticias, pero uno no pierde la esperanza de verle algún día sentado en el
banquillo de los acusados y en una celda con televisor y sauna.
El jarrón
chino por excelencia es el que acuñó el término y lo ejerce a conciencia poniendo
la zancadilla una y otra vez a sus compañeros de partido que, inexplicablemente,
no lo depuran y expulsan de él esperando que sea el mismo quien dé ese paso.
Siempre dominó el verbo, porque le viene de cuna, abjuró de la pana al mismo tiempo
que de sus principios progresistas, hizo el trabajo sucio en el desmantelamiento
del tejido industrial de su país, que no se hubiera atrevido a hacer la derecha,
y organizó un chapucero ejército de asesinos y torturadores que pagamos todos.
Un informe de la CIA revela lo que todos conocíamos, que era el famoso señor X,
como también todos sabemos quién era el Elefante Blanco que se esperaba en el Congreso
el 23 F. El señor X sigue ejerciendo de politólogo, dando consejos, metiendo
cizaña hasta que alguien pase por su lado, lo tire, queriendo, y lo haga añicos, a ese y los otros
dos jarrones chinos que no suman sino que restan en el haber de este país
ingobernable.
El viaje por la vida
"El viaje infinito"
Mi libro 50
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