CINE / FUEGO, DE CLAIRE DENIS
Una
imagen idílica nos muestra a dos amantes apasionados besándose mientras nadan
en una playa. Sara (Juliette Binoche) y Jean (Vicent Lindon) forman, en
apariencia, una pareja perfecta, absolutamente feliz, en la que no falla ni el
deseo sexual a pesar del tiempo que llevan juntos. Jean, por lo que se deduce,
estuvo en la cárcel por un asunto económico, y no se pudo ocupar debidamente de
su hijo Marcus (Issa Perica), un joven mestizo desubicado que no acaba de
integrarse, que tuvo con una esposa antillana de la que se separó y está al
cuidado de su anciana abuela Nelly (Bulle Ogier). Pero la armonía se rompe
cuando vuelve a entrar en la vida de los dos, por razones profesionales que
conciernen a Jean (poner en marcha un club de rugby), Françoise (Grégoie
Colin), su antiguo socio y antiguo amante de Sara y ésta se da cuenta de que
sigue locamente enamorada de él, se comporta como una adolescente en sus citas
secretas y no puede evitar acabar en sus brazos de nuevo.
Fuego,
que debería haber respetado el título original Con amor y furia, gira en torno a los celos, el deseo femenino
y los fantasmas del pasado que vuelven al presente con fuerza inusitada hasta
el punto de implosionar una relación que parecía sólida. Claire Denis (París,
1946) retrata a la perfección esa atracción casi suicida que siente Sara hacia
Françoise, en la que ambos se abisman,
y que ella trata de ocultar a Jean con una cortina de medias verdades (la
discusión virulenta sobre si ella besó a su antiguo amante o no en una fiesta)
que no hacen otra cosa que empeorar la situación.
La
veterana directora de Chocolat, Un
bello sol interior y Una mujer en África, entre otras muchas películas, cuenta
para la ocasión con la interpretación rocosa de Vicent Lindon, un duro cuya rabia
soterrada termina por estallar violentamente cuando todas sus sospechas se
hacen realidad, y con una
interpretación de Juliette Binoche sencillamente modélica en su papel de mujer
infiel y apasionada, consumida por su fuego interior. La escena en la que
Françoise y Sara coinciden en una fiesta, después de diez años de separación,
acercan sus rostros, se miran y hacen amago de rozarse con las manos, juntan
las caras y reprimen un beso, prodigio de sutileza y contención de los dos
personajes, ilustra a la perfección esa pasión enloquecida que ambos amantes
experimentan, y por la que se sienten arrastrados sin que pueden evitarlo.
Sin
llegar al dramatismo de Herida de Louis Malle, podemos decir que la
interpretación de Juliette Binoche, espléndida físicamente y a nivel actoral,
con una sensualidad a flor de piel, es una de las mejores de su dilatada
carrera. La película conquistó el Oso de Plata a la mejor dirección en el
último festival de Berlín, pero bien podría haberse premiado también la
actuación soberbia de la actriz francesa. Fuego es una disección de las
emociones humanas, de las pasiones desbocadas y de esa fiebre que conocemos por
amor narrada con una intensidad extraordinaria. Y termina con un guiño a la
modernidad: sin teléfono móvil, porque lo ahogó en la bañera, a la protagonista
no le toca otra que renacer.
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