LITERATURA / A PROPÓSITO DE HANS TEODORE MANKEL. ENTREVISTA DE GINÉS VERA
Esta novela comienza con el nombre y apellidos del protagonista. De hecho, salvo en contadas ocasiones, se le nombra así a lo largo de la novela. Háblanos de la elección de los nombres en esta historia. Por ejemplo, ese Hans ¿es un guiño a otro Hans, al de Los Buddenbrook?
Pues fíjate que no me había
dado cuenta y es muy posible que mi subconsciente haya estado allí, en Los
Buddenbrook, la primera novela que leí de Thomas Mann y me pareció un
monumento literario. De hecho hay muchos guiños al maestro alemán y a su Montaña
mágica a lo largo de la novela. Y a Henning Mankell también hay un guiño en
el apellido del protagonista. La verdad es que es un nombre con cierta sonoridad:
Hans Teodore Mankel. Los nombres, aunque parezca una cuestión baladí, resultan
de vital importancia a la hora de dibujar a un personaje. Otro de mis
personajes que tenía un nombre de empaque era Aribert Ferdinand Heim, el
carnicero de Mauthausen, protagonista de El rastro del lobo.
Una novela, sin duda, que habla de literatura, del proceso de edición. No podían faltar así referencias a autores o sus obras. Tanto a alemanes Goethe, Schiller, Mann...; como a Maugham, Dostoievski, Proust… Sin olvidarme de Paulo Coelho. No sé si los fieles al escritor brasileño van a emocionarse con lo que aquí leerán. Coméntanos estas apariciones, en especial, esta última.
Bueno lo de Paulo Coelho
siempre me pareció un timo literario. En una Feria del Libro de Madrid, para
matar el rato, cogí al azar uno de sus libros y me di cuenta de la cantidad de
obviedades que se decían en él, puro humo revestido de pretendida profundidad.
Pero tiene millones de lectores como tienen millones de lectores los no
escritores. Como dijo Julio Llamazares en la Feria del Libro de Madrid, el 95%
de los que firman libros no son escritores. La nuestra puede que sea la
profesión con más intrusismo: tenemos mediáticos, youtubers, cocineros, influencers,
y todos escriben, o les escriben un libro. La novela es, también, porque está
empapada por la literatura de principio a fin, un homenaje a la literatura
alemana, a esos grandes escritores, pensadores, músicos, que sin embargo no
impidieron el advenimiento del nazismo, que es una pregunta que siempre me he
hecho. ¿Cómo un pueblo tan cultivado abrazó una ideología tan aberrante?
William Somerset Maugham es un autor hoy por hoy injustamente olvidado.
Dostoievski, para mí, siempre fue un referente. Las novelas de Thomas Mann me
parecen cumbres literarias.
Thomas Mann
El protagonista se nos muestra como un hombre metódico (no sé si decir a lo Inmanuel Kant), de 56 años, anodino y gris, con presbicia, aunque un buen y gran lector. Pero algo hará que se transforme y abandone, de algún modo, esa soledad lacerante ahogada en vino. Me sirve aquí para preguntarte por la construcción narrativa de tus personajes, de esa evolución a lo largo de las historias.
El metódico, gris y anodino
Hans Teodore Mankel vive de la literatura, de la ficción con esa novela que
empieza a leer y en la que encuentra precisamente todo lo que no tiene,
empezando por talento literario. Me gusta mucho describir el itinerario vital
de los personajes, lo hice en El viaje infinito cogiendo al protagonista
prácticamente en la infancia y llevándolo al fin de sus días y explicando su
evolución. Aquí el período es mucho más breve, pero el personaje cambia, y aún
más cuando le sobreviene un cierto éxito literario, al menos exteriormente. Su
dieta monótona a base de salchichas, chucrut y esos arenques secos, esos
detalles, hablan mucho del protagonista, o su afición al vino Riesling. Es un
personaje solitario, como destaco en el título de la novela, triste que lee y
se emborracha para sobrevivir. Vive en una buhardilla húmeda, en donde pasa
frío, y rompe con sus zapatos gastados la escarcha que se forma por la noche en
Munich.
Como el mundo editorial está muy presente en esta novela, no podían faltar alusiones a los sinsabores del oficio de escritor. Ineludiblemente, en un momento de la lectura, recordé el caso de John Kennedy Toole. Han habido más casos, pero te invito a que nos cuentes tu experiencia personal o alrededores.
Ha habido, a lo largo de los
los siglos, infinidad de obras maestras que fueron despreciadas por editoriales
y cabe preguntarse la cantidad de ellas que jamás vieron la luz. Los criterios
para publicar dependen mucho de las líneas editoriales, y últimamente de los
resultados comerciales. No suele primar el criterio literario en las grandes
editoriales sino el meramente crematístico. Hecho en falta una educación
lectora, porque encima buena parte de la minoría que lee, lee mal, libros sin
valor literario. Por otra parte, los poderes públicos, los políticos, no
apuestan por la literatura en España. Del mismo modo que buena parte del telediario
se dedica al fútbol, casi en exclusiva, que no creo que necesite más promoción,
podían dedicarse cinco minutos, por ejemplo, a las novedades literarias del día
y quizá se conseguiría un mayor interés por la literatura. Hay muy pocos
programas culturales en los canales públicos, y no digamos en los privados.
Ignoro si se estudia literatura en los institutos, si se realiza análisis de
texto, estilo, personajes, etc. como se hacía en mis tiempos. Cambiar, con cada
nuevo gobierno, los planes de educación es un verdadero desastre.
Cervecería muniquesa
El tono y el ritmo narrativos en La soledad de Hans Teodore Mankel es singular como poco. Creo que tiene algo de En busca del tiempo perdido, por no añadir que se me antoja algo wagneriana. Acostumbrado a tu estilo ágil y rápido, quizá te preguntaría por la elección de ese tono para construir esta historia.
Cada libro tiene su música, y
este, que gira en torno a la literatura, las editoriales, los críticos y el
hecho de la creación, quise que tuviera ese tono pausado marcado por infinidad
de comas, que obligan a hacer pausas, y el encadenamiento de frases. Es un
libro para leer despacio. Creo que hay alguna frase, con sus correspondientes
encadenadas, que ocupa más de una página, pero el lector no se pierde. La
novela ha sido para mí, precisamente, un desafío, porque nunca había escrito de
esa manera, y bromeo precisamente sobre su autoría y me preguntó quién la he
escrito. Me aburre mucho escribir siempre de la misma forma y de ahí mi
obsesión por innovar en cada uno de mis libros, de cambiar radicalmente de
género. La soledad de Hans Teodore Mankel no tiene nada que ver con La
colina del Telégrafo, mi anterior novela, un policial clásico que parecía
una película.
Munich
Hay una conversación, en un pasaje de la novela, en la que un editor comenta que el país que más lee en el mundo es Rusia. He cometido alta traición al asomarme a Internet. Creo que ese honor lo ostenta Canadá, seguido de Francia. Un promedio de 17 libros al año no está mal. Pero luego leí una no menos curiosa noticia, casi en titulares, acerca de que en nuestro país hay quien lee 80 o incluso más libros al año. En el contexto de fondo de esta novela, ¿cómo ves la convivencia del libro y la lectura en lo que va de siglo?
Pues tampoco creo mucho en esa
estadística, porque en Islandia se lee muchísimo. De Canadá me lo creo. Los
países con inviernos muy duros son proclives a la lectura. Tampoco hay que hacer mucho caso, porque la
gente alardea de haber leído muchos libros y le preguntas por el último y se
quedan en blanco. Aquí hay lectores que leen mucho, claro, pero son pocos. Y
lectores, muchos, que leen el mismo libro, los superventas. Al libro le han
salido muchísimos competidores, empezando por el cine, siguiendo por la
televisión, los móviles, las plataformas con las series, que muchas son
buenísimas. Leer un libro, además de un esfuerzo intelectual por comprende lo
que lo que se está leyendo, implica, si no es electrónico, un esfuerzo físico.
Imagina la fuerza que hay que tener para leer La montaña mágica en la
cama. Se publica mucho, pero se lee poco, lo que parece una incongruencia.
Además hay un monopolio editorial a cargo del grupo Planeta y Random House
Mondadori que, a su vez, han absorbido cientos de editoriales, con lo que no
hay espacio para las editoriales pequeñas. Se echa en falta el librero
prescriptor, ese que conoce a su cliente, sabe lo que le conviene, le aconseja.
No creo que el libro, como objeto, desaparezca, es un invento demasiado
perfecto, lleva siglos de vida, se puede prestar, aunque no te lo devuelvan,
legar a tu familia, llevártelo a la cama, al campo, tiene una versatilidad de
usos.
Enmarcas la novela en Alemania, a finales de 1989. Imagino que de algún modo has querido reflejar una sociedad, un oficio y, esa doble elección, te permitía aportar esos matices socioculturales de fondo. ¿Es así?
Sí, quería situarla en el momento en que cae el Muro de Berlín, uno de los episodios fundamentales del siglo pasado que fue celebrado con alegría y ante el que yo me mostré muy escéptico porque era la desaparición de un mundo bipolar con sus equilibrios estratégicos. Quería también introducir al personaje de Günter Grass, que tiene un pequeño cameo hacia el final, muy crítico con la reunificación de su país. Europa, para su desgracia, se ha convertido en un satélite de Estados Unidos que no tiene voz propia y lo estamos viendo en su comportamiento ante la invasión de Ucrania. El proyecto europeo hace aguas por muchas partes cuando están en él países que infringen normas comunitarias como Hungría, Polonia o Italia con el gobierno de Meloni. Es preocupante la derechización de las sociedades europeas, y también de la española.
Günter Grass
El tema metaliterario creo que ya dije que está muy presente. Pero quería preguntarte en concreto por los cameos más o menos significativos a alguna obra tuya anterior. Quizá a El viaje infinito y, de algún modo, si me apuras, a La bahía humeante. ¿Te atreves a comentarnos algo?
Para mí la literatura es un
viaje y una tabla de salvación. Yo estoy vivo gracias a la literatura a lo que
escribo y a lo que leo. No concibo mi vida sin ella. Al tener una cierta
experiencia, por edad, en ese mundo literario, sé su funcionamiento. Podría
escribir, con los datos de los que dispongo, una historia muy negra sobre la
corrupción literaria en nuestro país que está tan normalizada como la política
y no pasa factura. Me apetecía mucho escribir esta novela porque se aparta de
todo lo que he escrito y habla de literatura. Quizá con la que tiene una cierta
relación es con La bahía humeante, porque en ambas se dan imposturas. No
me privo de decir que uno de los autores que me parecen más interesantes de
este país es Enrique Vila-Matas al que admiro tanto como a Paul Auster, otro de
mis iconos. Vila-Matas habla en sus libros, una y otra vez, de literatura, de
escritores. En cierta forma La soledad de Hans Teodore Mankel es vilamatiano.
Enrique Vila-Matas
He extraído una frase para que te animes a comentárnosla. Es esa en la que a un editor le aconsejan que no hable mal del libro de un autor, que no lo critique abiertamente, sino que lo ignore. “(…) los que escriben libros son muy sensibles a la crítica, tienen una piel muy fina, una mala reseña les produce un malestar espantoso (...)” ¿Has recibido alguna vez una crítica incómoda? ¿Has conocido a muchos autores de piel fina? ¿Cómo se curan estos trastornos cutáneos?
Jajaja. Claro que he recibido
críticas feroces de determinando grupos mediáticos. Y hacen daño, sobre todo
cuando empiezas, como me ocurrió a mí con El cadáver bajo el jardín y Barcelona
negra. Una crítica de El País, Rosa Mora, llegó a decir más o menos que
esperaba que no publicara más por el bien de la literatura. Pues 56 libros
después le digo que sigo publicando a su pesar. Generalmente los críticos de
ese diario fueron muy duros con todas mis novelas, incluso cuando parecían que
las iban a dejar bien, terminaban condenándolas en el infierno en el último
párrafo de la reseña, Babelia, la revista literaria del periódico, es una
especie de panfleto que barre para su casa, Alfaguara, que últimamente publica
novelas espantosas. Luego la tendencia cambió, y abundaron las críticas muy
positivas de mis novelas. Se agradecen, sobre todo, cuando las opiniones vienen
de colegas, o de lectores. Y no menosprecio la función del crítico, de hecho yo
lo soy, me llegan montones de libros que procuro leer, y algunos me gustan
mucho y otros bien poco, y los que me gustan poco intento decir el motivo sin
ser hiriente, y lo mismo me ocurre con las películas. Suele decirse que el
crítico es un escritor frustrado. Pero a veces es necesario ser duro, decirle a
alguien que se dedique a otra cosa, que no pierda el tiempo escribiendo, o que
lo pierda, que es muy libre de hacerlo, y ahí entramos en la selva de la
autoedición, en donde nos encontramos que en España hay más autores que lectores,
y luego están los escritores que se jactan de no leer para no contaminarse.
Nadie puede escribir si no ha leído.
Thomas Bernhard
Dejo la última pregunta, no por incómoda, espero, para el final. Se ha abierto de nuevo el debate sobre si hay literatura femenina y masculina. En un pasaje del libro, hay una curiosa petición del protagonista. Así como hay autores de piel frágil, hay persones (con e) de pupilas igual de sensibles y lenguaraces. Dinos qué papel crees que tiene el amor y lo femenino en esta novela. Puedes ser crítico conmigo, si gustas.
A mí lo de literatura femenina,
pintura femenina, cine femenino, me parece una solemne estupidez. Y lo mismo te
digo de esos premios que solo son para mujeres. Creyendo protegerlas, se las
está discriminando, creando premios para ellas, pobrecitas, que no pueden tener
el nivel de los escritores masculinos. Para mí existen escritores, pintores y
cineastas, sean del sexo que sean, y me gustan y los aprecio sin tener en
cuenta sus atributos sexuales. Luego se podrá hablar de que las mujeres están
dotadas de una especial sensibilidad, a la hora de narrar, que está ausente en
los hombres, que son más profundas, más sutiles. Sí, con matices. Hay
escritoras especialmente duras como Elfride Jelinek o Herta Müller, por
ejemplo, que me parecen extraordinarias. El arte está por encima de los sexos,
los tiempos, las ideologías. A mí me puede gustar mucho James Ellroy, por
ejemplo, o Clint Eastwood, aunque se sitúen en la extrema derecha, o Vargas
Llosa, por lo mismo. A la segunda parte de la pregunta. El amor y la pasión son
parte fundamental de la novela en esa segunda novela de la matrioska que es La
soledad de Hans Teodore Mankel, la historia de amor apasionado entre un
profesor y su alumna unidos por su devoción por Thomas Mann. La pasión amorosa,
tal como la describo, efervescente, grandiosa, enfermiza a veces, es uno de los
motivos por los que merece la pena vivir. El otro es la literatura.
Entrevista realizada por Ginés Vera y publicada en "Maleta de Libros"
LA SOLEDAD DE HANS TEODORE MANKEL
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