SOCIEDAD / EL 7 DE OCTUBRE

 


El 7 de octubre es la fecha del ataque más terrorífico sufrido por el estado de Israel en toda su historia. El 11 S del pueblo hebreo. Nadie con un mínimo de empatía puede aplaudir esa salvajada que costó la vida de 1200 ciudadanos de Israel, muchos de ellos niños, y de los 251 que fueron secuestrados, entre ellos 30 menores, por las organizaciones terroristas Hamás y Yihad Islámica. Pero el 7 de octubre es también el inicio de un genocidio sistemático y planificado sobre la población palestina de Gaza. Combatir un acto de terrorismo execrable con un genocidio es sencillamente una aberración, aunque hay quien lo considera un reflejo defensivo.


El 7 de octubre, curiosamente, falló todo en Israel, un país blindado y militarizado capaz de neutralizar (asesinar) a cualquier supuesto terrorista en el lugar más remoto del planeta gracias a que dispone de la agencia de seguridad más sofisticada del planeta, el Mossad, capaz de infiltrarse en todas las organizaciones enemigas tanto en Líbano como en Palestina para descabezarlas como hemos visto. Si tienen informantes a sueldo en Líbano (descabezamiento de Hezbolá), en Irán (asesinato del líder de Hamás Ismail Haniya), con más razón los tendrían en Gaza. Resulta harto sospechosa la ignorancia oficial sobre lo que iba a acaecer ese día, a pesar de que se tenían informes de lo que se avecinaba, la lentitud de la respuesta, teniendo en cuenta la militarización de la sociedad israelí, y la respuesta en sí misma que se calcula mató por fuego amigo a un 20 por ciento de las víctimas israelíes del atentado. 


Hamás debería saber, por los antecedentes vengativos de Israel que practica el bíblico ojo por ojo, diente por diente de forma exponencial, la respuesta que su acción execrable iba a tener. Diría, incluso, que la provocó a conciencia sabiendo el cataclismo que supondría para Gaza. El grupo islamista palestino, que ganó las elecciones en la franja por 20.000 votos de diferencia sobre Al Fatah, tiene un historial muy oscuro no solo ligado a Irán sino al propio Israel que contribuyó a financiarlo para debilitar y dividir la causa palestina como explicitó el propio Netanyahu. La respuesta al atentado fatídico no se hizo esperar: la devastación total de la franja y el exterminio de su población en aras de una Nueva Gaza colonizada por Israel y Estados Unidos según el pomposo plan de paz urdido por el empresario Donal Trump (hay que remarcar el carácter empresarial del presidente de Estados Unidos para entender su lógica política) para favorecer los intereses económicos de su yerno Jared Kushner, judío ortodoxo y empresario inmobiliario, y su amigo Tony Blair, el triunviro de las Azores, un Felipe González para el laborismo británico, alguien absolutamente desprestigiado desde la invasión de Irak.


Que Hamás está infiltrada por el Mossad es una evidencia incuestionable. La eliminación de todos sus líderes es la prueba. Israel los localiza y asesina de forma implacable uno a uno, cosa que no sería posible sin tener informantes sobre el terreno. La duda es si los infiltrados en el Mossad fueron los que planificaron o alentaron el atentado del 7 de octubre o si Israel, conociendo lo que se avecinaba, dejó hacer. A Benjamín Netanyahu, por permanecer en el poder y no ser juzgado en su país, y fuera de él si pisa territorio europeo, la vida de los suyos le importa un poquito más quizá que la de los palestinos que asesina. Ha torpedeado una y otra vez las negociaciones para liberar a los rehenes que quedaban en manos de Hamás y no le ha importado matarlos en sus indiscriminados bombardeos contra la población de Gaza. Lo del 7 de octubre, un acto abominable desde todo punto de vista, bien podría ser un atentado de falsa bandera y no es la primera vez que eso sucede. La perversidad y amoralidad del estado de Israel y de sus actuales gobernantes no tiene límites.



LA CRÍTICA HA DICHO

A destacar la formidable, entregada y detallista narración de la vida en el mar, la gran descripción de una tempestad —quienes aprecian a Patrick O’Brian lo entenderán—, allí, en ese buque de nombre Nostromo, que no es que se dirija al corazón de las tinieblas: el barco mismo lo es.   LILIAN NEUMAN en Culturas / La Vanguardia

Además, no es una mera novela de aventuras, es una reflexión sobre la mezquindad del ser humano, sobre la violencia, es una rabiosa denuncia de aquella África tan sometida al hombre blanco, tan estrujada por él. VÍCTOR CLAUDÍN en Aquí Madrid

El lector puede decir que tiene entre las manos una novela de aventuras y, al mismo tiempo, de crítica social, una novela de género negro porque “Monrovia” pivota entre ambos géneros. LLUNA VICENS en Entretanto Magazine

Con mayúsculas, porque Monrovia no es ninguna novela de aventuras, sino que, inspirándose en aquellas, en realidad las subvierte: la aventura deviene desventura, un infierno, un horror. Anna Rossell en LAS NUEVE MUSAS

Una novela inquietante donde se reflexiona sobre la naturaleza del bien y del mal, sobre los límites de la moralidad y sobre las terribles consecuencias de la avaricia y la ambición desmedida. El ser humano hace aflorar sus peores instintos cuando carece de restricciones y se llena de cicatrices, pobreza y vulnerabilidad. MELI SUÁREZ PIDAL en Entretanto Magazine

La frustración le lleva al protagonista a ser testigo de una parte horrible de la historia mundial, en un lugar del mundo donde las grandes potencias juegan a su antojo, y donde la vida de sus habitantes no vale nada. J. JAVIER ARNAU en Anika entre Libros

El género de aventuras se reelabora así como epopeya vital que bucea en las más oscuras ciénagas de lo humano. Y, por si ya tuviera pocas, se revela como otra gran novela de este maestro de la literatura que es José Luis Muñoz. Monrovia es uno de los mejores ejemplos de su talento. CARLOS MANZANO en Culturamas

El viaje del protagonista es algo más que un viaje de aprendizaje o la mera búsqueda de aventuras y experiencias: José Luis Muñoz nos adentra en el descubrimiento de lo que es el infierno, forjado después de siglos de esclavitud y de colonialismo, de siglos de explotación de los recursos naturales por parte de algunos países de Occidente y de la corrupción política de una nación sometida al tráfico de armas y a los intereses espurios de otras naciones, que perfectamente puede ser la fotografía de la realidad social y política de un continente entero. LUIS QUIÑONES en Entretanto Magazine



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