CINE / DOS FORAJIDOS, DE JOEL SOUZA

 


Western maldito cuyo estreno se ha ido postergando por un hecho dramático que todos ustedes recordarán: el protagonista, Alec Baldwin, mató de un disparo a la directora de fotografía Halyna Hutchins: las armas de fuego las carga el diablo y no conviene jugar con ellas. Joel Souza (Fremont, 1973), un director anodino con ninguna gran película en su haber, demuestra ser en Dos forajidos un hábil artesano para trasladar a la gran pantalla una idea de Alec Baldwin, protagonista y productor que pretende, y lo consigue, hacer la mejor interpretación de toda su carrera, un éxito agridulce.


Dos forajidos, sin moverse de las pautas del clásico western (cabalgadas, persecuciones, tiroteos, ahorcamientos, indios, grandiosos paisajes retratados por la cámara de la malograda Halyna Hutchins) remite a las grandes películas que se han rodado sobre el legendario Oeste con un argumento que no es novedoso (un viejo pistolero cascarrabias y un niño casi adolescente, que son sus protagonistas, nos remiten a las dos versiones de Valor de ley, la más reciente de los Coen y la de 1969 de Henry Hathaway).


Harland Rust (Alec Baldwin) es, además de abuelo desnaturalizado, un despiadado pistolero que ya no recuerda a cuantos hombres ha mandado al infierno con su colt. Su vida como delincuente empezó cuando voló por los aires el banco que iba a quedarse con sus tierras inundadas.  Lucas Hollister (Patrick Scott McDermott) es su nieto de 14 años con el que jamás ha tenido trato hasta que su tía Evelyn Basset (Frances Fisher) le ruega que lo salve del atolladero en el que el adolescente se ha metido por un disparo fortuito (este, ficticio y no el real como el que acabó con la vida de Halyna Hutchins): el cine como espejo de la realidad. Abuelo y nieto, a regañadientes, tendrán que compartir una fuga sin fin desde Kansas a la frontera de México huyendo de los agentes de la ley capitaneados por el Marshall Wood Helm (Josh Hopkins) y el despiadado cazarrecompensas Fenton “Predicador” Lang (Travis Fimmel), un sujeto siniestro que aplica con rigor el mandato de la Biblia de quien a hierro hiere a hierro muere.


Se puede ver en Dos forajidos con mucha claridad el rastro que hay en el western de la literatura de los libros de caballerías medievales. La película es una road movie a caballo por los escenarios de ese país tan grandioso como inhóspito que era ese Estados Unidos magma del actual en el que prevalecía la ley del más fuerte. Las historias, a lo largo de esas más de dos horas que vuelan, se entrecruzan sin que las subtramas (el pistolero predicador que maltrata a las mujeres con las que se acuesta; el Marshall que termina empatizando con Harland Rust) afecten a la trama principal (la huida del abuelo y su nieto) sino que la complementan. Juegan a favor de la película sus excelentes secundarios (los descerebrados y sucios hermanos que siempre terminan a puñetazos, por ejemplo) y una ambientación perfecta (el director se hace un guiño a sí mismo con ese colmado que luce en su entrada su nombre: Joel Souza) resaltada por una fotografía precisa y una banda sonora de resonancias clásicas.


Alec Baldwin se reserva el papel de su vida en este western oscuro interpretando a un personaje hosco y violento, con el que, sin embargo, el espectador empatiza, que contrasta con el jovencísimo y talentoso Patrick Scott McDermott, un chaval que ni es capaz de matar a un lobo cuando lo tiene a tiro ni a un conejo cuando le acucia el hambre.


Muy recomendable la cinta de Joel Souza para los amantes y nostálgicos del western a pesar de que Dos forajidos fue machacada por prácticamente la totalidad de la crítica norteamericana. La película no arriesga, bien es cierto, pero ¿para qué arriesgar y no dejarse llevar por las convenciones de un género tan clásico como fascinante como es el western? Yo he disfrutado con sus más de dos horas.

  


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