LA PELÍCULA


LA VIDA DE LOS OTROS
José Luis Muñoz


Brillante debut el del escritor y director Florian Henckel von Donnersmarck que con esta opera prima, que no lo parece en absoluto, logra un maravilloso equilibrio entre un guión casi perfecto y su puesta en escena, y consiguió, merecidamente, el oscar a la mejor película extranjera en la última edición de los premios de Hollywood. Brillante y curiosa a la vez por cuanto, alejándose de los estereotipos del cine de espionaje, al que pertenece temáticamente, renuncia a todos los elementos pirotécnicos de los thrillers al uso, a la intriga, a la acción, incluso a la denuncia política - aunque ésta es inherente a la narración por cuanto transcurre en un periodo critico de la antigua RDA a punto de unificarse con la Alemania del Oste gracias a la glasnot de Gorbachov -, para centrarse, sobre todo, en el aspecto humano de la historia, en la peculiar relación de amor absoluto, sin ningún tipo de contraprestación a cambio, que siente un capacitado espía de la Stasi, la policía de la Alemania del Oeste, hacia el dramaturgo y su amante que vigila obsesivamente las 24 horas del día.
Gerd Wiesler (una extraordinaria interpretación de Ulrich Mühe, actor de mirada impávida que pertenece a la raza de los que actúan sin mover un músculo de la cara), capitán de la Stasi, leal defensor del régimen y profesor de espionaje estatal en Alemania del Este, recibe de las más altas estancias establecer un sistema de escuchas sobre Georg Dreyman (Sebastian Koch, el oficial nazi en El libro negro), prestigioso dramaturgo al que se le considera libre de toda sospecha, y su novia, la actriz de teatro Christa-Maria Sieland (Martina Gedeck, Deliciosa Martha), que es su pareja sentimental. Durante meses el disciplinado y gris oficial de policía se involucrará, a través de las escuchas, en la vida cotidiana de los dos amantes cuyas bohemias existencias se manifiestan como contrapunto a su vida monótona y gris. Contra su voluntad, a medida que irá conociendo a los personajes y todos los avatares que afectan a su relación – la actriz de teatro, para triunfar, deberá dispensar favores sexuales a uno de los jerarcas del régimen – crecerá la fascinación y el afecto que el miembro de la Stasi, hasta ahora un probo funcionario que nunca se ha planteado cuestionar en lo más mínimo el sistema, hacia la pareja espiada hasta el punto de que, en un determinado momento, cuando está a punto de producirse la detención del escritor por un artículo critico sobre los suicidios en la Alemania del Este aparecido de forma anónima en una revista de la Alemania del Oeste, se implicará para favorecerle y ocultará una prueba comprometedora.
La película, aunque larga, nunca decae; el guión está lleno de sutiles efectos espejo y sus temas emergen sólo gradualmente. Con un tono gris y monocorde – atención especial a la fotografía, muy conseguida, de colores fríos -, ajustado al momento y a la época que retrata – la película termina con la caída del muro de Berlín -, en ocasiones algo morosa – el film tarda algunos minutos en arrancar y los prolegómenos del protagonista en la academia de la Stasi, adiestrando a futuros espías, quizá sea de lo más desacertado de esta interesente película – La vida de los otros retrata con fidelidad un período reciente de nuestra historia europea y lo hace pergeñando esa extraña historia de amor y afecto entre contrarios en la que la felicidad, relativa, de los espiados hace ver al espía su infelicidad, su soledad absoluta y lo absurdo de su cometido.
La forma en que está definido el personaje de Gerd Wiesler – busca desesperadamente el afecto, aunque sea pagado, en brazos de una vulgar prostituta que se niega a estar más tiempo con él; indaga, casi de forma automática, por el nombre del padre de un niño que le pregunta, jugando, si es verdad que trabaja para la Stasi; entra en éxtasis cuando escucha la música favorita de los espiados porque así, de alguna manera, se conecta a ellos – es quizá lo más destacado de esta película que retrata con acierto la soledad y vacuidad de un gris funcionario que vive a través de la vida de los otros – acertadísimo y definitorio título, por cierto – y que a través de ella, involucrándose y poniendo en riesgo su estatus dentro de la policía – acaba su vida profesional abriendo cartas en unos oscuros sótanos – consigue su redención moral. Hermoso plano final, en una película llena de desesperanza y momentos trágicos, el del protagonista, convertido en cartero de la Alemania reunificada, comprando el último libro del espiado autor Georg Dreyman y comprobando que se lo ha dedicado a él.





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