DIARIO DE UN ESCRITOR
Barcelona, 24 de
noviembre de 2012
Reflexionamos. Reflexionamos antes de depositar el voto en una urna,
con poco convencimiento de su utilidad, Abimael Koczinsky, Borja Casini y yo. Los
tres estuvimos bastante activos en la última, multitudinaria y exitosa huelga
general del 14 N que fue un gancho para las políticas de Mas/Rajoy. Acabada la
manifestación y cuando los andisturbios que hablan catalán repartían palos a
reducidos grupos de manifestantes (y a una mujer le machacaban un ojo con una
pelota de goma) analizamos cómo los medios sumisos (todos, no sus trabajadores)
habían magnificado la diada del 11 de Septiembre llevándola a las portadas y a
los telediarios y minimizado la huelga general que sacó a muchos más catalanes
a la calle. La asquerosa manipulación del poder, hable catalán o castellano.
─Pero la independencia es una justa aspiración de los pueblos─me dice
Borja Casini, el poeta romántico y fracasado autor de un solo libro del que se
vendió toda su edición, un ejemplar.
─Sí realmente es un clamor, nadie la parará─apuntilla Koczinsky.
Yo, más escéptico.
─La independencia es realmente secundaria. Muchos, me temo que
políticos bajo sospecha, la utilizan como cortina de humo para esconder sus
medidas nefastas. Es un engaño masivo ante el que no hay que dejarse manipular.
Los que quieren la independencia deben decirnos qué demonios quieren al día
siguiente. A mí si continúan puteándome en nombre de Catalunya, recortándome
los servicios sanitarios, acabando con la educación pública y robándome el
dinero de los bolsillos pues me da exactamente lo mismo que lo hagan en catalán
o en castellano. Con independencia o sin independencia seguirá el mismo debate,
que no es otro que políticas de derechas, para que unos cuantos se lucren
desmantelando todo lo público y repartiéndose el botín entre los amigos, o
repartir equitativamente las consecuencias de la crisis. El problema de
Catalunya no es España, sino sus gobernantes, los de España y los de Catalunya.
Hoy es día de reflexión y quedamos en la terraza de una placita del
barrio de Les Corts. Cuando llego ya están sentados a la mesa mis dos amigos
con sendos vermús en la mano. Pido otro. La conversación gira en torno al
sentido de este voto que no va a ser otro, por mi parte, que impedir una
mayoría absoluta.
─Pero no hay un partido con cara y ojos que represente a la izquierda
combativa, a esa que ha tomado las calles de media España, que rodea las
entidades bancarias, que abuchea a los corruptos, que impide que los vecinos
seas sacados de sus casas─ me dice Borja.
─¿Me hablas de una Syriza a la española?
─Eso. La izquierda fragmentada de este país no ha sido capaz de
aglutinarse, dejar a un lado los personalismos, mirar lo que la une y presentar
una única candidatura.
─Forma parte del carácter español─dice Koczinsky, prendiendo un
cigarrillo, ajeno a la boca sin dientes de su cajetilla─Cada uno hace su propia
guerra y nunca nos uniremos, por eso la derecha, que tiene unos objetivos más
palpables, poder y dinero, nos derrotará siempre.
─No, no tenemos una Syriza, pero no desfallezcamos, amigos─ doy un
trago a mi vermut y pesco una patata frita del plato mientras una chica
revolotea a nuestro alrededor animando a votar independencia en los comicios de
mañana─. Pero hay que ser más posibilista que maximalista, votar, aunque sea
con una pinza en la nariz, y votar sin renunciar a otras formas de lucha, a las
movilizaciones en la calle y los centros de trabajo, a la lucha ciudadana día a
día.
─¿Y a quién votar con esa pinza en la nariz?─me preguntan los dos al
mismo tiempo.
─No voy a votar, por supuesto, por higiene democrática, al partido que
ha incumplido todo su programa electoral, ha estafado a sus propios votantes y
ha vendido la soberanía del pueblo a los mercados a cambio de nada. Pero
tampoco a los que literalmente se envuelven en la bandera catalana mientras
entonan Els Segadors y han puesto el debate soberanista en primer plano para
ocultar una nefasta política de recortes tan drástica e inhumana como la
impuesta por el gobierno de Madrid. No votaré a la sucursal catalana del PSOE
porque considero que ese partido es responsable de todo lo que está sucediendo
y necesita una regeneración democrática de arriba abajo que remueva de sus
asientos a todos sus nefastos dirigentes actuales. El PSC, como el PSOE, tiene
que hacer su travesía del desierto. No voy a votar a los que lo único que piden
es la independencia de Catalunya pero no saben qué propondrán al día siguiente
si se consigue. No voy a votar a los que se consideran de izquierdas e
independentistas, y son más lo segundo que lo primero, porque considero que el
problema de Catalunya no es su soberanía absoluta sino lo que los políticos
catalanes están haciendo mal. No sé quiénes son realmente las CUP, aunque confío
más en ellas que en los partidos conocidos que he nombrado con anterioridad.
─¿Iniciativa per Catalunya y su derecho a decidir?
─Por eliminación, porque realmente no queda otra. Votaré IC.EU como
mal menor, lo cual es bien triste.
Comentarios
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mi reflexión, y voto, se pareció mucho al tuyo: aunque dudé sobre ICV, me decanté al final por Pere Navarro, hecho esto sin ningún entusiasmo. Me hubiera gustado votar a CUP, a los que yo sí seguía, pero su idea de "països catalans" me echaba por completo para atrás. Un abrazo, y enhorabuena por el blog, al que he llegado buscando unas fotos de Tánger, y que incluyo en mi lista de afinidades. Hasta pronto, Andrés