SOCIEDAD / ES EL GAS, ESTÚPIDOS


 Como cultivador, y consumidor, de género negro tengo una serie de tics que me hacen estar sobre aviso, fruto de, imagino, mi deformación literaria. En todo delito que se comete hay un brazo ejecutor y otro inductor. El ejecutor, en el argot americano relacionado con el género negro, se le denomina la pistola humeante. Cuando se realiza un disparo, queda humo y olor a pólvora como rastro del delito. Si te pescan con el arma homicida en las manos lo más lógico es que seas el que la ha disparado. La figura del inductor es más sibilina, no se mancha las manos de sangre, ni de pólvora, pero es la que se beneficia del crimen cometido, a menudo, por un tonto útil. El tonto útil actúa, de nuevo volviendo a los estereotipos del género negro, por el deseo (aquí entra la femme fatal) y el inductor, o la inductora si establecemos parámetros sexuales de conducta, utiliza sus armas de seducción para conseguir, sobre todo, un beneficio económico: cobrar el seguro de vida del marido asesinado, por ejemplo, volviendo a los parámetros más clásicos del género. Para dilucidar quién hay detrás de todo crimen debemos hacernos siempre la pregunta de a quién beneficia e iremos al quid de la cuestión sin margen de error.

 


Pensemos mal, yo hace decenios que hago ese ejercicio, y apliquemos este razonamiento simple a la actual guerra que se libra en Ucrania. La guerra, o la invasión, se inicia, sospechosamente, cuando a punto estaba de ponerse en marcha el gran gaseoducto Nord Stream 2 destinado a duplicar el transporte de gas ruso a través del mar Báltico desde Rusia a Alemania y que tendría una capacidad 1,9 billones de pies cúbicos de gas. La invasión se produce cuando Zelenski anuncia que quiere que su país forme parte de la Unión Europea y la OTAN. La tensión se agrava con esas maniobras fronterizas del ejercito ruso que preludian la invasión (ahí los servicios de inteligencia norteamericanos dieron en el clavo) y la diplomacia estuvo completamente desaparecida porque no interesaba que apareciera salvo las intensas gestiones, sin resultados, de Macron (Biden, que es quien manda, por teleconferencia no hace concesiones). Con la excusa de desnazificar Ucrania (nazis haylos y los hubo en la revolución del Maidam que acabó con un gobierno democrático prorruso y de nazi puede calificarse esa propuesta de la directora del Libro de Ucrania de eliminar cien millones de libros rusos de sus bibliotecas y el famoso batallón Azov que no disimula su ideología) y desmilitarizarla para que no sea una amenaza para Rusia (imaginemos bases del extinto Pacto de Varsovia en la frontera mexicana estadounidense), Putin ordena la invasión del país vecino y hermano (Caín era hermano de Abel) en una operación que desde Europa y Estados Unidos se quiere vender como un intento de recuperación del antiguo imperio soviético, es decir, nostalgia imperialista (la femme fatal de la novela negra, la seducción del poder). La operación militar (Putin nunca habla de guerra y de hecho no la declara oficialmente) se encalla porque tanto Estados Unidos como Europa arman hasta los dientes al ejército ucraniano con  tecnología punta que evidencia la fragilidad y obsolescencia del ejercito ruso que desiste de tomar la capital y tumbar al gobierno y ya se centra exclusivamente en el Donbass, en donde hay una guerra civil desde hace muchos años ignorada por Europa y Estados Unidos (el ejército ucraniano combate a sangre y fuego a los separatistas prorrusos de la zona desde hace años).

 


Con el fin de ahogar económicamente a Rusia, además de una batería de sanciones económicas sin precedentes (que no se aplicaron a Estados Unidos cuando invadió Irak; Bush hijo tuvo el lapsus linguae de condenar su propia invasión), se declara el boicot al gas ruso y ese gigantesco gaseoducto a medio construir pasa a ser historia y la idea es que el Nord Stream 1 también lo sea y empieza a extenderse la demencial idea, que las cancillerías europeas compran, de sustituir el gas ruso del demonizado Putin por el gas licuado que vendrá en barco desde Estados Unidos y que tendrá que ser gasificado en puertos europeos (aquí España se apunta un buen tanto porque tiene un montón de plantas gasificadoras). A nadie se le escapa que abrir una simple llave y que el gas fluya por una inmensa tubería es infinitamente más barato, menos complicado y menos contaminante que traer una flota continua de barcos desde Estados Unidos a Europa, pero todo sea por terminar con la dependencia europea del gas ruso y sustituirla por la del norteamericano. La factura, y también la de la luz vinculada al gas, la paga el ciudadano de a pie europeo que será infinitamente más pobre después de esta crisis, pero eso no importa a los que se benefician, las empresas gasistas norteamericanas que han sorpassado a Rusia y han incrementado sus envíos a Europa en más de un 80 %. Estados Unidos se convierte así en el primer exportador del mundo de gas y los accionistas de Exxon, Chevron, ConocoPhilips y Devon Energy se frotan las manos con alzas en torno al 25% de promedio. Las guerras son siempre una inmensa oportunidad de negocio. Lo inaudito es que nuestro país también haya apostado por el gas licuado procedente de Estados Unidos en detrimento del gas por gaseoducto que nos venía de Argelia. Que alguien lo explique. Lo explico yo: se debe de haber cerrado un acuerdo mediante el cual nuestro país va a gasificar todo el gas licuado que de Estados Unidos entre en Europa a cambio de comprarles un gas que no necesitamos.    


 

Que Rusia destruya media Ucrania es un riesgo aceptable teniendo en cuenta las empresas constructoras (posiblemente norteamericanas) que se beneficiarán en su reconstrucción. La factura del armamento servido tan generosamente al ejército ucraniano, ingentes toneladas que llegan a diario y se consumen al momento, va a endeudar el país de por vida y quizá no se cobren a cambio de otros favores (la colonización norteamericana del territorio). Además, muchos países, incluido el nuestro, planean, ante la amenaza zarista de Putin, incrementar el gasto de defensa, algunos hasta duplicarlo. ¿Quién es el mayor productor de armas del mundo? ¿A quién se las van a comprar? A Estados Unidos, por supuesto.

 


Putin ha disparado su arma y queda retratado como el tonto útil al que han pescado con la pistola humeante en la mano o, pensando muy mal, quizá también sea una pieza consciente de esta partida de ajedrez global que se libra en el mundo y vaya a comisión en agradecimiento por todo el potencial de negocio que ha desencadenado con su invasión. Quienes se benefician de este festival de destrucción masiva están muy lejos del escenario de la guerra, como siempre suele suceder. Los muertos, de uno u otro lado, poco importan, no son relevantes económicamente hablando. Estados Unidos ha multiplicado por dos su mercado gasista y armamentista por una guerra que interesa dure lo más posible, unos cuantos años, para que petróleo y gas sigan a la alza. Somos estúpidos y no nos hemos enterado de que esta es simplemente la guerra del gas y Ucrania y Rusia se limitan a poner los muertos mientras Estados Unidos recoge los beneficios. 

Dos escritores escriben con su sangre las últimas páginas de una novela inacabada en la bella y gélida Islandia. Un thriller literario sobre la creación y las imposturas. 

Como si Dashiell Hammett o James Cain hubieran viajado a Islandia.
JOSÉ CARLOS SOMOZA

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