SOCIEDAD / MASACRE: VEN Y MIRA
El
título no es mío, pero lo tomo de una de las que, según los entendidos, es una
de las mejores películas de la historia del cine dirigida por el ruso León
Klimov, un alegato contra la guerra, el más crudo jamás filmado, porque la
guerra es una barbarie en sí misma, y además una obra de arte. La masacre, a la
que hace referencia el título de la película, la comete el ejército nazi contra
unas cuantas aldeas de Bielorrusia durante la Segunda Guerra Mundial, cuyos
habitantes fueron pasados a cuchillo y literalmente ardieron en sus casas.
Me
vienen a la cabeza esas horribles imágenes de la ficción cinematográfica cada
vez que enciendo el televisor y veo lo que está sucediendo en Gaza, la
destrucción sistemática de un territorio, su aplanamiento como dicen los
estrategas militares que lo llevan a cabo, los bombardeos de casas, hospitales,
ambulancias, campamentos de refugiados, edificios de la Naciones Unidas, toda
esa operación de venganza urdida por la derecha más extrema que gobierna en
Israel para la que los palestinos deben desaparecer de la faz de la tierra y a
ello se emplean.
Hamás
cometió una masacre espantosa asesinando militares y civiles israelitas y de
otras nacionalidades en su incursión de hace más de un mes y se llevó
secuestrados a casi doscientos cincuenta rehenes cuya suerte se ignora. También
hay que tener en cuenta que más de seis mil palestinos, entre ellos menores de
edad, han sido secuestrados por Israel y encerrados a perpetuidad en sus
cárceles sin juicio previo, a imagen y semejanza de lo que hace Estados Unidos
en Guantánamo. La masacre que dejó mil cuatrocientas víctimas fue condenada por la comunidad internacional
y por formaciones de izquierdas que habitualmente se posicionan con la causa
palestina. Y para lavar esa afrenta, ese zarpazo terrible contra su seguridad,
de la que alardeaba Netanyahu, Israel destruye sistemáticamente Gaza sin tener
piedad de su población y la comunidad internacional no lo condena, siguiendo la
estela de Estados Unidos, o se limita a implorar una pausa humanitaria, que ni
siquiera consigue, que no un alto el fuego para detener una masacre que ya se
ha costado la vida de doce mil palestinos, buena parte de ellos niños, y entre
ellos los bebés que están muriendo porque no funcionan las incubadoras. Y ni
hay sanciones, ni se rompen relaciones diplomáticas con Israel, salvo algunos
países de Latinoamérica, ni se lleva a los dirigentes israelíes al TPI cuando
sí se lleva a Putin por el secuestro de niños ucranianos. La eterna doble vara
de medir.
Lo que
está haciendo Netanyahu en Gaza deja a Putin como un defensor de los derechos
humanos en Ucrania, y perdonen esta irónica comparación sangrienta entre dos
personajes moralmente nefastos. Frente a Israel, que dispone del ejército más
potente de la zona, con unos efectivos de trescientos mil soldados, hay un
grupo de militantes fanatizados, capaces de las mayores tropelías por un odio
incubado durante muchos años, pero no un ejército regular como el que si tiene
enfrente Rusia. En el frente europeo es la OTAN, a través de Ucrania, la que se
enfrenta a Rusia con todo tipo de armamento. En Oriente Medio los palestinos,
pueblo paria, no tienen quien los defienda, ni siquiera los países árabes,
desunidos, corruptos y dictatoriales que se limitan a condenar la agresión de
Israel. Ni siquiera el poderoso Irán del que se dice puede estar detrás de la
acción de Hamás para impedir que Israel y Arabia Saudita estrechen relaciones.
Mientras
en Gaza los palestinos mueren a miles (de momento diez palestinos asesinados
para cada israelita), en Cisjordania mueren a cientos por los disparos de los
colonos, que van haciéndose con el territorio de forma ilegal con el apoyo del
ejército. Hace unos días vi un excelente documental que se centraba en Cisjordania,
antes de que se produjera el terrible atentado de Hamás y la más terrible
respuesta israelita, y la reportera entrevistaba a uno de los destacados
ministros del actual gobierno israelita preguntándole sobre los acuerdos de
Oslo firmados por Isaac Rabín (asesinado) y Yasir Arafat (envenenado) y si veía
posible resucitar la idea de dos estados. El político dijo que el acuerdo de
Oslo era una pantalla pasada y que la solución ya estaba sobre la mesa, un
estado, porque Cisjordania es Israel. Pero me sobran los palestinos (eso no lo
dijo, pero lo pensó y en ello están)
Uno de
los colonos, un tipo joven, con aspecto de norteamericano, cabello largo, barba
y kalashnikov al hombro, que vivía con su numerosa familia en una caravana en
un asentamiento ilegal, se avino a hablar con la reportera que le preguntó si
tenía algún título de propiedad sobre esa tierra que estaba ocupando. El
colono, ante la estupefacción de la periodista, sacó la Biblia de un cajón y
dijo solemnemente que en sus páginas estaba su título de propiedad.
La idea
de Israel es implementar una limpieza étnica para vaciar todo el territorio de
Cisjordania de palestinos, haciéndoles
la vida imposible a los que se resistan a huir, y lo mismo en Gaza. La franja
es un trofeo deseado para abrir un canal alternativo al de Suez, el viejo
proyecto del canal Ben Gurion, que otorgaría a Israel todavía un papel más
preponderante en la zona. Las playas de Gaza, y eso se lo hemos oído repetir a
unos cuantas autoridades israelitas, son las mejores de Israel, y serían mucho
mejores sin los palestinos. La nueva Gaza que surgirá de la devastación podría
ser un complejo turístico hotelero si se confirma la idea de la construcción
del canal.
¿Y la
población de Israel, los que hasta hace muy poco tiempo, hasta el terrorífico
atentado de Hamás, se manifestaban contra Netanyahu? ¿No les horroriza lo que
está haciendo su ejército? Pues no. Una parte significativa de la sociedad
israelita considera al palestino infrahumano, exactamente igual a lo que
pensaban los nazis de los judíos para poderlos exterminar sin cargos de
conciencia: la víctima de antaño convertida en victimario del presente. La otra
parte no ve las atrocidades que está cometiendo su ejército porque no hay
imágenes en los medios de Israel de las masacres o tildan de mentiras las
informaciones que les llegan sobre crímenes de lesa humanidad. Desde medios
oficiales israelitas se asegura que Hamás infla el número de víctimas, y se los
creen.
Israel,
que lleva décadas regando con sangre el semillero del odio en Palestina,
debería tener en cuenta una frase de Jesús, aunque sea del Nuevo Testamento y
no fuera el profeta que esperaban sus ancestros: ”Quien a hierro mata, a hierro
muere.”
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