CINE / JURADO NÚMERO 2, DE CLINT EASTWOOD
Es el californiano Clint Eastwood (San Francisco,
1930) uno de esos cineastas que morirán detrás de la cámara, haciendo películas
hasta el final de sus días y sacando fuerzas de no se sabe dónde. Otro sería
Ridley Scott que está en plena furia creativa. No sabemos si Jurado número 2,
su enésima película como director, será su testamento cinematográfico o el
nonagenario cowboy se reserva alguna bala más en la recámara. En una
filmografía tan extensa como la de este actor que empezó rodando espagueti
westerns en Almería a las órdenes de Sergio Leone, director que influyó en sus
películas crepusculares Sin perdón y El jinete pálido, hay de
todo, desde un puñado de obras maestras por las que pasará a engrosar la lista
de clásicos del Séptimo Arte —Bird, Un mundo perfecto, Mystic
River y Million Dolar Baby— y otras películas sencillamente
olvidables que rodó para financiar proyectos más interesantes.
Jurado número 2
no es una muestra más de cine judicial, subgénero que tiene una gran tradición
en el cine norteamericano y algunos ejemplos más que notables como Testigo
de cargo de Billy Wilder, Doce hombres sin piedad de Sidney Lumet, Matar
un ruiseñor de Robert Mulligan, Anatomía de un asesinato de Otto
Preminger o La tapadera de Sidney Pollack entre otros, porque parte de
una premisa novedosa: un miembro de un jurado de Georgia, el hogareño Justin
Kemp (Nicholas Hoult) casado con Ally (Zoey Deutch), una pareja prototípica
americana que espera un bebé tras un aborto traumático, forma parte del jurado
que debe juzgar a James Sythe (Gabriel Basso), exmiembro de una banda violenta
y presunto asesino de su novia Kendall Carter (Francesca Eastwood, hija de
Clint y Frances Fisher) con la que le vieron discutir airadamente en el
aparcamiento de un bar de carretera, pero el jurado es parte directamente
implicada en el caso.
Clint Eastwood centra su film en el dilema moral de
ese jurado número 2 que se empeñará en convencer a los demás miembros de la
inocencia del acusado y no ahorrará esfuerzos para ello al mismo tiempo que le
corroe el sentimiento de culpabilidad. ¿Una crítica al sistema judicial
norteamericano? Sí, pero suave. Jurado número 2 es un film bien tejido
que se ve con agrado sin llegar a causar gran impacto —no acaba de sacar
partido Clint Eastwood a los flashes backs del día de autos—, cuyos talones
de Aquiles son la elección del protagonista Nicholas Hoult, el joven jurado
adicto al alcohol, y las deliberaciones de ese jurado que carecen de gancho
dramático, y cuya mejor baza es el personaje de la fiscal Faith Killebrew (Toni
Collette) que remata la película con un desenlace brillante.
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