CINE / LA SOSPECHA DE SOFÍA, DE IMANOL URIBE

 


Echamos mucho de menos al Imanol Uribe de Días contados, o al de La fuga de Segovia. La sospecha de Sofía, su última película, adaptación de la novela homónima de Paloma Sánchez-Garnica, es un film de espías ambientado en la Alemania del Este y la España franquista, en plena guerra fría, aunque lo más interesante de la película, argumentalmente hablando, es el tema de la impostura, el de ese hermano gemelo que trabaja para la Stassi y usurpa la personalidad de su doble, un diplomático madrileño que acude a una encerrona cuando se entera de que su madre biológica vive y quiere conocerle.


Desde el primer momento existe un problema de credibilidad achacable quizá también al presupuesto escaso de producción. Ni por asomo se cree el espectador en la secuencia inicial de que ese sea el muro de Berlín, que tiene que cruzar la familia protagonista que quiere fugarse, ni tampoco la cosa funciona cuando la acción se traslada al Madrid franquista de 1968 que más se parece al de los años cincuenta. A ello hay que añadir unas interpretaciones forzadas, las de Álex González, en su doble papel, y la de Aura Garrido como su esposa florero, y un guion disparatado, sobre todo en sus momentos finales.


A Imanol Uribe se le escapa el tema de la impostura, el del personaje que acepta de buen grado ser otro con todas las consecuencias como la de tener una nueva casa, una esposa e hijos, y no ser descubierto. No sabe explotar el director vasco esa parte del argumento que hubiera sido lo más interesante si hubiera estado bien desarrollada. La sospecha de Sofía se pierde por un sinfín de vericuetos y, sobre todo, se nota que el director está desganado, que la película es un encargo que no le entusiasma, como viene ocurriendo con sus últimas películas.


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