EL ARTÍCULO

BELLEZAS DE EBANO
José Luis Muñoz



Hace muchos años leí un texto del poeta y estadista africano Léopold Senghor que hablaba de la belleza de la negritud, de la dulzura y sensualidad que irradiaban las jóvenes muchachas negras de África. ¿Bellezas negras comparables a las rubias de ojos azules y piel pálida? Al mismo tiempo, un libro de excelentes fotografías y gran formato, que paseaba por África a través de sus bellas mujeres y descubría rostros y cuerpos de ensueño en lugares como Mali, Zimbabwe, Somalia, Zanzíbar o Nubia, llegó a mis manos demostrando, por si alguien lo dudaba, que la belleza no tenía porque adaptarse a los cánones wasp - rubias, ojos azules y piel pálida - imperantes, y podía ser algo mucho más rico, abierto a otras razas. Esto sucedía antes de que el ébano, ese tono de piel tan bonito y, al mismo tiempo, tan irracionalmente despreciado a lo largo de siglos por racistas de cerebros esponjiformes, empezara a hacerse con un lugar en el universo de la belleza monopolizado hasta entonces por la raza blanca.
No existen muchos datos históricos acerca de bellezas de color si exceptuamos la reina de Saba, una belleza negra que mantuvo un apasionado idilio con el rey Salomón. En el desdichado periodo esclavista de Estados Unidos, durante el que negros y negras recibían peor trato que los animales por parte de sus salvajes patronos, alguna belleza debieron ver los racistas amos y sus hijos cuando frecuentaban sexualmente a sus jovencísimas esclavas de color con quienes preferían hacer el amor en lugar de con sus santas esposas. La belleza y la sensualidad de esas mujeres africanas les hacían tragarse sus prejuicios racistas en privado mientras retozaban con ellas. Quizá el caso más sonado sea el del presidente Jefferson, enamorado de una de sus criadas negras de la que tuvo varios hijos.
En determinados lugares de América del Sur, la afluencia de esclavos africanos unida a la lujuria que flotaba en el ambiente provocó una frenética actividad sexual interracial de la que surgieron las extraordinarias bellezas de ébano que pueblan las playas brasileñas y contorsionan sus cuerpos en los carnavales de Río y Salvador de Bahía. La frondosidad de América sentó bien a la raza negra. Las mulatas cubanas, a las que con tanto ardor y sabrosura canta una de ellas precisamente, la catalano-cubana Lucrecia, las exquisitas jamaicanas, las haitianas, etc., son ejemplos de lo que la naturaleza hizo por esa bella raza llegada de los confines de África a bordo de barcos sepulturas.

Black is beautiful
No ha sido hasta épocas muy recientes que el hombre blanco ha comenzado a aceptar que la raza negra es tanto o más bella que la aria. Precisamente la artista oficial del régimen nazi, la brillante realizadora Leni Riefenstahl, autora de panfletos de indudable valor cinematográfico que ensalzaban las virtudes míticas y casi divinas de la raza aria en películas como "El triunfo de la voluntad" o "Olimpiada", hoy proscrita por su pasado, fue una de las personas que, a una edad provecta, descubrió la belleza inherente a la raza negra en unos reportajes que realizó en la tierra de los nubios. Un baño de humildad y una rectificación a tiempo la de esta antigua propagandista nazi rindiendo culto a la belleza africana.
En tiempos de las revueltas juveniles americanas, coincidiendo con el nacimiento del hippismo, la contracultura y el rechazo frontal a la vergonzosa guerra de Vietnam, surge en EEUU un movimiento de autoafirmación de los negros que se traduce en su orgullo por pertenecer a esa raza y en la reivindicación de sus propios cánones de belleza. Una ideóloga combativa, Ángela Davis, cuya foto con melena aleonada da la vuelta al mundo, se convierte en una de las lideres más carismáticas de ese movimiento, y además en su mejor portal puesto que era muy bella. Paralelamente surge un tipo de cine hecho por y para afroamericanos - el blackexplotion - que, pese a sus esfuerzos, no consigue situar a ninguna estrella carismática en el estrellato cinematográfico.

La negritud en el cine
El cine norteamericano, el cine hecho por blancos, había relegado a las actrices negras al papel de meras comparsas y secundarias que hicieron sonreír a los espectadores blancos. La oronda Mammy, la actriz Hattie McDaniel, de "Lo que el viento se llevó" podría ser un buen ejemplo de ello. Actrices negras empezaron a salir en algunas de las primeras películas de denuncia de la segregación racial de los años 60 y 70, pero ninguna de ella tuvo el carisma suficiente para ser recordada, ni mucho menos se convirtió en un sex-symbol.
Es en Europa, precisamente, donde se ofrece una oportunidad a algunas bellezas de color. La norteamericana sureña Josephine Baker (Sant Louis 1907-París 1975), antes de dedicarse a encomiables obras de caridad y a adoptar niños, como luego hiciera Mía Farrow, triunfó en los cabarets de París ofreciendo una imagen sexy y descocada bastante escandalosa para los tiempos que corrían y fue conocida como la Venus negra.
Por los años 60 el rostro exótico y las larguísimas piernas de una modelo de color y de exótico nombre, Donayle Luna, encandiló a unos cuantos realizadores europeos. Esta larguísima mujer, de cuerpo filiforme que surgió en una época de apogeo de las flacas - Twiggy, La Gamba, la minifalda de Mary Quant - como totems femeninos de la izquierda frente a las redondeadas mujeres que gustaban a las derechas, protagonizó alguna película con Federico Fellini - "Satyricon" - y fue la musa efímera de un realizador de vanguardia italiano llamado Carmelo Bene.
Paradójicamente en el cine norteamericano los hombres negros con sex-appel no han tenido tantas dificultades para forjarse una carrera - desde Sydney Poitier hasta Denzil Washington, pasando por Weslley Snipes - como las actrices de color. ¿No las hay? Hablemos de algunas gloriosas excepciones, de Lisa Bonet, por ejemplo, una encantadora criatura, tan menuda como sensual, por cuyo cuerpo corre sangre judía y negra a partes iguales, pero que por desgracia no se ha prodigado mucho tras su impactante debut cinematográfico en "El corazón del ángel" de Alan Parker, un trhiller demoníaco en el que tenía una escena de cama tórrida - y sangrienta - con un Mickey Rourke en plena forma, antes de que le diera por el boxeo. La última aparición en pantalla de la actual esposa de Lenny Kravitz fue en "Alta fidelidad" de Stephen Frears, como la cantante MariaDesalle que seduce a John Cusack, una papel insignificante, un verdadero desperdicio a tanta belleza que fue descubierta en el televisivo show de Bill Cosby cuando tenía quince añitos.
Una actriz negra de exquisita belleza y rostro de ternura sin igual es el de la sudafricana Thandie Newton que interpretaba precisamente el papel de la esclava negra que enamora a Nick Nolte en "Jefferson en París" de James Ivory. Su papel como pobre inmigrante que enamora al amo al que sirve en la hermosa película de Bernardo Bertolucci "Asediada", su aparición junto a Oprha Winney en "Beloved" de Jonathan Demme y su interpretación totalmente blanqueada - realmente parece una muñeca aséptica - como pareja femenina de Tom Cruise en "Misión imposible II" son las últimas apariciones de esta muchacha de redondo rostro y dulcísima expresión. Muy distinta es la belleza angulosa y dura de la fibrosa Ángela Basset, que encarnó a Tina Turner en un espléndido biopic "Tina" y protagonizó el trhiller futurista "Días extraños" con Ralph Fiennes, o la de Vanessa Williams, coprotagonista con Arnold Schawzenegger de "Eraser".
La gran revelación, sin duda, ha venido con el oscar a la mejor interpretación femenina de este año a la deliciosa Halle Berry. Descubierta por Spike Lee en "Jungle Fever" (1991), había intervenido desde entonces en una veintena de rodajes anodinos, entre los que destacó su agradecido desnudo en “Operación Swordfish” con John Travolta, hasta que llegó “Monster Ball”. En la película del suizo Marc Foster ,que gira sobre los amores de un funcionario de prisiones que se encarga de los condenados a muerte y la viuda de uno de los ajusticiados, la bella Halle Berry nos regala con bastante más que una buena interpretación: la larga secuencia en la que se entrega al atormentado Billy Bob Thornton, y se derrite entre sus brazos con un torrente orgasmos, es uno de los memorables momentos de este conmovedor film. De momento esta hermosa mulata se ha enfundado en un bikini a lo Ursula Andress para dar la réplica a Pierce Brosnan en el último Bond que se está rodando en Andalucía. Méritos físicos no le faltan a esta bella miniatura negra – nalgas contundentes y generoso pecho – que no duda en desnudarse si el guión así lo exige y que además es una magnífica intérprete.

El asalto de las pasarelas
Pocas muchachas, sin proponérselo, han hecho tanto para dignificar y llevar a lo más alto a la raza negra hacia el podio de la belleza como la británica Naomi Campbell. De casta le viene al galgo, ya que Naomi le debe mucho a lo que ha heredado de su jamaicana mamá, que a veces parece hermana suya. Pasando por alto sus rarezas de diva, su mala educación propia de una niña caprichosa y rica y sus brotes de mal genio, la Campbell, por mérito de su cuerpo felino - es una mujer musculosa, con nalgas recias, piernas larguísimas y pequeños y delicados pechos -, sus sinuosos andares por la pasarela - estática es guapa, pero en movimiento es un verdadero torbellino que no deja indiferente a nadie - y la perfección de sus rasgos - tiene unos bonitos ojos, una nariz breve y unos labios anchos y muy sensuales, facciones características de su raza - ha disputado el cetro de las pasarelas a la rubia germánica Claudia Schiffer, y sinceramente yo la prefiero. Ha sido Naomi Campbell la artífice para que muchos que se proclamaban racistas estéticos y que negaban toda belleza a las mujeres de color se dieran cuenta de lo equivocados que estaban. La belleza de la Campbell es tan perfecta que hasta una compañía americana que precisamente no se había distinguido mucho por sus esfuerzos por la integración racial, Walt Disney, tomó prestados sus rasgos para trasplantarlos a la bella Pocahontas. Si sus intentos por triunfar fuera de las pasarelas han resultado hasta ahora infructuosos - un disco que no se ha vendido, una novela que no ha tenido mejor suerte y algunas apariciones en películas del montón - no han sido así sus sesiones fotográficas en donde ha ofrecido al planeta lo que sus transparentes vestidos y sus escotadísimas camisas apenas nos ocultaban: sus formas han aparecido en espléndidos reportajes en GQ y en esta revista.
Naomi Campbell y su espectacular ascenso pusieron de moda a las muchachas negras en las pasarelas. Ningún modisto que se precie puede prescindir ahora de ellas; las bellezas de ébano dan esa nota de color y sensualidad que rompe con la frialdad de las epidermis blancas, los ojos azules y los cabellos rubios de las anglosajonas y de las arias, y, además, se mueven mucho mejor.- cuestión de raza, más que caminar, danzan - por la pasarela.
De la nueva hornada de modelos negras ha salido uno de sus más bellos ejemplares, Tyra Banks, una muchacha de delicada piel tostada y bellísimos ojos verdes, cuyo curvilíneo cuerpo de formas generosas y naturales (92-60-92) - grandes pechos, muslos recios, trasero redondeado, caderas pronunciadas y piernas largas - es asiduo de revistas de moda y belleza, siendo la primera mujer de color que aparece en la portada de Sports Illustrated con un traje de baño diminuto. Esta muchacha de aire sano y cuerpo atlético, descubierta en la serie "El príncipe de Bel Air" junto a Will Smith, que serviría para lanzar al escenario un elenco de beldades de color que cortaban el aliento, ha probado suerte en los medios cinematográficos en películas de realizadores afroamericanos - Spike Lee le dio el papel de una call girl que la chica bordaba a la perfección revolcándose envuelta en lencería de lujo en una cama mientras hablaba con sus clientes en "Girl 6"; fue universitaria en la película "Semillas de rencor" de John Singlenton, y ha rodado luego "Infierno" y "Love Change" - y la hemos visto últimamente en "El bar Coyote", pero todavía nadie ha hecho justicia a su espectacular físico ni a su angelical rostro.
Una belleza negra retirada del mundo de las pasarelas y el cine - hacia una breve interpretación en "Memorias de África" - por el ojo clínico de su marido roquero, es la somalí Imán, cuyo rostro, de una belleza serena, forma un atrevido contraste con el cuerpo contundente que la naturaleza le ha regalado, salvo los pechos que la cirugía plástica le ha implantado. Su rostro era de los más bellos y exóticos de las pasarelas y eso es algo que David Bowie no dejó pasar por alto. De la vecina Eritrea, tierra de polvo, hambre y guerra, es una belleza del desierto de contundentes formas (89-58-88) llamada Idat Dahalakwerk. Y también de África es la belleza negra más moderna que corre hoy en día por las pasarelas, la sudanesa de la tribu Dinka Alek Wek, de cara ancha, cabeza afeitada y cuerpo de escultura moderna con brevísimos pechos y pronunciadas nalgas que exhibió en el calendario Pirelli de 1999. Descubierta por el fotógrafo David LaChapelle, su belleza poco convencional no es apta para todos los gustos, puede resultar demasiado moderna, casi galáctica.
Pero no son las únicas. En las pasarelas de moda africana de Senegal docenas de bellezas negras esperan ser descubiertas y saltar al primer mundo.

Las bellas voces de color
De la leona de Tennesse, la abuela vital Tina Turner - una explosiva mezcla de piel roja y de negro, como Jimmy Hendrix - no se puede decir que sea guapa, pero nadie le puede negar que es una mujer sexy y que su cuerpo de más de cincuenta años para así lo querrían algunas treintañeras. Bailar en los escenarios, cimbrear sus caderas, parece haberle otorgado una eterna juventud y embellecido; es ahora mucho más atractiva que cuando interpretaba canciones con el salvaje de Ike Tunner, su maltratador marido.
Grace Jones, la pantera de la música - una foto que dio la vuelta al mundo la retrataba en una jaula, desnuda y a cuatro patas con un rabo pegado a sus satinadas nalgas - siempre jugó con la gravedad de su voz y la ambigüedad de su fuerte físico, tanto en el mundo de la canción como en sus escasas incursiones en el mundo del cine, en alguna película de la serie Bond haciendo de mala malísima.
La voz de terciopelo de la cantante Sade encaja a la perfección con su bello rostro de princesa africana y su estilizado cuerpo. Sade, una de las mejores cantantes del momento, un clásico pese a su juventud y a que espacie mucho sus discos y apariciones públicas, es una de las personalidades más carismáticas del show bussines del ébano y una de sus más guapas representantes.
Muy distinta a ella, con un aspecto entre hortera y aniñado, aunque endemoniadamente sexy gracias a sus generosos escotes y al liviano vestuario que luce en cuantos videoclips promocionales rueda, es la norteamericana Lauryn Hill, de bello rostro enmarcado por peinado rasta y más bello cuerpo color café. ¿La escuchamos o la vemos cuando canta? Más hortera y, encima rubia, es la cantante sexy rapera Lil' Kim, cuyas letras de las canciones haría enrojecer al mismísimo Henry Miller por sus alusiones a las felaciones y sus descripciones de los miembros masculinos. Y un clásico de bello rostro y más bella voz, aunque su cuerpo sea de espárrago y no lo parezca - mérito del fotógrafo - es Whitney Houston, que queda endemoniadamente sexy cuando se arregla, como por ejemplo en "El guardaespaldas", en brazos de su salvador Kevin Costner, con una faldita de lentejuelas que oscilaba alrededor de sus caderas.

Negro gusta y está de moda
Las pieles negras gustan y están de moda. Negras y hermosas son las velocistas norteamericanas, cada vez hay más negras conduciendo programas de televisión. Gustan, definitivamente, al actor Robert de Niro que parece relacionarse sólo con mujeres de esa raza y que, al parecer, ya le gustaban de bien pequeño cuando era un chico del Bronx según contaba en su película semiautobiográfica "Una historia del Bronx". Blancos y negros se han mezclado profusamente en Brasil, en Cuba, en las islas de las Antillas.
El que algunas de sus mujeres de esta raza puedan ser consideradas como las más bellas del planeta, o estar entre ellas, el que cada vez con mayor frecuencia veamos lucir sus felinas siluetas por las pasarelas, en los carteles anunciadores de las vallas, en las revistas de moda, en los spots televisivos o en el cine, es una contribución, frívola si se quiere, a la igualdad entre razas - en eso, en la belleza, también nos igualan - y a desarmar el descacharrante discurso racista. Lo negro es bello, aunque hemos tardado un poco en reconocerlo.



BELLEZAS DE ÉBANO fue publicado en el número 286 de Octubre de 2002 de la revista PLAYBOY. Fue un reportaje que me apeteció mucho hacer y en el que abordé el derrumbe del racismo, de la superioridad de la raza blanca, ante la evidencia de que lo negro era bello, que el maravilloso color de una piel de ébano en nada tenía que envidiar el no menos maravilloso color blanco. El reportaje gustó hasta el punto de que en diciembre del mismo años lo repescó Playboy Italia

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