EL DVD

TRAFFIC
Steven Soderbergh

Tras una carrera errática que se inició con la espléndida “Sexo, mentiras y cintas de video”, merecedora de la Palma de Oro del Festival Internacional de Cine de Cannes de 1989, a la que siguió la extraña “Kafka”(1991), “El rey de la colina” (1993), “Bajos fondos” (1995) y “El halcón inglés” (1999), la carrera de Steven Soderbergh parece confirmarse con el doblete que consigue este año en la carrera de los oscars: estar nominado como mejor director por dos películas, “Erin Brockovich” y “Traffic”, es una hazaña que no todo el mundo consigue. Y más merito tiene, si cabe, tratándose de unos de esos directores independientes en la línea del Sam Mendes de “American beauty” o del Paul Thomas Anderson de “Magnolia”.

“Traffic” es una película notable y original por varias razones. La primera es que una de las más acertadas aproximaciones al mundo de la droga que uno recuerda haber visto y que lo hace de una forma global, poliédrica, acercándonos a todos los elementos implicados gracias a un guión magnífico que pivota entre los que la producen, los que la transportan, los que se corrompen a través de ella, los que la consumen y los que combaten por erradicarla. La segunda es que Soderbergh, para poner en pie esta historia, fusiona a la perfección el trhiller y el falso documental.


Robert Wakefield (Michael Douglas) recibe el mandato gubernamental de combatir la droga en toda su extensión y cercar al cartel de Tijuana, que es el que más droga está introduciendo en EEUU a través de la frontera de San Diego; un ejemplar policia mejicano llamado Javier Rodríguez (un extraordinario Benicio del Toro que se confirma como el mejor actor hispano de USA), intenta, por todos los medios, no ser corrompido por el formidable sistema de primas y servidumbres que genera el mercado de la droga a gran escala; una luchadora mujer llamada Helena Ayala (Catherine Zeta-Jones) se entera, con sorpresa, de que su marido Carlos (Steven Bauer) está directamente relacionado con los carteles que trafican y entran la droga por la costera ciudad de San Diego; y mientras, la hija del zar antidroga Wakefield, la jovencísima Caroline (Erika Christensen), cae una y otra vez en la vorágina de la drogadicción y se adentra en los infiernos de la prostitución para conseguir la letal sustancia.


Los mayores méritos de una película como “Traffic”, señalada con razón como “Vidas cruzadas” de la droga, están en la habilidad con la que Soderbergh engarza las cinco historias independientes que conforman su película dentro de lo que acaba siendo una coherente narración sobre el espinoso problema de la droga, y en el acierto de mezclar dos géneros cinematográficos, el trhiller - “Traffic” es una trepidante historia criminal que, sin embargo, elude elegantemente la violencia explícita tan presente en otras películas de género - y el documental - realistas imágenes que parecen surgidas de cualquier noticiero televisivo - para montar un film denuncia de un didactismo ejemplar.
Rodada cámara en mano por el propio realizador, sin efectos especiales ni explosiones dignos de consideración, “Traffic”, con las reservas de su presupuesto multimillonario de 8.700 millones de pesetas, puede ser uno de los primeros ejemplos de como el dogma del iconoclasta y provocador realizador danés Lars Von Trier - por cierto, injustamente apeado de la carrera de los oscars - está infectando, al menos estilísticamente, el cine norteamericano. Una clarificadora paleta de colores - un ocre amarillento de tierra quemada cuando la acción transcurre en México; tonos gélidos, azulados, en la historia protagonizada por Michael Douglas; lujosos colorines las imágenes que acompañan a Catherine Zeta Jones, que tiene la habilidad de incorporar su embarazo al desarrollo dramático de la historia - se encargan de ubicar al espectador en cada momento, y un montaje magistral da la adecuada coherencia a todo este complejo material que parece haber sido rodado independientemente pero acaba encajando con la precision de una maquinaria de relojería.
Michael Douglas borda su papel de Robert Wakefield, Catherine Zeta-Jones hace la mejor interpretación de su corta carrera, la joven Erika Christensen está desgarradoramente real en su papel de muchacha enganchada a las drogas y Benicio del Toro sencillamente fascina por la calidad y calidez de su interpretación, su perfecta dicción mexicana, pese a que es portorriqueño, y su naturalidad ante la cámara.
El cine de Soderbergh, como el de Mendes, el de Curtis Hamson - “L.A. Confidential” - o el de Paul Thomas Anderson, demuestra la vitalidad de una nueva generación de realizadores independientes que se han propuesto relevar a los clásicos Francis Ford Coppola, Brian de Palma, Martin Scorsese y Paul Schraeder. Bienvenidos sean.

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