LOS RELATOS DE PLAYBOY

Me consta que quedan muy pocos ejemplares para que se agote la tercera edición de mi modesto best-seller PUBIS DE VELLO ROJO ─ 30.000 ejemplares vendidos, uno de los títulos más exitosos de la colección que figuró meses en la lista de los libros más vendidos ─, premio de literatura erótica La Sonrisa Vertical, por lo que con vuestro empujoncito a uno y otro lado del Océano ─ el libro se puede conseguir en cualquier librería de Latinoamérica o por Internet les llega en 4 días a domicilio ─ la editorial Tusquets pondrá en marcha la cuarta edición, algo que me complacerá en grado sumo.
La revista Playboy, en la que escribía de forma regular cuando obtuve ese prestigioso premio, publicó como primicia promocional en su número 136 de Abril de 1990 uno de los capítulos de la novela, EL SÓTANO, que puede leerse como relato independiente. Disfruten, o sufran, más bien sufran, con las líneas que van a leer que, aviso, pueden herir su sensibilidad. Incluso a mí me cuesta reconocerme después de tantos años transcurridos.
Las magníficas ilustraciones son las que acompañaban la publicación y son obra de José Luis Graña

El ganador del premio de narrativa erótica la sonrisa Vertical, en su última edición, es un habitual de los páginas de Playboy. El relato de este mes es un extracto del capítulo titulado El sótano, perteneciente a la novela ganadora Pubis de vello rojo, editada por Tusquets.
Ada, la protagonista, es una joven liberada que disfruta del sexo plenamente y vuelve locos a sus dos acompañantes. El trío erótico compuesto por ella, su amante y un mirón, resulta estremecedor y tentador para el lector convertido, a su vez, en un voyeur.

EL SÓTANO
JOSE LUIS MUÑOZ

El rumor vuelve, insoportable, sórdido, creciendo entre las cuatro paredes del sótano. No conseguirá acostumbrarse a él. Como no puede acostumbrarse al dolor de muelas que le estalla en el cerebro. Es como si, escuchara el roce de sus carnes satinadas por sudores tras los gemidos, es como si aquellos dos cuerpos, ahítos de placer, estuvieran mofándose, sumiéndose en la más abyecta de las humillaciones, desde una esquina de su camastro. Permanece inmóvil y anclado, sin capacidad de respuesta, escuchando el sórdido clamor de los cuerpos ayuntándose. Parecen insaciables, lo son, o sólo lo simulan porque él está allí, tumbado en el jergón, al otro lado de la leve cortina que separa ambos ambientes, y no ignoran su presencia, es más, seguro que incluso les excita saberle tan próximo a ellos escuchándolos, quieto e impotente testigo de su lascivia desenfrenada. Él se venga.
Se remueve en la cama. Y los muelles crujen, y la sábana, que parece haber absorbido como una esponja, la humedad de la estancia, le roza viscosa las piernas desnudas. Pero los muelles de la otra cama aún crujen mucho más, imparables, y los jadeos de ella se superponen a los mugidos de él, multiplicándose, acortando los intervalos que existen entre ellos, hasta casi formar un todo asfixiante que no muere nunca. Es como la banda sonora de una película pornográfica, que no excita, se limita a alterar, a mantener al espectador en permanente angustia por saberse mudo voyeur de algo en lo que nunca va a participar. Parece como si ella intentara demostrar al mundo la inmensidad de su placer con toda la fuerza de sus pulmones. Placer y dolor. Porque a él su placer le duele, le ahoga. Comienza a arrepentirse de todo, a desear con vehemencia que el mal sueño acabe y estar lejos de allí, en cualquier parte, en un sitio ventilado, soleado, y hacer las paces con Emma si aún está a tiempo. Cierra los Ojos, cruza las piernas con violencia, llora de rabia, reprimiendo sus movimientos. La sigue oyendo, la seguirá oyendo aunque tapone sus oídos con los dedos porque el jadeo está en su interior, instalado como un cáncer en su cerebro, y allí va a permanecer aunque consiga huir lejos. Intenta pensar en otra cosa, como, por ejemplo, en qué empleará todo aquel dinero, y comienza a imaginar la cantidad de cosas agradables que podrá hacer con él. Pero no, maldita sea, no puede concentrarse en ello, le resulta del todo imposible hacerlo. Jadeos, jadeos y jadeos, como si estuvieran grabados en playback y no fueran a cesar hasta que el espectáculo porno concluyera. Ha probado a taponarse los oídos con los pulgares, pero sigue escuchándolos, a su pesar, tan próximos que es como si ellos dos estuvieran refocilándose en su propio lecho y desde su extremo le observaran para espiar su expresión de angustia. Él se venga.
No puede más y se levanta. Le duele el cuello, hace frío en el exterior, y más frío aún en ese maldito sótano alquilado en el que el aire de la calle entra por múltiples rendijas. Hay una gran ventana al fondo, que da a la vía, desde la que cualquier peatón que pasee por la acera puede observar lo que sucede dentro si no estuviera corrida una cortinilla de saco que toscamente la obtura. Allí, allí abajo, en el sótano, la sensación de indefensión, vulnerabilidad, ahoga, se hace insoportable. Basta sólo una simple patada en el cristal para que el mundo exterior invada el cubil. Porque no otra cosa es la habitación dividida en dos por una cortina, con un baño, desprovista de luz. Resulta deprimente ver los pies de los viandantes, sus pantalones, sus piernas, y tener que imaginar el resto de sus cuerpos desde el subsuelo. Le duele el cuello por la postura incómoda que ha tenido que guardar aquella noche, la anterior, la otra, y la otra. Le duele por el aire gélido que se cuela por las rendijas que hay bajo la puerta, por los intersticios de la ventana, que permite su paso violento. Un café caliente, nada como un café caliente en estas ocasiones. 0 el calor de la chimenea. 0 el cuerpo tibio de una mujer, de esa mujer que ya no es suya y vibra taladrada por el sexo de otro. Él se venga.
Catorce años antes era al revés. Él estaba sobre ella, moviéndose entre sus abiertos muslos sonrosados, y Paco era un simple voyeur invitado a contemplar el hermoso espectáculo de sus dos cuerpos enlazados sucumbiendo al placer sin límites. Se había sentado en la alfombra, junto a ellos, y observaba sus evoluciones por el suelo de arpillera, Se había desnudado por completo y su pene, excitado, surgía entre sus piernas con la lejana esperanza de desahogar su deseo en el sexo de Ada.
Ada siempre promiscua, siempre provocativa, embutida en sus tejanos, con el jersey negro de cuello de cisne tallándole los senos sin sujetador y su sonrisa, entre burlona y tentadora, prometiendo placeres.
─ ¿Por qué no llevas sujetador?
Y ella se levantaba el jersey en medio de la calle, de los pasillos del metro, del patio de la universidad, para mostrar, como una ensoñación, por brevísimos instantes, sus senos desnudos y perfectos al mismo tiempo que se burlaba de los escandalizados. Ada no había hecho aún la revolución marxista leninista, no se había desclasado, vivía con su padre, médico de profesión, en un piso oscuro del Ensanche barcelonés, recibía de él una asignación mensual para sus caprichos y no tenía mucha fe en la dictadura del proletariado. En cambio, había asumido a la perfección los principios de la revolución y se había empapado de lecturas de Willheim Reich y de los dictados ácratas del mayo del 68 para justificar revolucionariamente sus sucesivas entregas a los hombres desde que los senos se moldearon mágicamente en su tórax y las membranas de su sexo palpitaron ávidas de húmedas sensaciones.
─Me gusta follar contigo ─le decía, besándole en la boca, en la oreja, en la nariz, bajo los naranjos del patio de la universidad, palpando la hinchazón de su sexo bajo el pantalón tejano─. Pero me gustaría hacerlo con otros. Déjame hacerlo con otros además de contigo. Yo te quiero, pero es reaccionario hacerlo sólo con un tío. Lo dice Wíllheim Reich.
─ ¡Al demonio ese Reich! En este aspecto soy un «facha», y tú eres mi chica ─y la ceñía por la cintura, la alzaba unos centímetros sobre el suelo, descendiendo sus manos por sus nalgas circulares ceñidas por vaqueros, y violaba su paladar con su lengua.
─Te quiero.
─Amar es reaccionario. ─Es igual, te quiero. El tipo aquel apareció un buen día. La asediaba. Le pedía apuntes, se sentaba a su lado en clase, la devoraba con la mirada, y ella, provocativa, se la devolvía. Lo escrutaba con sus grandes ojos verdes y se humedecía los labios.
─ ¿Ves a ése que está apoyado contra ~a columna?
Claro que lo veía. Hacía semanas que no le quitaba el ojo de encima, que seguía hasta sus más nimios movimientos, su comportamiento de verdadero perrito faldero con conmiseración.
─Le gusto. Le gusto muchísimo. Porque yo le excito. No para de mirarme. Seguro que está trempado por mí y se masturba pensando que se lo hace conmigo. Y es tan feo, el pobre, que no debe de tener tía para echarle un polvo.
Y ahora el Patito Feo estaba allí, por un capricho de ella, como testigo mudo y excitado de cómo él follaba a la chica de sus fantasías sexuales sobre el suelo de arpillera, y su chica, la pelirroja, retorciéndose de placer, alzando los muslos, apoyando las piernas sobre los hombros de su amante para que él, con su polla, le llegue hasta el cielo de su pequeño coño y la mate de placer. Y a él la idea de tener un mirón mudo de sus ejercicios sexuales no le molestaba, incluso le divertía, nunca había follado en presencia de un observador, y el observador, postrado y excitado, podía incluso transmitirles su sórdido gozo con su tensa presencia y hacer que la calidad de su espectáculo subiera una octava. Habían comenzado desnudándose los tres y bailando abrazados, y él le succionaba los senos mientras acariciaba sus caderas de ánfora mientras el Patito Feo le tanteaba el culo con su verga circuncisa.
─Hazle algo ─le susurra él a ella, señalando con los ojos al mudo asistente de su acoplamiento cuya verga hinchada sobresalía de sus muslos─. Está a punto de reventarle la polla.
Y entonces ella alarga los brazos y toma el pene excitado del observador entre sus manos, y lo acaricia con sus dedos humedecidos de saliva, liberando el glande encendido, siguiendo el ritmo del copulador que taladra con entusiasmo su sexo.
Ada, cuando se excita, prorrumpe en obscenidades, y lo que dice tiene la virtud de llevarla hasta el límite de éxtasis. Comienza a delirar, a hablar de la polla que tiene entre los muslos, de la polla que crece entre sus dedos, de los respectivos glandes, su dureza, la tensión que nota en sus troncos por donde la sangre asciende con el violento bombeo preludio de su cercano éxtasis.
─ ¿Os vais a correr? ─pregunta Ada sin dejar de manipular al observador, curvándose con elasticidad de acróbata hasta conseguir montar sus rodillas sobre sus hombros para que la verga que la penetra le llegue a lugares vírgenes de su Sexo.
El amante que la taladra contesta afirmativamente sin cesar en su excitante vaivén. El otro cierra los ojos y se tensa retrasando su orgasmo.
─ Esperad, aún no. Aguantad, queridos míos. Quiero sentir vuestras dos pollas correrse al mismo tiempo.
Coge la polla del observador y la conduce hasta la superficie blanda de sus senos, y con ellos la acaricia jadeando de placer mientras invita a los machos a culminar su éxtasis sobre ella. Él entra diez veces en el pubis de vello rojo, con fuerza, gimiendo, besando su boca y clavando las manos en sus nalgas abiertas, y explota a la undécima embestida, y ella, excitada, abraza con sus senos la polla tensa del Patito Feo que se corre dulcemente, sin violencias, sobre las cálidas turgencias de los senos que la envuelven, humedeciéndolos desde su base hasta los pezones con el néctar de su placer.
─Otro día ─le promete al hombre masturbado, arañándole el pecho, bajándole y subiéndole la piel del prepucio hasta que su glande se alivia por completo -Te dejaré que entres en el Paraíso, si mi novio te lo consiente.
Desde entonces el Patito Feo había soñado con aquella penetración prometida, y por ello había sido bufón excitado de sus juegos amorosos. Hasta que le llegó el momento.
─Ven ─le dijo un día Ada, borracha de sexo, tras desacoplarse de su amante.
Y él entró en ella, y la amó en silencio, hundiéndose en la vorágine de sus muslos mientras el otro, pálido y crispado, salía de la habitación, se vestía y bajaba a la calle para no oírlos.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
PARTICIPA EN EL SEGUNDO CONCURSO DE RELATO PLAY BOY, EL MÁS ORIGINAL GANARÁ FABULOSOS PREMIOS...
ÉSTAS SON LAS BASES:
1.- Podrán participar autores de cualquier nacionalidad con un relato de tema libre, con una extensión mínima de 8,000 y máxima de 12,000 caracteres contando espacios. Ideal, 10,000. Los relatos que no cuenten con estas características serán automáticamente descalificados.

2.- El relato deberá de enviarse a la dirección de correo concurso@playboy.com.mx en formato WORD o PDF.

3.- El relato deberá de ser inédito y no estar participando en convocatorias alternas a esta al mismo tiempo.

4.- El relato ganador será seleccionado por el equipo de Playboy México y su decisión será inapelable.

5.- El ganador, al aceptar el premio, cede los derechos de la publicación del relato a Playboy México.

6.- El premio consistirá en la publicación del relato en la edición mexicana de Playboy, un viaje a algún destino del caribe mexicano con botetos de avión y estadías pagadas por tres días y dos noches para dos personas, además de $5,000.00 y tres ejemplares de la revista en que se publique el relato.

7.- Los relatos serán recibidos hasta el 30 de octubre de 2009 y el resultado se dará a mediados de noviembre.

SI CONOCES A ALGUIEN QUE ESTE INTERESADO EN PARTICIPAR CON SU TALENTO, PASALE EL DATO POR FAVOR.
MÁS INFORMACIÓN EN www.playboy.com.mx

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