DIARIO DE UN ESCRITOR


Gijón, 15 de julio de 2012


Esta Semana Negra ha tenido un epílogo doblemente emotivo. El primero, el discurso de Paco Ignacio Taibo clausurando el festival y hablando de esos veinticinco años de lucha por mantener el evento negrocriminal más importante del planeta. Sin Paco Ignacio Taibo, y su espíritu combativo, la Semana no existiría. Sus enemigos, los de la Semana Negra, que son muchos, le acusan de falta de diplomacia, egocentrismo, despilfarro y un sinfín de injustas maldades. Hasta de no ser asturiano y sólo mexicano. Somos un país de cainitas y tendemos a crucificar a los que tienen éxito. PIT, que ha puesto su cabeza para que el festival siga adelante, que ha dejado de ser director para asumir, según propias palabras, el papel de auxiliar de redacción de A quemarropa, hizo un discurso emotivo jurando su irrenunciable vinculación al festival al que seguirá acudiendo, aunque sea en silla de ruedas. Puestos en pie, los escritores le aplaudimos durante una eternidad y lo abrazamos, uno a uno, transmitiéndole nuestra solidaridad y fuerza. Se le quebró la voz. Se le saltaron las lágrimas.
En Moreda de Aller, en plena cuenca de la minería asturiana, se produjo el segundo epílogo emotivo. Después de una opípara y contundente comida, a la que nos invitó el alcalde, fuimos a la mina de Hunosa. De una de las torres colgaba, ahorcado, un fantoche con la cara de Mariano Rajoy. Por teléfono hablamos con los cuatro mineros que llevan casi cincuenta días encerrados en protesta por la política del gobierno hacia el sector. Un picador nos explicó la situación e hizo un símil esclarecedor. Del mismo modo que hay diamantes de sangre, hay carbón de sangre. El carbón que importa España es más barato que el que producen nuestras cuencas mineras, pero su extracción se produce sin un mínimo de medidas de seguridad, con unas jornadas agotadoras de trabajo y sueldos de miseria. ¿Qué queremos? ¿Que nuestros mineros trabajen hasta el agotamiento, que pierdan brazos y piernas, que revienten por las explosiones de grisú? Los mineros marcan el sentido de la lucha, son de nuevo nuestra vanguardia. La marcha sobre Madrid fue un éxito. ¿Qué pasaría, me pregunto, si los millones de funcionarios afectados por las últimas medidas de este gobierno intervenido marcharan, con sus familiares, a Madrid y ocuparan la ciudad? Nos despedimos puño en alto y cantando una canción minera.

Ya se produjeron escenas emotivas en las espontáneas manifestaciones de funcionarios indignados. Hubo policías, además de bomberos, entre los manifestantes, y los policías que deberían disolverlos se quitaron los cascos en un gesto de complicidad que se aplaudió. ¿Qué pasaría si todos nos rebeláramos? ¿Qué haría el gobierno ante una insumisión generalizada? Algunos colectivos ya han empezado a desobedecer: los médicos que atenderán a los sin papeles, por ejemplo.
Y regresé a Arán, a la normalidad, tras los abrazos de despedida de rigor. ¿Habrá Semana Negra el año que viene? Todos nos los preguntamos porque ésta tuvo un aire fúnebre de fin de época. Crucé Asturias, Cantabria, el País Vasco. Seis horas y media conduciendo. La mitad del trayecto, por autopistas francesas. Cuando entré en Francia sintonicé una buena emisora de música. Escuche las Cantigas de Santa María versionadas por Jordi Savall. Luego, un recital de jazz. Duró la sintonía hasta que entré de nuevo en España. A la una de la madrugada, casi llegando, un ciervo cruzó la carretera. Pude evitarlo. Ya estaba en casa.

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