SOCIEDAD / LOS JUEGOS DE TRONOS DE LA IZQUIERDA ESPAÑOLA
LOS JUEGOS DE TRONOS DE
LA IZQUIERDA ESPAÑOLA
Imagino
que no soy el único de los muchos votantes que depositamos la papeleta en la
urna, para que un gobierno de izquierdas y progreso diera paso a la asfixiante
dictadura democrática del PP que nos ha empobrecido económica, cultural y
socialmente en sus cuatro últimos años de reinado, que está estupefacto ante el
lamentable espectáculo que están dando las llamadas fuerzas de progreso de este
país.
La
división de la izquierda española es un mal endémico e histórico, y, a veces,
hasta de consecuencias trágicas (a la guerra incivil me remito). Frente a la
rocosidad de las derechas, unidas por unos comunes intereses, las izquierdas
pierden su oportunidad hablando del sexo de los ángeles.
Lo
que ha pasado desde las últimas elecciones democráticas, que uno ya no sabe
cuándo se produjeron, hasta el día de hoy, se puede equiparar a ciertos ritos
de apareamiento muy comunes en el reino animal y que bordean lo ridículo. El
gurú de la nueva izquierda, Pablo
Iglesias, imbuido de una soberbia alarmante y enfermo de un egocentrismo
preocupante, se postuló como vicepresidente de un hipotético gobierno
progresista vía televisión (toda una novedad estratégica), sin cruzar una sola
palabra con el hipotético presidente al que iba a echarle una mano,
generosamente, para meterlo en la Moncloa. Como Pablo Iglesias no es tonto, sino todo lo contrario, sabía que su
inaudita propuesta (sin haber hablado antes con el PSOE) lo único que iba a
hacer, y así lo consiguió, era que saliera toda la caverna (y hayla, y mucha: Corcuera, González, Guerra…) del
partido del otro Pablo Iglesias a
arremeter contra él por sus modos deliberadamente humillantes. Ni la modestia, ni la diplomacia, figuran
entre las virtudes del estratega Pablo
Iglesias. El líder de Podemos consiguió lo que se proponía, descolocar al
PSOE, visualizar su fractura interna y poco menos que imposibilitar ese pacto
de progreso que con la boca grande dice querer.
El
segundo acto del cortejo fue ese encuentro amoroso (e infiel, dos puertas más
allá y al mismo tiempo, un ejemplo de promiscuidad política pocas veces visto:
un marido saltando de una cama a otra simultaneamente) entre Albert Rivera, el líder de la, hasta
ese momento, marca blanca del PP, y Pedro
Sánchez, que acabó con un documento rubricado por ambos, absolutamente
inútil, y dejaba en entredicho esa mesa en donde estaban hablando de programas
y de un hipotético gobierno de colación PSOE, Podemos y sus marcas autonómicas
e Izquierda Unida, cuyo dirigente Alberto
Garzón es el único personaje cabal en todo este sainete de encuentros y desencuentros.
La
ópera bufa tendrá su tercer acto en esa investidura, a todas luces fallida, del
candidato Sánchez que echará las
culpas de su fracaso a esas fuerzas progresistas a las que plantó con su pacto
a Ciudadanos. Frente a la torpeza de Sánchez,
que se suicida políticamente y puede ser descabalgado del PSOE como candidato a
unas próximas elecciones por la candidata Díaz,
tan querida en Andalucía como odiada en el resto de España, la soberbia de Iglesias creyéndose el rey del mambo y
más atento a crear un conflicto interno dentro del socialismo histórico que de
dejarse la piel, como dijo él, en unas negociaciones que hubieran acabado en un
gobierno de progreso que habría puesto fin a tanto desvarío amputador del PP.
Pensando ambos en la ciudadanía, como se ve.
Dos
escenarios posibles. O vamos a nuevas elecciones, lo más probable, con lo que
vamos a perder unos cuantos meses preciosos para revertir todos los
despropósitos del PP de su última legislatura, o, tras esos dos intentos
fallidos, se vuelven a sentar las fuerzas progresistas en esa mesa que los de
Podemos y sus marcas abandonaron precipitadamente. Confía entonces el
maquiavélico Pablo Iglesias toparse
con un Pedro Sánchez debilitado que
se rinda a sus exigencias, porque no le quede otra, pero corre el peligro de
que eso no suceda (la contestación interna del partido, harto del juego
humillante del líder de Podemos, se lo impedirá) y dentro de unos meses se
vuelvan a ver las caras en las urnas.
No
sabe Pablo Iglesias, o no ha hecho
el cálculo, que, aunque se produzca ese soñado sorpasso del PSOE, tan ansiado por Julio Anguita, en unos próximos comicios, lo que está por ver
(muchos de sus electores se están dando cuenta de a qué juega el líder
soberbio), su futurible como presidente de la nación pendería de llegar a un
acuerdo con el PSOE y que entonces, éste, con toda la razón del mundo, le daría
a probar su propia medicina. Es la aritmética, querido Pablo.
Cuando
el ascenso es rápido,
la caída puede ser brutal
Un
libro sobre las favelas, Salvador de Bahía y el mundo del fútbol profesional
narrado en primera persona por Humberto da Silva, menino da rua que quiere ser
Pelé. Una novela épica sobre la banalidad del éxito y la contundencia del
fracaso, llena de sensualidad desde la primera a la última línea, a ritmo de
berimbao y samba.
Humbero da Silva, un juguete
roto.
Ascenso
y caída de Humberto da Silva fue finalista
del premio Fernando Lara y seleccionada para los premios Ateneo de Valladolid y
Mario Vargas Llosa.
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