CINE / EL HIJO, DE FLORIAN ZELLER
Últimamente,
y seguramente a causa de la pandemia, las enfermedades mentales han crecido de
forma exponencial y resulta común encontrar algún familiar, amigo o conocido
que tenga en su círculo más próximo un enfermo de estas características. Sobre
ese tema, el de los conflictos entre padres e hijos afectados por algún
desequilibrio mental, el canadiense Xavier Dollan regaló a los cinéfilos la
extraordinaria Mommy hace más de un
lustro, una película atravesada por el dolor de una madre que no sabe qué hacer
con su hijo, bipolar y con frecuentes accesos de violencia, y que toma,
finalmente, la dura decisión de encerrarlo en un centro psiquiátrico cuando
tira la toalla.
La
película del dramaturgo y director de cine francés Florian Zeller (París, 1979)
va por los derroteros de la de Xavier Dollan, pero aquí es el padre, sobre
todo, quien tiene que lidiar con la situación y no recurre, y ahí el error, a
los servicios psiquiátricos, o los rechaza cuando se le ofrecen por el chantaje
emocional de su hijo. Siguiendo la huella que causó la magnifica película
anterior El padre sobre el Alzheimer,
de la que El hijo es una precuela,
este nuevo film del director francés se centra en la desorientación y el
inmenso dolor que comparten padre y madre de un muchacho que no se acaba de
adaptar a la sociedad y al que la vida, literalmente, le viene grande.
Cuando
Kate Miller (Laura Dern) ya no sabe cómo manejar a su depresivo y melancólico
hijo Nicholas (Zen McGrath), este decide volver con su padre separado, el
brillante asesor político Peter Miller (Hugh Jackman) que ha rehecho su vida
con la joven Beth (Vanessa Kirby) con la que acaba de tener un bebé. El encaje
del problemático Nicholas en ese nuevo hogar provocará tensiones en la pareja y
no será nada fácil porque el hijo le reprocha constantemente a su padre que
abandonara a su madre por su nueva compañera y rompiera la burbuja de felicidad
familiar en la que había crecido.
Sin
aspavientos ni subrayados innecesarios, con un rigor extraordinario para
mostrarnos lo que son esos trastornos mentales no tan infrecuentes, Florian
Zeller consigue que empaticemos con todos los personajes de la función, padre,
madre e hijo, extraordinariamente bien trazados, y que nos duela
particularmente la actitud de Nicholas que se convierte en un absentista en el
nuevo instituto en el que es matriculado, no socializa con nadie y parece
siempre ausente a pesar de todos los esfuerzos baldíos de sus padres para
encajarlo en la sociedad. En un momento determinado, el hijo le dice a ese
padre, al que le reprocha en parte su infelicidad, una frase determinante sobre
su estado mental y emocional: la vida me supera.
Melodrama
exquisito El hijo que se va cociendo
a fuego lento y tiene escenas memorables como cuando ese padre, que siempre
está absorbido por su trabajo, decide desinhibirse y da unos pases de baile
discotequero para aleccionar a su hijo, consiguiendo un maravilloso instante de
complicidad con él y su pareja Beth; el encuentro de Peter con su severo padre,
el político Anthony Miller (Anthony Hopkins), que se desentendió de él cuando más lo
necesitaba y a quien teme parecerse; la visita, figurada, del hijo,
perfectamente equilibrado ya, a su padre que le regala un ejemplar de su libro La muerte puede esperar; o ese flash back
luminoso y alegórico en el que Peter enseña a nadar a su pequeño Nicholas
(George Cobell) en el mar en calma de un paraje del Mediterráneo. Nada fue
suficiente a pesar de que fueron buenos padres o lo intentaron.
El
drama de Florian Zeller plantea un sinfín de interrogantes que afloran a lo
largo del largometraje sobre si se debe renunciar a la propia felicidad
sentimental en beneficio de la estabilidad familiar, o cómo tratar un problema
al que los padres no pueden poner solución y sí los médicos y terapeutas, o
cuál es el sentido de la vida o si esta no tiene ningún sentido, algo que suele
plantearse en la adolescencia, la etapa humana más vulnerable en la que uno se
hace un sinfín de preguntas y muchas de ellas no tienen respuesta.
Film
sobre el amor paterno y materno, también el filial, que sufre por hacer sufrir
a sus padres, las carencias afectivas y las disfunciones mentales que pueden
dinamitar relaciones como la de Peter con su joven pareja Beth, y sobre el
complejo de culpa que se instala en los que luchan, sin éxito, por meterse en
la cabeza de esos vástagos que se preguntan qué hacen en el mundo y por qué es
necesario vivir. Película tan bella como dolorosa en la que brillan unos
actores, especialmente Hugh Jackman, del que estamos acostumbrados a ver en un
registro muy diferente y casi siempre testosterónico, en estado de gracia
absoluta. Conmovedora y humana tragedia que, a pesar de estar basada en un
texto teatral, es muy cinematográfica, y revalidación, una vez más, del talento
de Florian Zeller que ha escrito el guion junto a Christopher Hampton, uno de
los mejores escritores cinematográficos vivos con piezas en su haber tan
notables como Carrington, Las relaciones peligrosas o Un método peligroso entre otras.
Una de las fronteras más peligrosas del mundo, la que separa Estados Unidos de México, un cruce de pasiones y violencia y dos personajes enfrentados: Mike Demon, un agente de seguros de oscuro pasado, y Fred Vargas, un policía corrupto.
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