LITERATURA / ENTRE LOS MUERTOS, DE MIKEL SANTIAGO
No oculta el autor su devoción por el cine de Alfred Hitchcock desde el título mismo de la novela, que remite directamente al original de Vértigo, y a la frase del encabezamiento, una cita del mago del suspense. Podríamos hablar de una novela homenaje que se sirve de algunos de los trucos del director de cine para sorprender al lector, y lo hace con enorme pericia y oficio Mikel Santiago (Portugalete, 1975) desarrollando un argumento interesante y original que atrapa al lector en sus casi quinientas páginas, lo que ya es un mérito.
Entre los
muertos es
el cierre de la Trilogía de Illumbre, el pueblo imaginario del País Vasco
creado por el autor cuyas entregas anteriores fueron El mentiroso y En plena noche.
Nerea Arruti, una ertzaina de personalidad acusada y solitaria que presta sus
servicios en esa localidad inventada, ha de investigar un supuesto asesinato en
la que ella está directamente involucrada ya que con la víctima, un reconocido
forense, mantenía una relación sentimental clandestina por estar casado con su
mejor amiga. En su doble papel de investigadora, pero también incriminada, porque oculta en todo momento su vinculo
personal con el muerto y atenta contra la deontología policial, va descubriendo
una serie de secretos que su amante le había ocultado que tienen relación con
la extraña muerte de un joven, años atrás, que fue archivada como suicidio.
Mikel Santiago resuelve bien
los pasajes más violentos de su novela —En mi pantalla
apareció un rostro desfigurado por un golpe tremendo. El único ojo que se
distinguía estaba perdido en algún punto en lo alto de la cúpula ocular. La
carne de los bordes de la herida había adquirido un extraño tono azulado, la
lengua asomaba por una esquina... —, adorna la narración con un escenario paisajístico misterioso e
inquietante —Llovía sobre un mar oscuro y
rugiente según conducía hacia la casa de Patricia. Se podían ver las olas
estallar en espuma entre las rocas a los pies del faro Atsur. Era como si el
océano se hubiera enfadado y se dedicará a soltar latigazos a diestro y
siniestro. —y consigue que el interés
del lector no decaiga dosificando las sorpresas .
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