LITERATURA / LA LAPIDACIÓN DE SONSOLES
Mucho se ha hablado, en los medios
literarios, de la poca calidad de la novela ganadora del último premio Planeta
a raíz de una reseña de lo más hiriente aparecida en el diario El País, imagino
que en su semanal Babelia. Podríamos estar semanas hablando sobre la
profesionalidad y seriedad de ese medio literario que brilla por su ausencia.
Babelia en muchas ocasiones, y sobre todo para la competencia (y Planeta y
Random House, propietaria de Alfaguara, son dos medios enfrentados por copar el
mercado editorial español), destroza, por sistema, lo que publica Planeta. De
todas formas, esa reseña negativa e hiriente (no creo que a Sonsoles Ónega la
hiera especialmente después de haberse embolsado el millón del Planeta)
poco va a influir en los compradores y lectores de la novela. Otra cosa es el
jurado, formado por prestigiosas figuras de la cultura, a las que un fallo de
esa naturaleza les desprestigia, y me refiero sobre todo a Rosa Regás, a quien
conocí porque me premió como jurado en el Café Gijón, y a Pere Gimferrer, al
que también conocí cuando intentaba publicar en Seix Barral y firmaba con un
lenguaje pomposo las cartas de rechazo de los originales que le enviaba.
Recuerdo que le gustaba mucho la palabra “incardinar” y que perdía literalmente
los papeles las veces que me cité con él en su despacho de la calle Balmes en
donde entonces estaba la sede de la editorial. Pero tampoco creo que los
miembros de ese jurado se sientan muy afectados por esa maldita reseña cargada
de mala uva que también dispara contra ellos. Juan Marsé, el de la estampida
por el premio a María de la Pau Janer, solo hay uno.
A estas alturas nadie con dos dedos de frente
y criterio literario puede dudar que el Planeta es un premio amañado al que no
vale la pena presentarse. La fiesta del Planeta es una gran operación de
marketing de la editorial que concita cierta expectación porque además la cena
suele ser muy buena, y doy fe de ello por las dos veces que tuve el privilegio
de asistir, pero nada más. Cada empresa es libre de gastarse el dinero como le
plazca si luego los resultados económicos de dicha inversión son aceptables y
compensan un dispendio glamuroso como este. El Planeta lo han ganado buenos
novelistas como Juan Marsé, Jorge Semprún, Gonzalo Torrente Ballester, Manuel
Vázquez Montalbán, Mario Vargas Llosa y Francisco González Ledesma, y no
precisamente con sus mejores novelas, y pésimos como Fernando Savater, Fernando Sánchez Dragó, Javier Sierra,
Dolores Redondo, Maruja Torres y un larguísimo etcétera. No se trata de un caso
de corrupción literaria porque todo el mundo sabe que es un tongo, como lo son
un sesenta por ciento de los premios que se conceden en nuestro país y los
jurados se prestan a ello.
En cuanto a las reseñas negativas o positivas es cuestión de filias y fobias muchas veces y del precio que se está dispuesto a pagar por ellas. Desconfío por sistema de los reseñistas por esa razón, pero confío ciegamente en el criterio de mis colegas y de amigos que son buenos lectores. Las veces que me he aventurado a leer libros avalados por críticas internacionales de diarios de prestigio, la decepción ha sido mayúscula. Las grandes editoriales, en sus departamentos de marketing, cuando publican un libro, ya incluyen la compra de reseñistas en medios de prestigio o audiovisuales. Muchas veces se ahorran esta última partida al escoger a un escritor mediático. Hay reseñistas a sueldo como hay científicos que niegan el cambio climático, periodistas terraplanistas o políticos que te montan una guerra en cualquier parte del planeta. Todo está en venta. La calidad literaria en el premio Planeta es un oxímoron.
Comentarios
Nunca he leído un Bestseller ni lo leeré y menos un Premio Planeta, que entre el valor del premio y la inversión de la recepcción, podrían ayudar a muchas personas con necesidades básicas.
Gracias por tu mirada justa y real del acontencimiento más mediático y nada literario.