CINE / VERMIN: LA PLAGA, DE SEBASTIEN VANICEK
Lleva años buena parte de la cinematografía
gala centrándose en la banlieu con historias duras ambientadas en esos barrios
de la marginalidad protagonizadas por quienes no tienen ocho apellidos
franceses, así es que casi simultáneamente al estreno de Rodeo llega esta
película no apta para aracnofóbicos, hasta el punto que podríamos hablar de un
subgénero.
En un bloque de viviendas pobres a las afueras de París a un coleccionista de insectos y especies exóticas que sueña con montar un terrario, se le escapa una peligrosa especie de araña capturada en el desierto del Sahara (una de las escenas más impactantes, al inicio de la película, es su captura con consecuencias letales para uno de los cazadores). La araña burla su encierro, se reproduce y muta provocando el terror entre los vecinos del inmueble a los que la policía no deja salir para que no se descontrole la situación.
Hay en Vermin:
la plaga un maridaje entre cine social (comunidad marginada, corrupción
policial) y de monstruos que no acaba de cuajar. Sebastien Vanicek describe las
tensiones entre el variopinto vecindario de ese bloque de viviendas del que
prácticamente no sale la película y nos habla de la solidaridad necesaria para
solventar una situación estresante como es esa plaga de arañas que tejen sus
redes incansablemente y resultan ser fotofóbicas. El director modula bien la
tensión de la película, que va in crescendo, dirige un buen elenco de
actores desconocidos que interpretan sus papeles con naturalidad, se sirve de
buenos efectos especiales y hasta hay algún conato de humor (la mujer de la
limpieza oriental bien pertrechada con frontal e insecticidas que se enfrenta a
la plaga) pero hacia el final de la película desbarra en ese enfrentamiento
absurdo entre policías antidisturbios (que utilizan sus armas de fuego en vez
de los más pertinentes lanzallamas) y arácnidos que han multiplicado por mil su
tamaño. Eso sí, al espectador le pica el cuerpo todo el rato, así es que misión
cumplida.
PREMIO FRANCISCO GARCÍA PAVÓN
Lo pensé al leer la excelente novela de José Luis Muñoz 'Lluvia de níquel', la cual les recomiendo con entusiasmo. En sus páginas, el autor describe a la perfección el sonambulismo, desorientación y 'vampirizamiento' que sufren los jugadores de máquinas tragaperras en los casinos de Las Vegas, donde no hay ventanas ni relojes para que se pierda la noción del tiempo, las copas son gratis y la comida muy barata. Llama la atención en la novela el que los pobres diablos se tiran horas y horas jugando con máquinas mecánicas, de palanca y de composición muy simple: tan sólo tres rodillos de frutas; el premio máximo son las tres cerezas. JUAN BAS
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