SOCIEDAD / NAVALNY Y OTROS CRÍMENES DE ESTADO
Se venía venir cuando tomó la temeraria
decisión de regresar a Rusia. Se confirmó cuando lo trasladaron a esa prisión
llamada Lobo Polar en el Ártico. Navalny se había metido directamente en la
boca del lobo Putin y se atrevía a carcajearse de él por sus calzoncillos
impregnados de Novichok, que estuvieron a un paso de llevarlo a la muerte, en
sus propias fauces. De Putin nadie se ríe. Navalny era un narcisista extremo
que jugó con fuego y se quemó. Rusia está gobernada por un mafioso que tiene a
sus órdenes toda una banda de sicarios que matan en Londres o en España, hoy
mismo, a ese desertor del ejército. Polonio o Novichok, o tiros por la espalda.
Oponerse a Putin es jugar a la ruleta rusa con la muerte. Y el zar aguanta como
aguantó Stalin por el imperio del terror. Periodistas y opositores son el
blanco principal de ese cinturón negro de judo que, de dejar el poder, podría
engrosar la lista de villanos de las películas de 007 y él estaría encantado de
representar su propio papel con muertes reales.
Mientras el cadáver de Navalny es limpiado de
todas las sustancias tóxicas con las que fue envenenado, se dirime en Londres
la extradición de Julian Assange a Estados Unidos en donde se enfrenta a 170
años de prisión, es decir, a la muerte en vida. El hacker australiano ya ha
dicho que se suicidará si Londres lo extradita. Lo extraño es que siga vivo
después de su encierro forzoso en la embajada de Ecuador y su encarcelamiento posterior. El crimen de
Assange es haber revelado asesinatos y torturas de Estados Unidos en las
guerras de Afganistán e Irak. Los asesinos salen de rositas y él pringa con su
libertad y posiblemente su vida. No son muy distintos los métodos del FSB, el
sucesor del KGB, de los de la CIA. El FSB ha sido objeto de choteo por parte de
Navalny a costa de sus calzoncillos envenenados, y la CIA estuvo durante años
utilizando métodos de Mortadelo y Filemón para acabar con Castro, incluido uno
que lo dejaría sin su característica barba y otro con piernas de mujer, porque
el dirigente cubano no solo se pasaba el día hablando por los codos sin
parar.
Estamos acostumbrados a que nuestros
gobernantes asesinen, lo hemos asimilado y aceptado como que suban los precios:
es lo que toca. En realidad el mundo funciona como una sociedad mafiosa
planetaria en donde unos caen en desgracia, por débiles, y son eliminados sin
miramientos como hacía Al Capone / Robert de Niro en esa terrible escena de Los intocables descalabrando con un bate
de béisbol a quien le hacía sombra. Nicolas Sarkozy liquidó a Gaddafi para no
pagarle la deuda contraída por sufragar su campaña electoral (los hay
desagradecidos) y dejó un país ingobernable y el panarabismo descabezado, de
paso. A Sadam Hussein lo colgaron rápido, tras arrasar su país, no fuera a
confesar que las armas de destrucción masiva, vendidas por los que le
invadieron, se las había gastado todas con los kurdos. Aquí, en nuestro suelo,
una tal X montó un tinglado formado por policías, guardiaciviles y mafiosos
llamado GAL para ajustar cuentas con ETA. Los servicios secretos franceses
hundieron el Rainbow Warrior de Greenpeace y mataron a uno de los activistas.
Los asesinatos cometidos por el Mossad israelí en el mundo se cuentan por
centenares, y, por cierto, entre ellos Yasser Arafat en cuyas ropas se
encontraron elevadas dosis de polonio, lo que demuestra que Putin no es tan
original.
En las relaciones internacionales impera sencillamente la ley de la selva, ni más ni menos, por mucho invento de la ONU que las potencias interesadas bloquean constantemente y es un organismo sencillamente inoperante. Los narcos mexicanos asesinan porque pueden; los hutus asesinaron a los tutsis de Ruanda porque pudieron; las maras aterrorizaron Centroamérica porque pudieron; Milosevic asesinó a los bosnios mientras pudo; Estados Unidos organizó un sinfín de golpes de estados en América Latina y destrozó Oriente Medio de cabo a rabo porque pudo; China se quedó con Tibet porque pudo; Rusia invade Ucrania porque puede; Netanyahu extermina a la población de Gaza porque puede, y así sucesivamente.
Ese es el orden mundial.
PREMIO DE NOVELA FRANCISCO GARCÍA PAVÓN
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