SOCIEDAD / MONDO CANE: GAZA, EL CAMPO DE EXTERMINIO DE ISRAEL

 


En 1962 se filmó un documental sensacionalista llamado Mondo cane por un terceto de directores italianos llamados Paolo Cavara, Gualteiro Jacopetti y Franco Prosperi. Era una vuelta al mundo a través de sus excentricidades y sus horrores, que ya eran muchos, los segundos, por entonces. Contra todo pronóstico, seguramente por algún despistado de los censores franquistas, se pudo ver el documental siete años más tarde en España, imagino que con algún corte. Si vivíamos en un perro mundo en 1962, ahora ya no sé qué calificativo darle al de ahora


Nunca imaginé que la humanidad iba a ser tan cainita y que unos tipos en Israel, unos malnacidos aunque sus madres no tienen ninguna culpa de haber engendrado monstruos, iban a copiar los métodos de los que a sus ancestros los gasearon por millones, ni que la humanidad asistiera, insensible, al asesinato masivo de niños, mujeres y ancianos que no pueden defenderse, que un ejército fuera tan sanguinario y cobarde como el Tzáhal que mata masivamente civiles desarmados como hacían las Wafen SS. Y eso pasa todos los días. Lo vemos en nuestras pantallas del televisor, escuchamos los alaridos de dolor insoportable de esos padres y madres que tienen que enterrar a sus hijos o esos niños que quedan desamparados porque han perdido a sus familiares.  


Los alemanes durante el Tercer Reich, o los polacos vecinos de Auschwitz, también sabían lo que les pasaba a judíos, gitanos, homosexuales e izquierdistas, esa morralla que era un vulgar excedente que eliminar y salía por la chimenea de los hornos crematorios, aunque no lo vieran por televisión como ahora vemos tanta sangre y destrucción en nuestras pantallas. Y callaron, y miraron hacia el otro lado, y lo mismo hicieron los aliados cuya prioridad jamás fue la liberación de los campos de exterminio. Escribí, precisamente, un libro que tanto era una novela como una reflexión sobre la maldad humana y sus raíces que se llamó El mal absoluto. Quizá debiera hacer una segunda parte narrando lo que está sucediendo en Gaza.


El mundo está cada vez más atolondrado y deshumanizado porque gradualmente se han perdido los valores morales. A mí, en particular, no sé si Zuckerberg u otro de sus discípulos, me señalan el blog con una alarma de altamente peligroso y nocivo porque reproduzco el cartel de una película rusa, DAU. Natasha, en donde se muestra un culo femenino entre sábanas. ¿Qué tiene de malo un culo? Cada uno tiene el suyo. Pues para Zuckerberg, o quien sea de esa liga hipócrita de la moral, el culo de una mujer es altamente peligroso y para acceder a esa entrada el lector tiene que dar una serie de pasos y hasta identificarse y decir que es mayor de edad y que asume las consecuencias de ver ese culo del cartel oficial de la película. Un culo es un culo. ¿No se lo ve el suyo Zuckerberg, o quien sea, cuando se ducha? ¿No tiene culo?

Pero la estupidez humana salta fronteras, y mares. Leo que en el festival de Cannes prohíben que las mujeres vayan con vestidos vaporosos o transparentes, y obligan a los caballeros a que vayan con smoking. Claro, los pechos y los culos femeninos son peligrosos, distraen al personal, pueden provocar atascos en la alfombra roja, tropezones. Y eso en Francia, porque Cannes está en el país de Macron, esa nación que inventó el libertinaje, el bidet, la guillotina y los macaron. 


Puede que todo este cabreo que tengo sea infundado, venga de pertenecer a una generación de libertinos y rabiosos radicales orgullosos de serlo. Sí, éramos tan radicales que salíamos a la calle a detener la guerra de Vietnam, que fue la primera televisada, y la fuerza de millones de personas, en Europa y al otro lado del charco, en Estados Unidos, en donde morían los chavales en una jungla inhóspita después de haber achicharrado con napalm a hombres, mujeres y niños en sus poblaciones en viajes lisérgicos tan bien retratados por Francis Ford Coppola, paró esa masacre después de dejar millones de muertos que tenían los ojos achinados y cincuenta mil norteamericanos, fíjense, bastantes menos que los civiles masacrados en Gaza por el ejército cobarde y genocida de Israel. Participé en las jornadas libertarías de Montjuic, en Barcelona, y allí se veían un montón de culos, masculinos y femeninos, y hasta se hacía el amor entre los arbustos. Fui hippie en una comuna de la Floresta y durante años declaré la guerra al consumismo porque los estantes de mi librería eran cajas de fruta y allí lucían muy bien los cronopios y las famas de Cortázar. Mi primer escrito se publicó en la revista Ajoblanco, el faro de la contracultura que parió Pepe Ribas. Éramos hijos del festival de Woodstock y del Mayo 68. Soñábamos que bajo los adoquines de las calles estaba la arena de las playas. Ocupábamos las universidades, hacíamos asambleas y nos partíamos el pecho con los temibles grises del franquismo.


Mi generación de libertinos y radicales rabiosos habría quemado todas las embajadas de Israel desde Reikiavik a Tombuctú de producirse una masacre como la que tiene lugar ante nuestros ojos a diario en Gaza y Cisjordania, habría asaltado el parlamento para exigir la ruptura de relaciones con un estado genocida, se habría manifestado a diario contra Donald Trump, Milei, Meloni, Orban, Putin y demás gentuza, habría desacatado a jueces como ese que se llama Peinado y que para interrogar al ministro de Justicia se hizo traer una tarima, para estar más alto que él, y le preguntó al presidente del gobierno si conocía a una tal Begoña Gómez y si tenía algún parentesco con ella.


El problema de este mondo cane de estúpidos borregos que tenemos es que los de mi generación se van yendo, asqueados y aburridos de la vida, frustrados, y que los nuevos progres, la de esa izquierda arcoíris (definición de mi gran amigo el Filósofo Rojo) que separa en vez de unir, pierde tiempo y energías en hablar del sexo de los ángeles en vez del problema de la vivienda, por ejemplo, de los fondos buitres, de la gentrificación que expulsa a los habitantes de las ciudades, de la carcoma del turismo, de la cesta de la compra, de la emigración ordenada desde origen y de tantas cosas que sí importan. Ahora muchos jóvenes de este país, además de declararse machistas, homófobos y racistas, reivindican a un dictador sanguinario, gris y mediocre al que mi generación estuvo combatiendo y murió en la cama, para nuestro bochorno, el que, de vivir, los perseguiría.  


Pertenezco a esa generación que leía mucho, que tenía espíritu crítico, que iba a las bibliotecas, que debatía en los cineclubs cuando se acaba de proyectar una película, que discutía en las plazas, que se asociaba con sus vecinos para mejorar la situación de los barrios, que luchaba por una universidad abierta a todos, que tenía principios y era muy moral, aunque fuera muy libertina, porque buscaba el bienestar de la humanidad y el fin de la explotación del hombre por el hombre. Ahora ya no hay ni Sonrisa Vertical ni Fuente de Jade, dos colecciones de literatura erótica punteras en aquella época, sino Megan Maxwell y sombras de Grey. Ahora sería impensable el rodaje de El último tanto en París, Saló o El imperio de los sentidos, a Mappelthorpe le quemarían las fotos de sus penes erectos y brillantes y sus magníficos y musculados culos de negros y a Helmut Newton lo correrían a zapatazos las feministas por retratar mujeres desnudas y poderosas y le dirían que las cosifica cuando realmente les da poderío, que la palabra me gusta mucho más que empoderamiento. Por un culo, o medio culo, porque creo que ni siquiera era entero, Zuckerberg, o quien sea, me amonesta como hacían los padres claretianos cuando iba al cole. Eso está muy mal, niño. Y ni siquiera un culo es una parte pudenda.


Los progres de ahora, porque los de antes es especie en extinción que será corrida a gorrazos cuando llegue a nuestro país la extrema derecha, o gaseada como los izquierdistas lo fueron por las hordas del III Reich, porque esa execrable extrema derecha que odia al adversario llegará al poder por nuestra culpa y por esos idiotas que votan contra sí mismos y que son los peores como dijo en una de sus frases lúcidas Pepe Mújica —No hay peor enemigo de un pobre que el pobre que vota al rico que hace pobres a los dos—, ya solo se manifiestan con un like, con eso creen que tienen bastante, les da pereza salir a las calles a gritar que ya no se puede aguantar esta masacre inhumana que se está produciendo ante sus ojos: ¿Eres palestino? Jódete y muere. Qué lejos quedan las manifestaciones por la dignidad, que colapsaban la capital de España antes de que Ayuso conquistara Madrid con terrazas y cervezas, o las de la guerra de Irak en donde la gente no se movía porque no había espacio y los centros de las ciudades se colapsaban con mareas humanas de millones de indignados. Toda esa gente se ha ido cansando, o se ha muerto, de asco y tristeza, o se queda en casa, desalentada, con el convencimiento de que la guerra está perdida, que todo eso por lo que lucharon y trasmitieron a sus hijos, se ha ido por el desagüe, mientras son los jóvenes cachorros del fascismo los que toman las calles y los israelíes se colocan la esvástica para asesinar palestinos.


En el gobierno de Israel se habla de limpiar Gaza, de exterminar a toda la población, barrer la suciedad que emponzoña esas maravillosas playas en donde Donald Trump quiere hacer un negocio inmobiliario espectacular. Es costoso hacerlo a tiros o a bombazos, y estresante por el ruido de los disparos y las explosiones, y la sangre que es muy escandalosa. Para hacerlo de forma masiva y sin estresar a sus verdugos, el III Reich utilizó el gas Zyklon que era más efectivo y silencioso a la hora de asesinar en masa. Israel no va a utilizarlo, pero no descartaban algunos de sus ministros en echar alguna bomba atómica para aplanar más el territorio y evaporar millones de cadáveres y sobre sus restos elevar esa Riviera Mediterránea que obscenamente planea la internacional de los malnacidos.


Hay que decir bien alto y claro que hay malos en la tierra, que esos malos tienen nombre y apellidos, que tan malos son ellos como los que los votan, los apoyan o guardan silencio ante lo que hacen. En España la derecha (PP) y la extrema derecha (VOX), que en realidad son lo mismo, apoyan a Israel a pesar de que han visto las fotos de esos catorce mil bebés que están condenados a muerte porque un gobierno genocida impide que entren alimentos en el campo de exterminio de Gaza, y esos partidos, y los que los votan, sí, sus infames votantes, millones de seres humanos sin entrañas, amorales aunque sean de misa diaria, preocupados por los embriones humanos pero no por los que nacen, sufren y mueren, son tan culpables como esos inhumanos verdugos que operan sobre el terreno y están empeñados en la desaparición de Gaza y Palestina. Y yo, desde aquí, os maldigo.       

 

Comentarios

Entradas populares