LOS LECTORES

REFLEXIONES ACERCA DE "EL MAL ABSOLUTO"

Una conversación con una lectora



Cuando se publica un libro, el acto es muy parecido al del náufrago que mete un mensaje en la botella y lo echa al mar esperando que llegue a buenas manos. El autor es ese náufrago solitario aislado en su imaginación; el lector es aquel que recoge la botella, la abre y lee el mensaje. A través de la literatura el autor transmite sus pensamientos, obsesiones, dudas, con un lenguaje formal y un discurso narrativo que, muchas veces, ignora de dónde le viene: somos captadores de historias que están por ahí, flotando y que, aleatoriamente, invaden nuestra cabeza, y escribimos las que, finalmente, sedimentan.
Muy de tarde en tarde se produce ese milagro que es encontrar un lector inteligente, que seguro que habrá muchísimos, que se atreve a saltar la barrera del distanciamiento que existe con el autor y a abordarle sin tapujos aún a costa de no tener la certeza de una respuesta. Esto es lo que ocurrió con Esther Ortega, una desconocida lectora que no lo era tanto ─ descubrimos sorprendentes nexos ─ y a la que finalmente tuve el placer de conocer personalmente en la Feria del Libro de Madrid, y lo que sigue, a modo de entrevista, es una sucesión de preguntas y dudas que ella me lanzó y yo traté de responder.

ESTHER ORTEGA ─Buenos días. Me llamo Esther Ortega, vivo en Madrid. No sé cómo empezar. Te escribo por tu libro: EL MAL ABSOLUTO. Lo compré porque suelo devorar todo lo relacionado con el tema. Después descubrí que el autor era primo de un amigo. Estuve buscando la forma de ponerme en contacto contigo y no fui capaz de encontrarla, así que le pedí ayuda a él y es él el que me ha dado la dirección de tu blog. Espero que no te moleste que me ponga en contacto contigo y que me presente.
Como te decía, este tema me obsesiona y leo todo lo que puedo, fundamentalmente, ficción. Creo que porque es la única forma de creer que aquello sucedió, aunque parezca una contradicción; y porque, como en casi todo, a mí me interesa la intrahistoria, la realidad de las personas más que los datos históricos abstractamente. Creo que leo ficción para poder entender ( si es posible) lo que pasó, aunque sea un contrasentido.

JOSÉ LUIS MUÑOZ ─Aquí apuntas algo en lo que estoy de acuerdo. Los libros de historia pocas veces ayudan a comprender los hechos porque ofrecen una visión parcial y partidista de los mismos con mucha frecuencia. Muchas veces es a través de la ficción, gracias al esfuerzo del autor que se mete en la historia, en los personajes, que se comprende mejor una época, una situación. Eso lo entendí muy bien cuando escribí LA PÉRDIDA DEL PARAÍSO, que era una fabulación, aunque no tanto, sobre el Descubrimiento de América, sobre el que, en teoría, estaba dicho todo, pero no. Cuando me puse a escribirla, cuando leí los cuadernos de viaje de Cristóbal Colón, me llamó la atención no lo que decía, sino lo que omitía. Ahí está el poder de la ficción, el de completar esas lagunas oficiales de toda historia, del descubrimiento de América en ese caso, del Holocausto nazi en EL MAL ABSOLUTO.
ESTHER ORTEGA -Y me he tomado la libertad de escribirte porque según leía tu libro (por cierto, un libro que siempre había querido leer, incluso antes de que existiera) porque según lo iba leyendo, decía, te iba interrogando sobre mil y un detalles y mil y una reflexiones que me surgían. Y ahora, me gustaría trasladarte algunas de ellas por si las puedes ajustar con tu punto de vista.
JOSÉ LUIS MUÑOZ─ Me gusta esa frase de que EL MAL ABSOLUTO es “El libro que siempre habías querido leer, incluso antes de que existiera”. Quizá tú y otras personas lo tuvierais en la cabeza y yo haya tenido la obligación de escribirlo. El porqué nace un libro es un misterio que ni el mismo autor llega a explicarse.
ESTHER ORTEGA─ Éste es un libro reflexivo, casi un ensayo sobre las raíces del mal, sobre el mal que llevamos todos en nuestro interior, y cuando digo todos es todos, no seamos inocentes.
JOSÉ LUIS MUÑOZ─ En todas mis novelas predominaba la acción, menos en ésta que, como tú bien dices, es como un ensayo, una reflexión sobre los mecanismos que nos llevan hacia el mal. Es que el mal, no seamos ingenuos, forma parte de nosotros mismos. No somos seres beatíficos, provenimos de la naturaleza, y las leyes naturales son de una violencia sobrecogedora, y cuando liberamos nuestros instintos primarios nos acercamos peligrosamente a los códigos naturales.
ESTHER ORTEGA. Las preguntas eran variadas: ¿Por qué ese nazi decide exponerse así en ese momento de su vida? ¿Porque necesita recuperar el protagonismo?¿Porque su locura sigue afincada en su mente? ¿Porque cree que es un buen momento para que esa ideología arraigue y se extienda de nuevo? ¿Por qué su familia asume su pasado sin cuestionarse nada? ¿Por qué?
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─Lo primero es decirte que mi historia está inspirada en hechos reales, que mi nazi se exhibió, tal como cuento en la novela, en un programa de la BBC ─y luego, curiosamente, otro afincado en España y entrevistado en EPS tuvo un comportamiento casi idéntico ─ y lo hizo exactamente igual a como yo lo narro, y que esa espantosa sangre fría, ese nulo arrepentimiento, fue lo que me motivó a escribir la historia y la ingenuidad de hacer justicia a través de la literatura ya que a ese asesino en serie la vida, lejos de castigarle, le había premiado. Y se expuso, claro, porque salió a cara descubierta, con su nombre, con su grado militar. El que no se arrepienta es sencillamente porque, según él, no tenía de qué arrepentirse, cumplió con un deber por el bien de la patria, y eso es así. Esa gente, esos monstruos, tenían la cabeza tan cuadriculada que creían a pies juntillas que obraban bien, no tenían, por supuesto, el síndrome del delincuente sino el de patriota. Y es una ideología que no está muerta, ni mucho menos, que puede regresar, que ya está regresando en la Italia de Berlusconi, por ejemplo. En cuanto a la familia es algo común. La familia cierra filas o cierra los ojos ante el delincuente, porque los lazos de sangre están por encima de todo. En este caso, la familia no quiere saber, o no quiere recordar, lo pasado, y lo acepta. Cuando no lo acepta es cuando él revive lo que ellos han tratado de ocultar. No por ética, sino por el escándalo, por la mancha, porque ahora, el héroe de antaño, es mirado como un criminal.
ESTHER ORTEGA ─ ¿Por qué quiere seguir viviendo el judío ex presidiario, en medio de un gran sufrimiento y haciéndose él mismo esa pregunta cada día? Al final, el argumento de tu libro le da una razón; pero él no contaba con ella. La venganza no existía en su horizonte vital.
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ El judío ha sobrevivido en el campo de exterminio, aún a costa de sus compañeros de campo, que eso es lo más duro de su supervivencia. Cuando alguien se aferra a la vida de esa forma, no se va. Él intuye, sin saberlo, que el destino le depara una misión. Es un hombre muerto. El judío existía en ese prodigioso programa de la BBC que vi y desencadenó EL MAL ABSOLUTO. Y era como lo cuento. De todas formas, el libro sirve, en cierto modo, para reparar una injusticia flagrante, la del nazi triunfador y el judío hundido, la victoria del verdugo sobre la víctima, el trueque de papeles al cabo de los años.
ESTHER ORTEGA ─ ¿Por qué la periodista llega, pero tarde, a intentar salvar al ex prisionero? ¿Por qué no entiende que salvarlo era ayudarlo, acompañarlo desde el mismo día en que lo conoció; darle un poco de cariño en ese dolor en el que lleva "muriendo" toda su vida? ¿Por qué no le tiende la mano, el cariño, desde el mismo día de la confesión? ¿Por qué no entiende que salvarlo no es evitar que se suicide, si tan impactada estaba?
JOSÉ LUIS MUÑOZ─ La periodista es un testigo horrorizado del pasado cómplice de una sociedad en la que se incluyen sus padres. Su trauma, por lo que va descubriendo, su obsesión por esos dos personajes a los que entrevista, le impide ayudar a quien, de todas formas, es un muerto viviente. Intentar salvarlo del suicidio es un acto reflejo, que no reflexivo.
ESTHER ORTEGA ─Esas son un par de preguntas que giraban alrededor de la lectura. Luego vienen las otras, las que no desaparecen después de la lectura.
¿Cómo es posible que el instinto de conservación nos haga soportar lo insoportable y nos convierta en nada?
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ Eso es algo impresionante, desde luego. Cuando uno entra en una dinámica de supervivencia, puede arrastrarse lo indecible. Los nazis convirtieron en auténtica basura a sus víctimas, les hicieron sentir asco de su miserable estado. Creo que eso lo explico a conciencia en la novela. Los afortunados eran los que eran sacrificados el primer día, cuando bajaban de los trenes de la muerte. La muerte más espantosa era la que sufrían los que literalmente se arrastraban por los barrizales de los campos de exterminio, consumidos por el hambre extrema y el trabajo extenuante. Era una espantosa agonía que podía durar seis meses.
ESTHER ORTEGA ─ ¿Cómo es posible que podamos mirar para otro lado, ante situaciones injusta y brutales, cuando no, colaborar en ellas?
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ Pues lo hacemos. Yo lo achaco a que el hombre es malo por naturaleza, a que, si seguimos las leyes de la naturaleza - y Gunter Meissner ironiza con que el nacionalsocialismo era ecologista - nos convertiremos en nazis. Es terrible, pero muchas de las cosas que hacían los nazis, como sacrificar a los individuos tarados, perfeccionar la raza, está en la naturaleza misma que busca el equilibrio de una forma implacable en aras de la especie y en detrimento del individuo. El hombre, a través de la civilización, ha domeñado sus instintos, entre ellos la violencia, que se encauza a través de las guerras y deportes más o menos violentos, pero cuando se levanta la veda podemos actuar como jauría y devorar a los más débiles. Eso han hecho algunos italianos, no hace mucho, quemando campamentos judíos ante la mirada complaciente del alcalde de Roma.
ESTHER ORTEGA ─ ¿Cómo puede vivir el hombre con todo eso?
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ Sencillamente porque se mentaliza que el otro, el judío, el gay, el de izquierdas, el negro, el moro, no pertenece a su grupo, los deshumaniza, y, una vez deshumanizado, lo puede degollar sin que le tiemble el pulso. A Yugoslavia me remito.
ESTHER ORTEGA ─ ¿Cómo podemos repetir la historia sabiendo lo que sabemos?¿Cómo dejamos que vuelva a ocurrir? (Sarajevo, Ruanda, pero también los turcos en Alemania , los magrebíes en España…)
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ La historia siempre se ha repetido, por eso conviene recordarla. Imagino que el hombre, a través de la xenofobia, que es un concepto aún más amplio que el de racismo, porque la xenofobia la pueden aplicar la gente del campo contra la de las ciudades de un mismo país, y viceversa, o entre ciudades, compartiendo raza, religión, es algo que está en nuestro cuadro genético, tiene que ver con la territorialidad que marcan los animales, del perro que defiende a ladridos y mordiscos su espacio vital ante la amenaza del intruso, del león que delimita su territorio en la sabana orinando contra la corteza de los árboles para que otro león no invada su territorio. Hay miedo hacia el extraño que parte de su desconocimiento, de presuponer malas intenciones. La mayoría de las barbaridades que serbios y croatas cometieron contra los bosnios, la comunidad más débil y vulnerable de la ex Yugoslavia, fueron debidas a la creencia de que estos iban a degollarlos a todos, por lo que se adelantaron en la degollina general. Cuando miembros numerosos de un determinado país lo invaden silenciosamente, como sucede en Alemania con los turcos o con los magrebíes en España, y resulta que además hay un agravio histórico ─ nuestra cultura, gastronomía, folclore, componente étnico, se explica por la presencia musulmana, España es lo que es ahora gracias a la valiosísima aportación de cultura árabe ─ la situación se vuelve muy peligrosa porque los del país se sienten amenazados.
ESTHER ORTEGA ─ ¿Qué habría hecho yo en su lugar (en el de ambos o en el de los que ocupaban las casas desalojadas que eran tanto alemanes como de otras nacionalidades (no es algo genético, no)?
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ Dentro de la sociedad alemana hay una gran vergüenza por lo que sucedió. ¿Qué hubiéramos hecho tú o yo? Es difícil saberlo. Eso es lo que le dice Gunter Meissner a la periodista. Hay que ponerse en la época y en el momento social. Pero, de todas formas, yo, genéticamente, detesto a los matones, ya los detestaba en el colegio con toda mi alma, y siempre me he inclinado por el débil. ¿Es genética? Puede. O quizá sean principios éticos innatos, o sencillamente la educación liberal que recibiera de mi padre.
ESTHER ORTEGA ─ ¿Para qué sirve escribir, leer, hablar sobre todo ello?¿Para qué sirve recordar? ¿Para qué sirve el arte?
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ Pues sirve para esto, precisamente, para debatir, para que no se olvide, para que la gente, al leer, ver una película, un cuadro, reflexione, sobre la humanidad, sobre él mismo, tome nota, se conciencie. Yo suelo decir que el arte redime al hombre de sus horrores, de sus guerras, de su destrucción, de su locura explotadora, que las Iglesias y catedrales, que una obra incuestionable de arte como la Basílica de San Pedro consiguen que nos olvidemos, por un instante, de las matanzas que hubo en el pasado para imponer el símbolo de la cruz.
ESTHER ORTEGA ─ Y mis conclusiones son bien pesimistas. Como tú dices en tu libro, somos animales y en cuanto se dan las condiciones y nos presionan, nos comportamos como tales. El miedo y el instinto son más fuertes, mucho más, que todos los siglos de superación, investigación y cultura de la humanidad.
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ Y aquí debería decir algo muy políticamente incorrecto, pero que es así, y en EL MAL ABSOLUTO se argumenta. Es muchas veces el miedo al castigo lo que nos hace ser “buenos”. Durante el nazismo se levantó la veda hacia determinados colectivos, no era delito quemar los negocios de los judíos, lincharlos, robarlos, y muchos se adhirieron de forma voluntaria a ello. Algo parecido sucedía en estados sureños de Estados Unidos cuando todo un pueblo se implicaba gozosamente en el linchamiento de un negro sospechoso de perpetrar un delito, se convertían en asesinos colectivos amparados por la ausencia de castigo.
ESTHER ORTEGA ─ La experiencia y la sensibilidad, el arte, no nos ayudan a superar eso.
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ Pero a través del arte se hacen preguntas, se cuestiona la sucedido, se pulsa la sensibilidad del receptor del mensaje. Yo no soy tan pesimista en ese aspecto y creo que algo hacen.
ESTHER ORTEGA ─ La experiencia parece que lo único que nos ha enseñado es a no olvidar. Pero no para que no se repita la barbarie, sino para no ser las víctimas de la barbarie. Y si eso significa ser los verdugos, pues lo somos, claro (que se lo pregunten a Israel, EEUU y su camarilla…y a todos nosotros, en general).
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ El caso de Israel es digno de estudio, es el maltratado que se convierte, al llegar a la madurez, en maltratador. Además existe esa conciencia, en buena parte de la sociedad israelí, que han de seguir con esa política de dureza si quieren sobrevivir rodeados de enemigos. Lo de EEUU es mucho más sangrante, es la avidez de poder del Imperio, es el deseo de controlar los recursos del planeta, es el hacer el dinero rápido sin importarle destruir una sociedad de arriba abajo como ha hecho con Irak, es la prevalencia de los intereses privados sobre los públicos envueltos con una estúpida retórica de patriotismo y mesianismo.
ESTHER ORTEGA ─ Novelar, leer y emocionarse en medio de la reflexión, parece que no supone una catarsis lo suficientemente fuerte como para ponernos en la piel del otro. No nos enseña que todos compartimos sentimientos, miedos, anhelos; y que esa "comunión, nos hace iguales y debería hacernos solidarios, situarnos en otro nivel más elevado. O quizá, cuando eso pasa, cuando nos ayuda a elevarnos sobre las miserias del ser humano, sea de forma peligrosa; haciéndonos creer que somos superiores a otros que no tienen nuestra sensibilidad (los grandes asesinos nazis tenían una exquisita sensibilidad hacia la música y otras manifestaciones artísticas).
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ Es muy sintomático que la mayor aberración de la historia de la humanidad no la haya cometido un salvaje pueblo africano sino el sofisticado y culto pueblo alemán. Pero podemos hablar de otro tipo de genocidios cometidos por “pueblos civilizados”, como el exterminio de la población indígena de América del Norte o la espantosa lacra del comercio humano en África. El sentirnos superiores supone, para muchos, sojuzgar, masacrar, a los más necesitados.
ESTHER ORTEGA ─ Quizá para lo único que sirva reflexionar sobre todo esto no sea para olvidar; sea para que los que fueron arrasados en medio de un gran sufrimiento, tengan la oportunidad de "vivir" en esas páginas. Y para que los que nos sentimos culpables, avergonzados y temerosos del ser humano, de nosotros mismos, expiemos, levemente, esa impotencia.
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ El poder de la ficción, sea literaria o cinematográfica, es trasladar al lector a una situación en la que, de otra forma, no entraría. Una película o una novela cumplen su objetivo cuando consigue esa empatía del lector, cuando el lector se pone, en este caso concreto de EL MAL ABSOLUTO, en la piel de la víctima, pero también del verdugo, y se pregunta qué habría sido él en ese preciso momento de la historia. Como soy muy pesimista acerca de la bondad humana, creo que habrían sido más los que se habrían puesto en el papel de verdugos porque nadie quiere ser víctima de nada. Hacia las víctimas, incluso hacia las víctimas de un asesinato, de la pobreza, hay un sentimiento de rechazo. Recuerdo una frase que se repetía hasta la saciedad cuando socialmente, víctimas de un síndrome de Estocolmo, se aceptaban los asesinatos de ETA con un “Algo habrá hecho” dirigido al asesinado.
ESTHER ORTEGA ─ No sé, últimamente he sentido físicamente, con tu libro y con otro que se llama "La llave de Sarah" (que no se si conoces), el miedo, el asco, la desesperación, la injusticia, el pavor, el horror… De manera brutal. Y al final, lo único que siento cuando cierro el libro es que soy tan cobarde como los que miraban hacia otro lado, los que olían a carne quemada y respiraban las cenizas. Y lo peor de todo, claro, es que quizá también encontraría una justificación para poder seguir viviendo tranquilamente. Seguro que es eso lo que hago a otros niveles más cotidianos.
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ Pues totalmente de acuerdo contigo, porque el papel de héroe, cuando la recompensa es una muerte muy probable, pues no lo quiere nadie. Pero, por fortuna, se dan comportamientos heroicos, que no tienen nada que ver con la valentía que es una forma de emboscar la cobardía, que hace que uno confíe en el género humano, en que hay una leve esperanza de salvación, como ese gesto hermoso del rey de Dinamarca que se puso la estrella de Israel en la pechera y salió a la calle cuando los nazis obligaron a los judíos daneses a ponérsela.
ESTHER ORTEGA ─ Bueno, podría hablar horas del tema y no llegar a grandes conclusiones. Sería un regalo si compartieras conmigo algunas de las que tú has podido concebir al escribir tu libro. Aunque entiendo que quizá no tengas tiempo, ni, quizá, ganas, de compartirlas.
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ Muy al contrario. Imagino que hay lectoras como tú, y espero que muchas, pero pocas las que se atreven a un diálogo tan directo y constructivo con el autor, por lo que este cruce de palabras ha sido para mí un placer.
ESTHER ORTEGA ─ Para mí es suficiente saludarte y darte las gracias por tu libro. Ante tanto absurdo, tanta televisión/información basura que no deja ver la basura real, el basurero en el que estamos convirtiendo este planeta, sentir, emocionarme, es una de las maneras de seguir adelante con un poco de esperanza. Por eso me siento tan agradecida cuando alguien con su sensibilidad y su maestría me hace sentir y emocionarme a través de un libro. Gracias por eso, que es mucho.
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ Gracias a ti, porque tus palabras justifican precisamente la escritura de mi libro, gracias por tu atenta lectura, por vampirizar un poco de tu tiempo, unas cuantas horas.
ESTHER ORTEGA ─ También, gracias por "escuchar" esta parrafada (si has podido llegar al final).Y perdona por robarte tiempo de una forma un tanto intempestiva.
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ Doy mi tiempo por bien empleado en contestar todas tus preguntas.
ESTHER ORTEGA ─ Bueno, me has emocionado otra vez. Ahora por la rapidez de tu respuesta y por tu generosidad al ponerte a “charlar” conmigo sobre lo que yo iba preguntando. Abuso de ello y continúo esta “charla” contigo. No te sientas obligado a responderme (supongo que tienes otras muchas cosas que hacer jajajajaja). De algún modo, reflexionar contigo es una forma de ordenar mis pensamientos y eso me ayuda.
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ Aparco mis obligaciones con gusto.
ESTHER ORTEGA ─ Sí, conocía el origen del libro (No vi la entrevista y me encantaría verla. Bueno, el verbo encantar no es muy apropiado. Después de cosas así, tengo pesadillas y se instala dentro mí una especie de miedo ciego, de pavor, que me dice que todo es posible).
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ Pues también te diría, parafraseándote, que no me encantó escribirlo, que pasé momentos muy duros, que era difícil sustraerse a ese horror y por esa razón creo que lo transmito al lector.
ESTHER ORTEGA ─ Sabía que el personaje existió.
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ Para mí resultaba fundamental que el personaje fuera real. Toda la novela tiene un aire periodístico, desde un punto de vista formal, con las larguísimas entrevistas que describen el infierno del Holocausto, que fue buscado por mí.
ESTHER ORTEGA ─ ¿Has estado alguna vez en Auswitch? Yo iré algún día. Tengo que ir.
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ Estuve en Dachau, que fue un campo pequeño, y no pude evitar el sentimiento de horror y vergüenza que me invadió cuando visité los barracones. Quizá vaya a Auswitch, pero temo no poder.
ESTHER ORTEGA ─ Según “hablo” contigo, recuerdo más ideas que me asaltaban al leer el libro. Hay algo que el nazi dice (no sé si lo dijo así en la entrevista real) y que , en el fondo( y me resulta obsceno tener que darle la razón), creo que es verdad: los horrores , los desmanes, los excesos de una guerra sólo se les castiga a los vencidos. EL vencedor siempre sabrá decorar sus excesos y justificarlos por el bien común y el resto los aceptará como “daños colaterales”. Bonito y actual eufemismo. El exterminio de mujeres, ancianos y niños era un “daño colateral” inevitable. Tiene su lógica.
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ En el juicio de Núremberg sólo se sentaron en el banquillo unos cuantos jerarcas nazis. ¿Quién se hubiera sentado de haber ganado la contienda el III Reich? Truman por las bombas atómicas de Hiroshima o Nagasaki, Stalín por las violaciones sistemáticas de mujeres de su ejército, Churchill por los bombardeos criminales de Dresde. A fin de cuentas la ética no existe, o sólo la ética del vencedor. Fíjate que abominamos del terrorismo, pero dejamos de hacerlo cuando éste triunfa. ¿Cómo se fundó el estado de Israel? A bombazos contra Inglaterra. En el Likhud militaron fervientes terroristas con las manos tintas en sangre de los inocentes. Al que tiene poder, caso de la China actual, se le permite todo. Se miran con lupa las violaciones de los derechos humanos en la Cuba castrista, lo que me parece formidable, pero ¿Y China?, un país en donde no hay libertades políticas, invadió Tíbet y ejecuta a miles de personas, algunas de las cuales, para hacer la realidad más sangrante, se exhiben en esa exposición itinerante llamada Bodies.
ESTHER ORTEGA ─ Lo de la periodista también lo pensé. Estaba desbordada y, pienso que de algún modo, y con el sufrimiento y la obsesión que todo eso le acarreó, hay en su reacción un planteamiento de autodefensa: salir de esos círculos asfixiantes de horror. Encerrarse en casa, dormir, ponerse a salvo.
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ En efecto, Eva Steiger queda muy traumatizada por lo que descubre, y lo que descubre es que la sociedad alemana, depurada ─ se barrió a la izquierda una vez Hitler llegó al poder, y a muchas otras minorías aparte de los judíos ─ colaboró de forma entusiasta o miró a otro lado cuando se produjo esa barbarie de los campos de exterminio. No era cosa de una secta satánica sino un proyecto en el que se implicó buena parte de la sociedad alemana, industriales, médicos, arquitectos… Lo de su padre le traumatiza. Y ni ella misma está a salvo de una cierta xenofobia, como queda luego patente al final del libro.
ESTHER ORTEGA ─ Y sí, entiendo que la familia cierra filas en torno al delincuente. Entiendo que todos cerramos los ojos ante determinadas actitudes o situaciones. Lo que no entiendo es cómo, cuando te metes en la cama, no hay una desazón interior que te interpela y te enfrenta a esa cobardía. Cómo se puede negar REALMENTE, cómo se puede vivir ocultando todo eso, sin quererlo ver, sin un ápice de autocrítica. Cómo te puedes engañar tanto y no sentir que pierdes pie. Supongo que no planteándote nada al respecto.
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ Creo que también es un mecanismo de supervivencia. Arrepentirse supone aceptar que se ha sido un monstruo sin entrañas y eso puede llevar a la propia aniquilación, al suicidio como una forma de hacer justicia con uno mismo. Lo más cómodo es seguir empecinado en tus razones para llevar a cabo esa monstruosidad. Yehuda Weiss, con su actuación meditada, consigue remover dentro del criminal la conciencia que nunca tuvo.
ESTHER ORTEGA─ Supongo que lo del nieto “defectuoso” es justicia poética que a veces es la única que queda ¿no?
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ Pues sí. Podía haber optado por el sano, pero creo que al elegir al defectuoso es una forma de hacer sentir a Gunter Meissner lo que predicaba, de que se sienta culpable de su ideología.
ESTHER ORTEGA ─ Intuí desde muy pronto que “algo más” que la relación de carcelero y prisionero, unía a ambos hombres. Y sí, esa calaña era tan… (No encuentro la palabra) abyecta, tan sórdidamente inmoral y cínica, que convertía a los seres humanos en desperdicios pero no dudaba en aprovechar las cualidades muy humanas de esos desperdicios. El desperdicio era apetecible sexualmente. Su afán de poder y de humillar, la arrogancia de sentirse dios, le llevaba a follarse a un desperdicio. ¿Cómo puedes penetrar a un desperdicio? ¿Qué clase de súper raza elegida es la que se permite el lujo de fornicar con lo contaminado y contaminante?¿Hasta dónde llega el delirio del poder y la sinrazón? Sé que en la guerra de Yugoslavia hubo casos todavía más inhumanos (¿Era posible? Siempre es posible). Recuerdo un caso de un hombre que fue obligado a violar a su hija bajo la amenaza de matar a toda la familia, que estaba presente, si no acataba la orden. Y la acató. Es decir, que ese delirio, esa sinrazón no tiene límites. No hemos tocado fondo. NO hay fondo.
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ Con respecto a esa relación sexual que une a Gunter Meissner y a Yehuda Weiss te diré que no estaba preconcebida sino que surgió durante el proceso de escritura, me vino a la cabeza de forma natural. La violación se ha convertido en un arma sistemática de guerra, aunque siempre lo fue, a lo largo de la historia, imagino que porque una forma de combatir a la mujer, que físicamente suele ser más débil que el hombre, era forzándola, una situación en la que se da violencia y humillación, que tiene secuelas si la mujer violada sobrevive. No creo que el violador experimente placer alguno en su acto sino el que le produce esa violencia extrema de invadir por la fuerza el cuerpo del otro que está inerme. Es una forma más de decir “tú me perteneces, eres menos que nada y hago contigo lo que me place”. Lo de Yugoslavia, a menor escala, fue una reproducción calcada del horror nazi, como lo de Argentina, como lo de Chile. El nazismo dio una clase magistral de maldad absoluta. Y para salvar el pellejo el hombre es capaz de todo, hasta ese caso extremo que tú citas de un padre violando a una hija.
ESTHER ORTEGA ─ He leído en tu blog que alguien se plantea una pregunta sobre la venganza. Plantea que el libro es una reflexión sobre la venganza y hasta dónde puede llegar. Aquí entro en profunda contradicción conmigo misma. Sé que la violencia, una vez que se desata por leve que sea, abre la caja de Pandora y entonces, en ese vendaval ya no hay límites y estamos todos perdidos. Tengo un niño de 11 años y el tema me preocupa mucho. E intento ser consciente de que la violencia no está sólo en la agresión física, también lo está en el lenguaje verbal y en el lenguaje corporal. Soy una persona muy vehemente y emotiva y a veces me puede la impaciencia y genero situaciones de violencia no activa (no sé cómo llamarla: tono de voz, ademanes, gestos…). Lucho contra eso y me propongo corregirme porque sé que en pequeñas dosis también crea cierto caldo de cultivo y nos predispone a todos a la agresividad, al combate y no me gusta nada. Pero al mismo tiempo entiendo muy bien la idea de la venganza. Casi como la única justicia válida a veces. Y eso no encaja en mi miedo a la violencia y en mi lucha contra ella. Pero si pienso que alguien le hace algo a mi hijo, lo siento, si lo pienso, digo, dejo de pensar, dejo de ser un ser racional y creo que podría matar. Y también creo que por esas rendijas de animalidad es por donde se filtran los tsunamis de barbarie de los que hablamos. El círculo se vicia y ya no hay quien pare esa espiral.
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ La venganza es una respuesta automática, ancestral, que surge cuando alguien hace daño a uno de los tuyos. Es algo del momento, pero imagino que luego te hace sentirte culpable. Claro que hay casos determinados en que uno se inclinaría hacia el asesinato, y es muy contradictorio justificarlo. ¿Alguien habría rechazado el asesinato de Hitler para evitar la espantosa mortalidad que causó? ¿Quién le puede pedir a un padre que se abstenga de exigir la muerte del asesino de su hijo o hija? Esa pregunta se la hicieron, por cierto, a un candidato demócrata a las elecciones norteamericanas que quería abolir la pena capital, y las perdió, evidentemente. El padre o la madre delegan en el estado su venganza. Pero nuestra sociedad no habla de venganza, sino de corrección de determinadas conductas delictivas, salvo Estados Unidos, que es un caso aparte, y aboga directamente por la venganza y los familiares de las víctimas son invitadas a acudir como espectadores de la muerte del condenado. Es un tema muy conflictivo, en el que solemos caer rápidamente en la contradicción. La administración Bush justifica la tortura a los sospechosos de terrorismo para evitar otros 11S. Y nos echamos las manos a la cabeza, con razón. Bueno, es tema para otro libro.
ESTHER ORTEGA ─ Creo que resuelves muy bien este dilema. Lo resuelve el mercenario que, parece que por prejuicios morales, se niega a matar a un inocente. Y todos nos alegramos de que se materialice la venganza sin necesidad de que muera un inocente.
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ Ese fue un acierto no buscado, que me llovió del cielo, al que me llevó la propia dinámica interna de la novela. Además ese mercenario es turco, musulmán, está demonizado, pero demuestra, en última instancia, ser más humano que otros personajes de EL MAL ABSOLUTO. Y es un tipo violento, que vive de la violencia.
ESTHER ORTEGA ─ De todas formas, he dicho que podría matar por mi hijo, y pienso que morir no es un castigo. Matar no es una venganza. Un castigo es vivir con una agonía que no te deje respirar. Dejar expuesto y viviendo con ello día a día al verdugo, es una venganza.
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ Sí, siempre que el verdugo asuma su culpa. Meissner asume su culpa cuando Yehuda Weiss le llama y le pone el disco y le dice lo que hará. Ahí se tambalea todo el mundo del nazi, toda su historia, cuando sabe que se tendrá que enfrentar a la lógica cólera de los suyos, de que su familia le devorará por sus actos. Es cuando ve que los que le rodean terminarán siendo sus verdugos que se hunde.
ESTHER ORTEGA ─ Y esto enlaza con la única respuesta que tengo a mi pregunta sobre cómo puede uno vivir después de todo eso. Cómo el judío sigue viviendo en ese estado lamentable y sin ninguna esperanza ni ilusión. Y es que la muerte no es un castigo. Y ellos se sienten culpables por haberse salvado. Todos los supervivientes del holocausto alemán coinciden en eso: si ellos se han salvado es porque jugaron mejor el juego que los verdugos les imponían. Y eso les sitúa en una posición de culpabilidad extrema frente a los que murieron. Y de algún modo su forma de pagar ese castigo es quedarse en este mundo y sufrir ese castigo: sentirse culpables de ser víctimas. Por eso esta muy bien ese contraste entre la actitud orgullosa, serena, triunfal del verdugo y la actitud huidiza, vergonzante, casi indigna de la víctima.
JOSÉ LUIS MUÑOZ─ La muerte no es un castigo salvo para los que echan en falta al desaparecido. El castigo es la pre muerte, los momentos previos, que deben de ser realmente espantosos, cuando el reloj empieza la marcha atrás. Es por esa razón que siempre detesté la pena de muerte y que me impliqué activamente, con todos los medios que tuve a mi alcance, en el caso del español Joaquín José Martínez condenado a muerte en Florida en un proceso irregular a todas luces. Vivir con la culpa sí es un castigo. Y, por breve tiempo, por unos minutos, Yehuda Weiss consigue que Gunter Meissner viva con esa culpa. El caso de Weiss es extremo, su papel de victima, pero también de verdugo ─ tuvo que ajustar la horca a ajusticiados de Auschwitz ─ lo destroza desde un punto de vista anímico. De todas formas cómo se puede equilibrar una balanza de la justicia en la que se pone el peso de 20 millones de personas que fueron asesinadas a sangre fría. No hay castigo posible para esa infamia espantosa.
ESTHER ORTEGA ─ Alguien dijo que el ser humano es capaz de lo peor y de lo mejor. Y supongo que lo mejor no sale en la tele ni los periódicos.
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ En efecto. El mal nos fascina al mismo tiempo que nos horroriza. Si se tuviera que escribir una novela sobre Caín y Abel, ¿crees que a alguien le interesaría el pobre Abel? Caín es el personaje literariamente atractivo ¿Lo mejor del ser humano? Lo mejor está en cualquier pinacoteca, en El Prado, en la Tate Gallery, en San Pedro de Roma. A través del arte el hombre se redime.
ESTHER ORTEGA ─ Perdona por esta incontinencia verbal, pero cuando un tema me interesa, no paro. Además me expreso muchísimo mejor por escrito que verbalmente y me gusta organizar mis ideas sobre papel (ahora eso es un decir, claro, con estas maquinitas).
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ En eso somos dos. Por eso escribo.
ESTHER ORTEGA ─ Cuando alguien expresa ideas o sentimientos que a mí me rondan y lo hace de una forma precisa y bella, me siento en la necesidad de decírselo y de contrastarlos con él. Se establece una comunicación mágica que yo intento celebrar.
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ Pues agradezco tus palabras por lo que valen, por tu sinceridad, tu generosidad.
ESTHER ORTEGA ─ Gracias, de nuevo por tu generosidad y espero no haberte robado demasiado tiempo.
JOSÉ LUIS MUÑOZ ─ Yo también te robé el tuyo cuando leías EL MAL ABSOLUTO. Estamos en paz.


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