DIARIO DE UN ESCRITOR
Gijón, 12 de julio de 2012
Cada vez estoy más convencido de que mi
literatura es premonitoria. Me asusto. De que René Lodosa era un setenta por
ciento yo, lo sabía. Ser maldito queda bien en literatura. Serlo en la esfera real es
difícilmente asumible sin una dosis de humor. O relativizando. Se puede
relativizar todo, menos la muerte de un
ser querido. Se puede relativizar hasta tu propia muerte: adiós, perro mundo al
que he venido. Llevo años pensando que ficción y realidad son lo mismo. Y eso
sucede con este libro torcido que he publicado últimamente. Si la de Barcelona fue una presentación con
público y sin libros, la de Gijón, en la Semana Negra, lo fue con libros y sin
público. Miento. Dos entrañables amigos de Gijón, Meli y José, a los que aprecio por su fidelidad de militantes. Dos
abuelas despistadas. que debieron quedar horrorizadas por el contenido sexual de la novela y huyeron persignándose. Un amigo de toda la vida llamado Juan Bas. Una chica que hasta compró mi
libro y se lo dediqué. Y un perro que se mantuvo silencioso y atento. De la
presentación nadie se enteró. Yo, tampoco, puesto que creía que era mañana, y estaba en la carpa de A Quemarropa por casualidad, porque pasaba por allí. Se cambió fecha y hora.
No salió en el programa de hoy. Así es que mi amigo Julio habló al aire de
Patpong Road y yo hice lo mismo en esta insólita presentación que se adelantó
un día. ¿Cabrearse? Se me pasó la edad. Además no tengo licencia para tener armas
de fuego. Así es que lo mejor del día vino luego, por la noche, después de la
muy concurrida presentación de mi amigo Julio y El club de los filósofos
asesinos, que se lo merecía, de la cena en La Iglesiona, vacía por la crisis y
sin arroz con leche, alrededor de esas copas (vasos enormes) de gin tónic con los que
ahogamos las penas y reímos de las salvajes ocurrencias del siempre hilarante
Juan Bas. Luego brindamos por la defunción de nuestra profesión: la de
escritor. Con el humo de los cigarrillos, en la terraza del Don Manuel,
elucubramos sobre el no futuro nuestro y las posibilidades de reciclarnos. ¿Bailarín
de ballet clásico? Me sobran kilos y años. Quizá agricultor en Arán. En una mesa vecina Paco Ignacio Taibo cantaba. ¿Se reciclaba? La
sociedad se hunde, y nosotros con ella. Ganas de hacer huelga de palabras. De
enmudecer para siempre.
Comentarios
Para ello, te invito a que inicies la lectura de mi novela. Te levantará el ánimo. Mariano Carreño.
Sí es para cabrearse, con lo complicado que es llegar a los lectores, es para literariamente convertir a alguien en un personaje literario y hacerle sufrir.
Un cordial saludo