CINE
EL ABUELO QUE SALTÓ POR LA VENTANA Y SE LARGÓ
Felix Hemgren
No
hay mayor desdicha para un film cómico que el que no haga gracia, y de eso
adolece la versión cinematográfica del éxito de ventas literario de Jonas Jonasson que narra la vida y
milagros de un abuelo rebelde que se resiste al retiro de una residencia para
la tercera edad y decide seguir explorando mundo mientras rememora antiguas
hazañas. Este abuelo dinamitero, que tanto está en el bando republicano de la
guerra civil, no por ideología sino por su gusto a volar puentes, como
confraterniza con Franco, se codea con Stalin, Churchill, la esposa de Mao, es
agente de la CIA y se presta a colaborar en la invención de la bomba atómica,
amén de no tener gracia cuenta con un personaje poco atractivo. La película
parte con un hándicap importante, que nos resulte imposible ver un anciano en
el personaje que interpreta Robert
Gustafsson al que siempre vemos como joven mal envejecido por un maquillaje
defectuoso, y a que sus gags pretendidamente cómicos consigan su objetivo.
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