SOCIEDAD / Y CAYÓ ZAPLANA
Y cayó Zaplana
Me van a permitir que le eche un capote a Eduardo Zaplana, ahora que lo han
trincado con mucho retraso y porque debe de haber bajado la guardia, porque no
hay cosa que más odie que hacer leña del árbol caído, aunque literalmente la
hago, y mucha, en mi retiro aranés: contradicciones. Tal como están las cosas,
y al caso Cifuentes me remito, uno
no sabe nunca si todos estos últimos muertos del partido derechista son por
fuego amigo o enemigo. Zaplana, como
digo, merece que se le eche un capote por su sinceridad. Algún mérito tiene.
Como lo tiene Rodrigo Rato que
todavía goza de una lujosa libertad y ya ha conseguido que un juez diga que la
gigantesca estafa de las preferentes de Bankia no fue eso, una estafa, porque
no había voluntad de engaño. ¡Jueces! A Rodrigo
Rato sólo lo metieron, con esa mano sobre su nuca, en un coche de la
policía fiscal por gracia de Montoro,
y Rato se la tiene jurada. A Zaplana los guardias civiles se lo han
llevado al cuartelillo, no ha tenido tanta suerte.
Zaplana pasó a la
historia de la política basura de este país con una frase que luego hicieron
suya los de su banda. A la política he
venido a enriquecerme. Sinceridad no le faltó y fue fiel a su ideario hasta
que la Guardia Civil lo empapeló precisamente cuando estaba repatriando,
imagino que por puro patriotismo, todo el dinero negro fruto de miles de
comisiones que había expatriado. A Zaplana
su partido, el PP, lo suspende de militancia. Una cosa es robar para el
partido, y otra muy distinta robar para su bolsillo. Seguro que en su descargo
dirá que también había para el partido. Y le creeré.
Zaplana iba a lo
suyo y hacía tiempo que se había desvinculado de su banda, la levantina, que es
la más folclórica y berlanguiana, la de la finada Rita Barberá, Francisco
Camps, alias el Trajes, el
Bigotes, el arrepentido Ricardo Costa,
Rafael Betoret, Juan Cotino, Marcos Benavent,
el yonqui del dinero, Alfonso Rus,
el que contaba con fruición la pasta de las comisiones y se corría, Carlos Fabra, el que tenía siempre el
gordo de la lotería, y algún personaje más, toda la sección alicantina, que me
dejo en el tintero porque son docenas. Personajes que escapan, por sí mismos,
al ámbito de la ficción, la superan con creces porque ningún novelista sería
capaz de inventarlos en sus novelas bajo el peligro de ser tildado de
exagerado. La otra banda, la madrileña, la de la Reina de las Ranas, es más
siniestra, anda a cuchilladas traperas entre ellos, tienen turbias historias en
donde hay sexo, mentiras y cintas de video.
Todos, o casi todos, los encausados de las sucesivas
tramas corruptas del PP, todos los que están siendo juzgados y siendo enviados
a la trena provocando estrés laboral por falta de sueño a la cada vez más
reducida plantilla de jueces, que habría que ampliar y no se amplía por lo que
todos sabemos, estaban en la boda de Aznar,
el Boss, o el Padrino, ese evento al que la trama Gürtel aportó la nada
desdeñable suma de 32.000 euros que pagamos usted y yo sin figurar en esa lista
de los mil invitados. De esa boda, como bien ha dicho alguien, sólo se salvan los
camareros. Y M. Rajoy. Como dato
estadístico destacable cabe reseñar que 12 de los 14 ministros del
antepenúltimo gobierno de José María
Aznar, el del Trío de las Azores que hablaba spanglish con Bush, están imputados, implicados o
cobraron sobresueldos. Tuvo tanta vista en elegir a sus hombres de confianza Aznar como Esperanza Aguirre, la cazadora de talentos a la que Mario Vargas Llosa, en uno de sus
delirios como articulista, calificó como la nueva Juana de Arco. El país es una
charca y Robespierre tarda.
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