CINE / DÍA DE LLUVIA EN NUEVA YORK, DE WOODY ALLEN
DÍA DE LLUVIA
EN NUEVA YORK
Woody Allen
Lleva una eternidad el realizador
neoyorquino haciendo la misma película y sigue teniendo, pese a ello, un
público fiel que nunca falla a la cita cuando se estrena. El de Match Point (precisamente una de las
películas más alejadas de su universo, una brillante incursión en el género
negro y nada velado remake de otro de sus films claves, Delitos y faltas) tiene más aceptación en Europa que en su Estados
Unidos natal en donde está, desde hace algún tiempo, en la diana del movimiento
Mee Too (este film no se ha estrenado en Estados Unidos). Desde las comedias
descacharrantes de sus inicios, a las que de cuando en cuando regresa (Granujas de medio pelo, La maldición del escorpión de jade), al
sesudo cine existencialista con raíces en Ingmar Bergman (Hannah y sus hermanas, Interiores), su cinematografía, salvo
excepciones, que ya ronda o supera los cincuenta títulos (el neoyorquino es un
cineasta compulsivo) se ha centrado en el mundo de los sentimientos, las
relaciones personales y la histeria del vivir para no morir.
Gatsby Welles (Timothée Chalamet) —atentos al nombre
literario y a su apellido cinematográfico, nuevo guiño del director—, y Ashleigh (Elle Fanning) son una joven
pareja enamorada de universitarios de buena familia que se dispone a pasar un
fin de semana en la ciudad de Nueva York. Ella, ingenua, mitómana y
efervescente, ha de entrevistar al director de cine Roland Pollard (Liev
Schreiber), insatisfecho con su última película; conocerá a su guionista Ted
Davidoff (Jude Law), obsesionado porque su mujer se la pega con su mejor amigo;
y caerá rendida ante el actor latino
Francisco Vega (Diego Luna), una especie de Antonio Banderas. En ese fin
de semana frustrante que no puede compartir con su novia, Gatsby, por su parte,
se reencontrará con una antigua compañera de curso, en la que nunca había
reparado, Shannon (Selena Gómez) para
revivir sus tiempos escolares. En poco más de cuarenta y ocho horas de
encuentros y desencuentros, celos y desengaños, el azar entierra relaciones y
la lluvia hace florecer nuevas.
Días de
lluvia en Nueva York es una película
más de Woody Allen, que se ve con
agrado, como todas las suyas, con diálogos chispeantes, personajes muy jóvenes casi
todos, y divertidos, y varios alter egos del propio director que ya no opta por
aparecer en sus films (Roland Pollard, que opina que su última película es una mierda; el
guionista Ted Davidoff traumatizado por la infidelidad de su mujer y, sobre
todo, el propio protagonista, ese adulto adolescente Gatsby Welles que ama
el asfalto y el monóxido de carbono de la ciudad y por cuya boca nos está
hablando el propio Woody Allen).
Hay algún gag divertido —cómo conoce Gastby a la
espectacular dama de compañía Terry (Kelly
Rohrbach) que intenta pasar por novia en la fiesta de su madre; Ashleigh refugiándose en el balcón de la casa
de Francisco Vega cuando llega sin avisar su mujer Connie (Rebeca Hall), cuya existencia el latin lover ha omitido a su nueva conquista— y alguna secuencia que chirría —la confesión
materna tras echar a la prostituta de lujo de la fiesta, por ejemplo, impostada—. Como telón de fondo de esta comedia sentimental y nostálgica, la
ciudad plató por excelencia, Nueva York, a la que Woody Allen adora, personaje, y a veces protagonista indiscutible,
de muchos de sus films, esta vez bajo esa lluvia que enaltece sentimientos
románticos y fotografiada, de forma extraordinaria, por Vittorio Storaro.
LA NOVELA SOBRE NUEVA YORK, EN DONDE ESTÁN TODAS LAS CIUDADES DEL MUNDO. UN PASEO POR SU HISTORIA, SUS MUSEOS, SUS CALLES EN UN RELATO QUE GIRA SOBRE EL CONCEPTO DE LA VIDA, EL VIAJE Y LA LITERATURA QUE SE FUSIONAN.
"LA MANZANA HELADA" (Bohodón Ediciones, 2018)
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