CINE / DIECISIETE, DE DANIEL SÁNCHEZ ARÉVALO
DIECISIETE
Daniel
Sánchez Arévalo
Amores fraternales en la quinta película de este guionista
de televisión (Farmacia de guardia, Querido maestro y Hospital Central) cineasta (Azul
oscuro, casi negro, Gordos, Primos y La gran familia española), y también escritor (fue finalista del
Premio Planeta en el año 2015 con la novela La
isla de Alice). Diecisiete se
llama la película de Daniel Sánchez
Arévalo (Madrid, 1970) que estuvo en la Sección Oficial del festival de San
Sebastián fuera de competición.
Diecisiete, que
hace referencia a la edad de uno de sus protagonistas, es una road movie a bordo de esa vetusta
caravana en la que se embarcan humanos y cánidos y se dan un tour turístico por
la región de Cantabria, por la que el director madrileño siente apego por sus
orígenes familiares y más desde que rodara La
gran familia española allí. Héctor (Biel
Montoro), muchacho conflictivo que ha cometido varios hurtos y sufre el
síndrome de Asperger, entra en un correccional e inicia en él una terapia con
perros; cuando lo separan del perro del que se encariña, al que bautiza como
Oveja, se escapa; con su hermano mayor Ismael (Nacho Sánchez) intentan
localizar ese perro y, de paso, llevar a su pueblo a su octogenaria abuela Cuca
(Lola Cordón) que quiere ser
enterrada donde reposa su marido. Ese viaje absurdo, que lo hacen en una
autocaravana con camilla medicalizada para la abuela, les sirve a los hermanos
para estrechar lazos.
Argumento descacharrante donde los haya, que salta de casilla
en casilla por todos los tópicos imaginables en su intento de agradar a un
amplio abanico de público y que los espectadores podrán ver en la plataforma
Netflix para la que fue rodada. Le falta chispa al film de Daniel Sánchez Arevalo, si quiere decantarse por la comedia. Eso
sí, hay que reconocer que los diálogos entre los dos hermanos, constantes, algo
verborreicos, funcionan.
"MALA HIERBA", una novela negra profundamente thompsoniana. El asesinato de una adolescente en un pueblo de la América profunda provoca una catarsis violenta. Las relaciones de buena vecindad saltan por los aires.
Comentarios