SOCIEDAD /VÁYANSE USTEDES A LA MIERDA
¡VÁYANSE USTEDES
A LA MIERDA!
Menuda
polvareda se ha armado con ese arranque de sinceridad por parte del
vicepresidente segundo del gobierno de España que, a corazón abierto, sin paños
calientes, ha vertido en una entrevista su opinión sobre una democracia más que
perfectible como es la nuestra. La cultura política de uno de los fundadores de
Podemos no es la de un político al uso, y esa es una de sus señas de identidad,
guste o no, que él mantiene. No ha entrado el vicepresidente por el aro de la
diplomacia (hipocresía) que suele acompañar al político y está acostumbrado a
decir lo que piensa con la boca grande, aunque muchas veces la cague (comparar
a ese Carles Puigdemont palaciego y versallesco en su retiro de Waterloo con
los republicanos que hubieron de exiliarse de la dictadura liberticida) o ponga
en evidencia a sus socios de gobierno que tienen que tragarlo tal como es
aunque alguno habrá que piense como él pero no se atreva a explicitarlo.
Ha
dicho unas cuantas obviedades públicas y notorias que si se preguntaran a pie
de calle hallaríamos una máxima coincidencia. Tenemos un exjefe de estado en
fuga, refugiado en una teocracia islamista, cuya conducta moral, en todos los
sentidos, debiera avergonzar a todo español decente al margen de su ideología política y que no está sentado en este momento en el
banquillo de los acusados por su privilegiada condición de inviolable (Ningún
español, decía en sus memorables discursos navideños, está por encima de la
ley, salvo él). Soportamos un sistema judicial con jueces que dictan sentencias
sencillamente incomprensibles (la absolución de los guardias civiles de
Tarajal, cuya actuación provocó la muerte de 15 emigrantes; no han prosperado
las denuncias contra la brutalidad de las fuerzas de orden público enviadas a
Cataluña por el famoso referéndum del 1 de octubre de la que hay un sinfín de
documentos gráficos; las sentencias a todas luces desproporcionadas, tras un proceso judicial que fue vergonzoso y
escorado desde el principio a la condena, a los acusados del Procés (y soy todo menos
independentista, que conste); las condenas a penas de cárcel a raperos por sus
letras (soeces, incendiarias, de mal gusto, faltonas, ofensivas, sí, pero nadie
te obliga a escucharlas) contradiciendo la libertad de expresión; y un Consejo
General del Poder Judicial completamente bloqueado, anómalo, en tiempo de
descuento, sin legitimidad alguna, porque debería haberse renovado hace dos
años, y que no lo hace por el veto de un partido político interesado en que
siga con esa composición claramente conservadora que le favorece. Ha existido una policía patriótica, pagada
por los ciudadanos y dirigida desde el ministerio del interior, que se ha
dedicado a espiar y confeccionar informes falsos para destruir al adversario
político, entre ellos al propio vicepresidente del gobierno.
Podía
haber hablado mucho más Pablo Iglesias que se quedó corto al no señalar la
infiltración ultraderechista y golpista que sigue habiendo en las fuerzas
armadas (las cartas al Rey de generales y mandos en activo, que no han sido
depurados por la ministra Margarita Robles, por sus claros llamamientos a
alterar el orden constitucional; los chats tabernarios de los militares
retirados que querían fusilar a media España); las evidencias palmarias de
ilegitimidad de un partido político que lleva décadas financiándose
ilegalmente, corrupto hasta el tuétano, y la presunta complicidad de un buen
número de sus dirigentes que han ostentado altos puestos de responsabilidad en
el gobierno de la nación; la ley mordaza, de la que él mismo vicepresidente del
gobierno, que tanto se queja, es responsable de que aún no se haya derogado y
siga vigente. Así es que sí, España es una democracia de facto, pero tienen un
montón de agujeros, demasiados, que habría que empezar a zurcir de forma
urgente.
Es
evidente, a los ojos de cualquier observador, que la democracia española es
perfeccionable, que sigue teniendo déficits muy considerables para homologarla
con otros países de nuestro entorno con mucha más cultura política porque
tienen democracias más consolidadas que la nuestra, mucho más antiguas. Las
palabras de Pablo Iglesias han desatado un vendaval mediático y político, y no
ha tardado ni dos horas en que la caverna del PSOE (Joaquín Leguina, José Luis
Corcuera, Nicolás Redondo hijo), esa vieja guardia rancia y obsoleta que está
más próxima al PP que al partido fundado por el histórico Pablo Iglesias y
representa al pleistoceno de la formación, haya saltado firmando un
manifiesto, con dirigentes del PP, para pedir a Pedro Sánchez, al que
defenestraron entre aplausos en su momento y desautorizaron por todos los
medios, que destituya a su
vicepresidente por exponer con claridad su opinión sobre el sistema democrático
español, por decir una serie de obviedades que todo el mundo sabe y conoce
porque aparecen, un día sí y otro también, en esos mismos medios que ahora se
rasgan las vestiduras porque un vicepresidente del gobierno amplifica lo que
ellos dicen. “¡Váyanse ustedes a la mierda!”, como dijo mi admirado José
Antonio Laboderta.
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