CINE / ALTA COSTURA, DE SYLVIE OHAYON
Cuando el cine francés
se vuelve sentimental roza lo insufrible, supera al estadounidense. En verano,
época de vacas flacas cinematográficamente hablando, nos llega este melodrama que
une a una distinguida, algo xenófoba e hipocondríaca dama parisina llamada
Esther (la veterana Nathalie Baye), a
un paso de la jubilación que solo habla con sus plantas, la encargada de un taller de alta costura de la firma
Dior de la Avenue Montaigne, y a Jade (Lyna
Khoudri), su antónimo, una joven de origen magrebí de los suburbios, ladronzuela
ocasional, que le roba el bolso en el metro y luego, arrepentida de su
fechoría, se lo devuelve. Esther decide entonces darle una oportunidad a la
chica, la contrata en su taller y le enseña el oficio de costurera a pesar de
la reticencia de alguna de sus empleadas, como la perversa Andrée (Claude Perron) que la pincha con las
agujas, y se involucra en su vida personal como alma samaritana seducida por la
frescura de su insolente juventud.
Sylvie Ohayon (París, 1970) le da la vuelta a la visión habitual
que tiene el cine social francés de los suburbios (a Los miserables de Ladj Ly,
sin ir más lejos, me remito), esa banlieue marginal
que, a menudo, es vivero de delincuentes y terroristas islamistas porque los
hijos de segunda generación de los emigrantes no se sienten franceses, pero
aquí sí. En un momento determinado del film Jade y su amiga Souad (Soumaye Bacón) cantan la Marsellesa con
cierto entusiasmo, se sienten muy francesas y felices aunque sus entornos
familiares y su situación económica rocen el desastre.
La joven Jade,
deslumbrada por ese nuevo mundo que conoce, por esa clase social tan apartada
de la suya, se integra en ella y consigue que también lo haga su amiga y
compañera de tropelías y su madre Sephora (Romain Brau), una depresiva que no sale de su cama y se alimenta de
la televisión y comida basura. El cuento de hadas acaba con todos los vecinos
de uno de esos edificios colmena, típicos del extrarradio parisino, iluminado y
sus vecinos, incluida la depresiva madre completamente curada y físicamente
transformada, ovacionando a la
costurera Esther, como si fuera Juana de Arco (falta en la secuencia, inspirada
en la pandemia, el Resistiré del Dúo Dinámico) y a su adoptada Jade que, además,
encuentra novio, Abdel (Adan Bessa),
otro de los empleados del taller, para culminar el final feliz.
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