LITERATURA / FORTUNA, DE HERNÁN DÍAZ
Marx tenía razón:
el dinero es una mercancía fantástica. Una fantasía. Ni lo puedes comer ni te
abriga. Pero representa toda la comida y toda la ropa del mundo. Por eso es una
ficción. Y eso lo convierte en patrón con el que valoramos todas las
mercancías. Las acciones, los valores bursátiles y toda esa porquería no son
más que promesas de un valor futuro. Y Fortuna, de Hernán Díaz, es una
ficción de ficciones.
Novela río sobre
el capitalismo la de este autor nacido en Argentina (Buenos Aires, 1973), criado
en Suecia y que ha pasado la mayor parte de su vida en los Estados Unidos.
Matrioska literaria esta Fortuna, que se alzó con el premio Pulitzer de
ficción en 2023 muy merecidamente, con la que el autor compone una visión
poliédrica de cómo se amasan las grandes fortunas y el vacío moral de los que
las tienen y dedican su existencia a ello. Varios textos, Obligaciones
de Harold Vanner, Mi vida, de Andrew Bevel, Recuerdos de unas
memorias de Ida Partenza y Futuros de Mildred Bevel configuran esa
obra magna sobre el mundo despiadado de los negocios que a ratos recuerda al
lector a Los Buddenbrook, la extraordinaria obra prima de Thomas Mann,
El gran Gatsby de Scott Fitgerald o Ciudadano Kane de Orson
Welles.
Estamos en los
años 20 y en Nueva York. Benjamín Rask, un magnate financiero que ha amasado
una fortuna, y su esposa Helen, hija de unos excéntricos aristócratas, forman
parte de la elite de la megalópolis, pero sobre el matrimonio envidiado se
cierne un círculo de sospechas. En medio de la desolación generalizada entre
los escombros, Rask era el único superviviente. Y más y más poderoso que nunca,
ya que la mayor parte de las pérdidas de los especuladores habían sido
ganancias para él. Ese hecho fundamental es la espoleta de la novela de
Hernán Díaz, el miércoles negro de Wall Street, la debacle económica que marcó
una época: El miércoles 23 de octubre, una avalancha descomunal de órdenes
de venta inundó el recinto de la Bolsa. Nadie sabía de dónde venía aquel alud.
Pero al cerrar Wall Street, solo dos horas más tarde, el mercado había caído
más de veinte puntos. Fortuna destripa el capitalismo americano, su esencia
fundacional, el poder del dinero y lo que conlleva el mundo de las altas
finanzas cuyo afán acumulativo y voracidad no tiene límites, y el papel de la
Bolsa como casino global en donde muchísimos pierden para que unos poquísimos
ganen: La gente se amontonaba en Wall Street y exigía retirar sus depósitos.
Escuadrones de la policía montada cabalgaban calle arriba y calle abajo
intentando mantener el orden público.
Hernan Díaz se
desdobla en cuatro narraciones con sus correspondientes voces, una por cada uno
de los textos que conforman Fortuna, y esa es uno de los
principales atractivos de un libro que atrapa el interés del lector desde la
página primera a pesar de la presunta aridez temática que supone una obra
literaria centrada en el dinero. A
través de ese conjunto de textos corales, el último de ellos un diario, se
dibuja un período fundamental del siglo XX, retratando la visión autista del
capitalismo obsesionado en enriquecerse y no mirar a su alrededor: Uno de
los pocos rasgos que aunaban a todos los miembros de la familia Brevoort, y
aunque fuera por razones distintas, en cada caso, era su desdeñosa falta de
curiosidad hacia los acontecimientos actuales. Un sistema aquejado de una
absoluta falta de empatía: No le hacía falta tocar un solo billete ni
relacionarse con las cosas y la gente a las que su transacción afectaba. Y
esa obsesión por hacer fortuna produce, a su vez, una sensación de esclavitud: Lo
único que hacía era trabajar y dormir, a menudo en el mismo sitio. No falta
una cierta dosis de ternura a la hora de perfilar personajes tan despiadados
hacia los demás como el del magnate Benjamín Rask hacia su infortunada esposa
Helen: Retiró la sábana como si fuera la piel de una fruta delicada. No
había señal alguna de descanso en la cara de Helen. Todo el dolor había quedado
sellado en su interior. Su cuerpo parecía distorsionado. Benjamín dio un paso
atrás intentando corregir mentalmente su postura.
Hay, a lo largo de
la novela, aceradas reflexiones sobre los escritores que se acercan a lo que
dijo en su momento Margaret Atwood comparándolos con las ocas, ellos, y el
fuagrás, las novelas: Le interesaban en particular los autores vivos, aunque
de entrada se negaba a conocerlos, consciente de que la distancia entre la obra
y la persona solo la podía ocupar la decepción. Habla Fortuna del
éxito y del fracaso tan comunes en el mundo de las finanzas y tan evanescentes:
En general, preferimos creer que somos los sujetos activos de nuestras
victorias, pero solo los objetos pasivos de nuestras derrotas.
Y el Thomas Mann de
La montaña mágica, como el de Los Buddenbrook, está muy presente en
Fortuna cuando la esposa ficcionada en una de las novelas que integran
este retablo literario enferma: El sanatorio estaba en un lugar resguardado
rodeado de un entorno exuberantemente boscoso, en un valle sito en mitad de la
ladera de una montaña, ofrecía vistas encantadoras de las praderas y colinas.
El aire fuerte y vigorizante hacía de tónico. Y desde el primer momento ya pude
ver su efecto fortalecedor sobre Mildred. Su cara recuperó el color y sus pasos
ganaron confianza.
La novela de
Harold Vanner, Obligaciones, inspirada en el matrimonio de magnates
financieros, resulta la más ofensiva para Benjamin Rask y su mujer Helen: Después
de largas negociaciones, por fin he sacado de circulación el libro difamatorio
del señor Vanner. Como es una novela, se desestimó mi demanda por libelo y
calumnias.
La visión crítica
de la voracidad capitalista y la deseada reacción se hace explícita en el
relato escrito por Ida Partenza que trabaja en lo que no le gusta — La hija
autodidacta de un anarquista italiano no tenía nada que hacer en inversiones
Bevel— en Recuerdos de unas memorias, la tercera ficción del puzle
literario que es la novela de Hernán Díaz: Por eso había celebrado la Gran
Depresión, convencido de que gracias a ella, las masas explotadas por fin
despertarían a sus verdaderas circunstancias históricas y condiciones
materiales, lo cual precipitaría la revolución. Es en ese texto, el más
ideológico de la novela, en donde se habla del anarquismo tan en voga en ese
periodo —Lo que tienen en común todas las tendencias, ramas y facciones
disidentes del anarquismo, y hay bastantes, es su oposición a todas las formas
de jerarquía y de desigualdad— y de explotación capitalista: Me acuerdo
de mi padre. Siempre decía que todo billete de dólar se había impreso en papel
arrancado de la escritura de venta de un esclavo.
Fortuna resulta didáctica
como relato de la forma de actuar del capitalismo, su práctica para conseguir la
acumulación, que es una de sus esencias: Todos los hombres que ve son
estadísticos y matemáticos, reclutados de universidades de todo el país. Una
reunión de cerebros en toda regla. Estudian registros bursátiles y expedientes
industriales, predicen tendencias futuras a partir de otras pasadas, detectan
patrones de psicología de masas y diseñan modelos para operar de forma más
sistemática. Aquí se evalúan informes, estados de cuenta y planes de futuro de
todas las corporaciones o empresas que están o pueden ponerse en mi radio de
acción. Todas las energías, todo el tiempo del mundo destinado a esa droga
llamada dinero y a reproducirlo exponencialmente. ¿De dónde sale toda esa
riqueza? De la acumulación originaria, del robo fundacional de tierra, medios
de producción y vidas humanas…
Los textos que
conforman la novela de Hernán Díaz se entrelazan, incluso se refutan entre
ellos: La decisión de Bevel de escribir una autobiografía estuvo movida en
gran medida por su deseo de limpiar el nombre de su esposa y demostrar que no
era la reclusa mentalmente enferma de la novela de Vanner. Y la novela de
novelas termina con los diarios de Helen y una teoría sobre la función de
ellos: Hay diarios que se escriben con la esperanza implícita de que se
descubra mucho después de la muerte del autor, como el fósil de una especie
extinta de un solo individuo. Otros son posibles gracias a la convicción de que
cada palabra evanescente solo será leída mientras se está escribiendo. Y otros
se dirigen a la encarnación futura del autor: un testamento para que se abra
durante la propia resurrección. Y la naturaleza de quienes los escriben: Todo
diarista es un monstruo: la mano que escribe y el ojo que lee proceden de
cuerpos distintos. Es esta parte, en la que la protagonista femenina habla
de su propia situación en la clínica en donde está recluida, cuando la novela
se hace más angustiosa y dramática: Enfermera nunca simula alegría. Nunca da
muestras de compasión. Nunca finge saber cómo me siento. Llamar la amiga sería
un insulto a la dignidad de sus cuidados impersonales. Aun así… Ni el
dinero ni el triunfo hacen la felicidad: Primero, mi descubrimiento de que
el mercado se iba a desplomar antes de fin de año. Segundo, el diagnóstico de
mi cáncer según el cual iba a morir poco después. Y el cáncer que la corroe
por dentro, la devora: Me pregunto en qué me convertirán las células que
están mutando dentro de mi cuerpo, si no me matarán antes.
Hernán Díaz
compone una obra polifónica con un virtuosismo literario encomiable que le
permite utilizar diversas técnicas narrativas, imbricando ficción con realidad,
para contar una historia genuinamente norteamericana sobre su dios fundacional:
el dinero. Léase con la música de fondo de Money de Pink Floyd.
LA HISTORIA DE UNA GRAN IMPOSTURA EN EL MUNDO LITERARIO DE LA CIUDAD DE MÚNICH A POCOS MESES DE LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN. UN HOMENAJE A LA LITERATURA ALEMANA EN PARTICULAR Y A LA LITERATURA EN GENERAL. UNA MATRIOSKA LITERARIA EN LA QUE SE ENTRECRUZAN TRES HISTORIAS QUE ACABAN CONFLUYENDO.
Comentarios