SOCIEDAD / ACABAR EL TRABAJO
Es bien sabido que, en el argot mafioso, y ahí está la excelente película de Martin Scorsese El irlandés que nunca me cansaré de recomendar porque está a años luz de Los asesinos de la luna, el sicario, cuando habla con los suyos de sus asesinatos, se refiere a ello como “trabajo”, y lo es ya que lo suyo es apretar el gatillo sin que le tiemble el pulso ni sentir la más mínima empatía con su víctima: es un psicópata. Y cobra por ser efectivo. La frase "acabar el trabajo" se emplea para liquidar a los que aún no se han liquidado por contrato.
Ese eufemismo, lo de “acabar
el trabajo”, lo ha utilizado en el Congreso de los Estados Unidos uno de los más
repugnantes asesinos en serie del momento ante las protestas, en el exterior, de
simpatizantes propalestinos y judíos norteamericanos que sienten al mismo
tiempo vergüenza e indignación por lo que en su nombre está perpetrando en Gaza
ese sujeto execrable que ha viajado de Tel Aviv a Washington sin escalas porque
pesa contra él una orden de detención por parte de la Corte Penal
Internacional.
Netanyahu, puede que el
israelita que más mal está haciendo a su propio país, al que lo único que le
importa es su supervivencia política a cualquier precio y le da igual la suerte de los rehenes a los que
va matando con sus bombardeos indiscriminados, va a Estados Unidos a reclamar el
apoyo que ya tiene de forma incondicional, haga lo que haga, y pedir más
munición para seguir asesinando a la población de Gaza y expulsando con
asentamientos ilegales a los palestinos de Cisjordania a los que también
asesina. Terminar el trabajo. Y a ese presunto delincuente, no tan presunto,
delincuente a secas, lo reciben en Estados Unidos como si fuera un jefe de
estado más y con ese pequeño detalle, esa nota al margen, de una Kamala Harris
ausente que tiene que recuperar los votos de esa juventud indignada por el
apoyo sin fisuras de su país a un genocidio histórico.
Nadie alberga muchas
esperanzas de que, con Kamala Harris de presidenta, si logra desbancar a Donald
Trump en tan breve período de tiempo, vaya a mejorar la situación de Gaza.
Buena parte del votante demócrata, asqueado por la política sionista de Biden,
que pasará a la historia como uno de los presidentes norteamericanos más
inoperantes e irrelevantes, se va a pensar muy en serio su voto a Kamala Harris
o va a ir a las urnas en noviembre con la nariz tapada. El lobby sionista
norteamericano tiene tanta fuerza como el de las armas o el del petróleo y apuesta
a dos bandos, a republicanos y demócratas, y así no se equivoca. El sistema
político norteamericano tiene esa ventaja, que uno ya sabe de antemano a quien
va a beneficiar el presidente electo: se debe a quien le haya donado más fondos para su
campaña. La hipotética elección de la actual vicepresidenta en nada va a
cambiar la suerte de los miles de palestinos que van a seguir siendo asesinados
diariamente ante la indiferencia de eso que llamamos comunidad internacional.
Estados Unidos, ya que no veo a ningún país europeo bombardeando Tel Aviv como
si hizo la OTAN con Belgrado para acabar con las matanzas en Bosnia, tiene la
oportunidad de distanciarse de un asesino de masas, es el único país que puede
apretarle la corbata al cuello y ahogarlo, pero no lo hará y eso puede hacer
perder las elecciones a la esperanza de los demócratas que se verá lastrada por
su apoyo incondicional al estado de Israel. En esa cuestión Kamala y Trump
pueden darse la mano.
Tengo la esperanza de
que, en uno de esos viajes (pero no es muy viajero), el sicario tenga que hacer
una escala técnica en algún país de Europa y le estén esperando a pie de pista agentes
de la interpol para llevarlo esposado al Tribunal Penal de la Haya para que responda
de sus numerosos crímenes de guerra. De vez en cuando suceden esas cosas
(Milosevic se pudre bajo tierra; Malic y Karadzic en prisión a perpetuidad por
conductas genocidas parecidas), así es que soy libre de soñar en que la
justicia humana, ya que no creo en la divina, se encargue de ese siniestro
delincuente en cualquier momento.
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