CINE / BANDA SONORA PARA UN GOLPE DE ESTADO, DE JOHAN GRIMONPREZ
Si hablamos de un
documental redondo, el del belga Johan Grimonprez (Roeselare, 1962), que ajusta
cuentas con la política colonialista de su país en el Congo, roza la perfección,
aunque no se haya alzado, por razones políticas, con el Oscar al mejor
documental por el que estaba seleccionado.
Banda sonora para un
golpe de estado es un alambicado entretejido de música, jazz, y política
criminal, la de Bélgica en el Congo cuando, tras concederle la independencia a
regañadientes en tiempos del rey Balduino y del primer ministro Paul-Henri
Spaak, decidieron sacar de en medio a Patricio Lumumba, uno de los más
carismáticos líderes africanos que acabó siendo asesinado por el títere Moisés
Tshombe que contrato mercenarios sudafricanos para masacrar a sus compatriotas
con el beneplácito de la metrópoli y el visto bueno de la CIA en un conflicto
que habría que incluir en la Guerra Fría que se libraba entre las dos
potencias, Rusia y Estados Unidos. ¿Qué tenía el Congo que pudiera interesar a
las grandes potencias? Enormes yacimientos de uranio para fabricar bombas
atómicas.
Pero la película de Johan
Grimonprez, un documentalista devoto de Alfred Hitchcock y con una amplia
filmografía a sus espaldas, no es solo
un film de denuncia de un crimen político en África, sino que el realizador une
hábilmente el mundo del jazz, solidarizado mayoritariamente con el líder
congoleño, y por la pantalla, e interpretando algunas de sus hits musicales
disfrutamos de la presencia de Louis Armstrong, que fue embajador de buena
voluntad de su país en África y ofreció multitudinarios conciertos en
Leopoldville, Miles Davis, Aretha Franklin, Miriam Makeba, Thelonius Monk,
Dizzy Gillispie, que en un arranque de humor hace campaña para la presidencia
de los Estados Unidos, Nina Simone, Abbey Lincoln, Max Roach y John Coltrane.
En un montaje
sencillamente prodigioso, sin que pierda en ningún instante el ritmo ni el
interés por lo que se cuenta, y con ese festival de buen jazz como banda sonora
de fondo, Johan Grimonprez hace una extraordinaria labor de documentación para
este alegato anticolonialista y antirracista y recoge testimonios del jefe de
la CIA Allen Dules, partidario de asesinar a Lumumba, Fidel Castro que hizo
suya su causa, Nikita Kruschev que clamó una y otra vez en la Asamblea de la
ONU contra el colonialismo, zapato en mano, el líder negro norteamericano Malcolm
X que sería asesinado después, Eisenhower, Dag Hammarskjöld, el secretario
general de la ONU que tuvo un papel muy controvertido en el golpe de estado que
acabó con Lumumba, inserta entrevistas a sanguinarios mercenarios sudafricanos
que intervinieron en las revueltas, discursos de Patricio Lumumba, las
protestas de los negros de Harlem violentamente reprimidas, imágenes actuales
de ese país que no ha tenido un instante de paz desde el día de su hipotética
independencia, e incluye la turbulenta sesión del Consejo de Seguridad de la
ONU en la que Abbey Lincoln y Max Roach, músicos de jazz, se colaron para
gritar asesino al representante de Bélgica.
Una lección de historia,
para pasar en centros educativos por su didactismo y amenidad, que también lo
es de buen cine, y desde luego extraordinariamente musicada por intérpretes de
lujo.
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