CINE / SE NOS MUERE DIANE KEATON
Sospecho que se nos están
muriendo muchos de los nuestros sencillamente porque no soportan este mundo que
se nos ha caído encima como una losa. Robert Redford, Claudina Cardinale y
ahora Diane Keaton que, por edad, no tocaba, casi al mismo tiempo que los de la
academia del Nobel tienen la desfachatez de dárselo a una ultraderechista tan
patriota que le pide a Donald Trump que invada Venezuela y calla ante los
asesinatos aleatorios de venezolanos acusados de traficantes de drogas sin una
mínima prueba. Ante este mundo al revés, sin ley ni orden, en el que gobiernan
los malvados, dan ganas de vomitar o irse.
Hay muchas Diane Keaton,
pero siempre fue ella por tener una personalidad arrolladora. La anterior a
Woody Allen era la esposa discordante de Al Pacino en la familia mafiosa de los
Corleone, una extranjera en esa endogamia italiana incrustada en la sociedad
norteamericana. En las tres películas en las que aparecía Diane Keaton se la
veía siempre incómoda en ese clan de violentos y primitivos gánsteres y nos
preguntábamos cómo se dejó atrapar por Michael Corleone y por qué no se
divorció de él en cuanto se convirtió en el capo supremo.
La chica con aspecto de progre californiana que se manifestaba contra la guerra de Vietnam y enarbolaba el símbolo de la paz, tuvo un papel muy oscuro en una de las mejores películas de Richard Brooks, Buscando a Mr. Goodbar, profesora de niños sordos de día y libertina de noche en busca de placeres extremos con quien se cruzara con ella, Richard Gere, por ejemplo.
Su versatilidad, a pesar
de su aire ligeramente naif, no le impidió participar en una de espías de John
Le Carré, La chica del tambor, a las órdenes de George Roy Hill, una fábula,
ahora insostenible, sobre una actriz partidaria de la causa palestina que
termina confabulándose con el Mossad.
En Rojos, biopic
sobre John Reed, interpreta a la escritora Louise Bryant a las órdenes de
Warren Beatty que se reservó el papel del único norteamericano enterrado en el
Kremlin, y allí también estaban Jack Nicholson y Gene Hackman, dos de los
grandes de Hollywood de secundarios.
Cuando entra cinematográficamente,
y luego personalmente, en la vida de Woody Allen, todos pensamos que el intelectual
neoyorquino hipocondriaco y la californiana progre de andares desgarbados serían
la pareja perfecta. Tras El dormilón, en 1973, se convierte en su musa
en Interiores, Annie Hall, una de las mejores películas de ambos,
Manhattan, la película de amor al barrio neoyorquino en donde se las tuvo
que ver con Meryl Streep, y en la comedia negra Misterioso asesinato en
Manhattan con un divertido Alan Alda.
Finiquitada su relación sentimental
con Woody Allen, al mismo tiempo que la profesional con él, Diane Keaton se
convierte en la reina de la comedia americana, participa en las dos secuelas de
El padre de la novia con Steve Martin, se lo pasa en grande con el histriónico
Jack Nicholson aquejado de lolitismo en Cuando menos te lo esperas, con
Goldie Hawn y Bette Midler funda El club de las primeras esposas,
interpreta junto a Michael Douglas la comedia Así nos va y participa en un sinfín de películas
tontorronas alimenticias que se podían ver porque estaba ella. Sus últimas, y
olvidables, dos películas datan de 2024: Campamento de verano y Siempre
jóvenes, una tontada que recuperó a la actriz infantil Hayley Mills.
Diane Keaton, ni en sus
peores momentos, cuando por edad la despiadada industria cinematográfica norteamericana
te va apartando paulatinamente, perdió ese encanto especial que la hacía
aparecer como icono de la progresía intelectual norteamericana. Para mí siempre
será Annie Hall.
TODO LO QUE QUIERE SABER SOBRE EL AMOR, EL DESAMOR, EL SEXO, LOS CELOS, EL PLATONISMO, LAS INFIDELIDADES Y LAS FANTASIAS AMOROSAS Y NO SE ATREVÍA PREGUNTARSELO EN ESTA RECOPILACIÓN DE RELATOS TIERNOS, LIBERTINOS, HUMORÍSTICOS, ROMÁNTICOS Y DRAMÁTICOS.
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