SOCIEDAD
NO VOY A HABLAR
DE VENEZUELA
Pero sí voy a hablar de China, por
ejemplo, país ejemplar en materia de derechos humanos, en donde no hay libertad
de expresión, asociación, reunión, ni nada que se le parezca; en donde
poblaciones enteras son obligadas a migrar en cumplimiento de los planes estatales
de reubicaciones masivas; no hay ninguna regulación para preservar una
atmósfera salubre (la contaminación causa miles de muertes al año en el país
asiático); se practica la tortura a los detenidos y se siguen condenando a
miles de ciudadanos (tantos como en el resto de todo el mundo) que son
ejecutados inmediatamente (antes existía la práctica ejemplar de que los
familiares de los reos pagaran la bala y después los cuerpos de los ejecutados
eran despiezados y vendidos para trasplantes o para siniestras exposiciones
artísticas que dan la vuelta al mundo) después del juicio condenatorio sin posibilidad
de apelación de la sentencia. Pues bien, con ese país tan respetuoso con los
derechos humanos mantiene el nuestro relaciones políticas y económicas
excelentes, con exportaciones por valor de más de tres millones de dólares en
2014 e importaciones por valor de casi trece millones.
No voy a hablar de Venezuela, pero sí
voy a hablar de México, país que registra desde hace muchos años una corrupción
endémica, el derecho a la vida es una entelequia a juzgar por los cien
asesinatos al día que se producen al día (55.325 desde que asumió el poder Enrique Peña Nieto), miles de personas
han desaparecido (22.000 en los últimos seis años), una parte importante de las
fuerzas policiales están implicadas en delitos gravísimos de extorsión,
secuestro, asesinato o connivencia con bandas de narcotraficantes, no se
garantiza la integridad de los reclusos en sus hacinadas cárceles, etc. etc. Y
parecidas cosas podrían decirse de países limítrofes como Guatemala y Honduras,
devastados por la violencia de las maras.
No voy a hablar de Venezuela pero sí
voy a hablar de Arabia Saudita, un país tan avanzado en el respeto de los
derechos humanos que se rige por la sharia,
difunde urbi et orbi el nefasto salafismo, decapita por espada a reos
condenados a muerte sin garantías jurídicas, aplica la pena de latigazos por
blasfemia, condena a las mujeres a prisión por adulterio (en Irán se lapida a
homosexuales y adúlteras), las mujeres tienen sus derechos restringidos, etc., país
con el que el nuestro ha firmado un sustancioso contrato para construir el AVE
a la Meca que reportará millones de dólares de beneficios. O Qatar, sin salir
de la órbita de los países del Golfo, que explota a su población emigrante que
trabaja en condiciones de semiesclavitud y patrocina alguno de nuestros más
punteros clubs de fútbol mientras financia, según palabras del ministro de
Cooperación y Desarrollo alemán Gerd
Müller, a los asesinos sanguinarios del Estados Islámico.
No
voy a hablar de Venezuela, pero sí de Estados Unidos que, a pesar de sus buenos
datos económicos en los que el paro roza sólo el 5%, el 15% de su población, 45
millones de seres humanos, viven en el umbral de la pobreza, ha legitimado la
tortura, puesto que no ha castigado a los políticos que la utilizaron (Bush, Cheney, Rumsfield) en
las cárceles secretas y públicas de la CIA, mantiene ese limbo jurídico en
donde no hay derechos humanos que es Guantánamo, no ha juzgado a los
responsables que destruyeron un país, Irak, por bastardos intereses económicos,
en contra de toda legalidad internacional y sobre burdas mentiras, mantiene
unas relaciones comerciales y diplomáticas magníficas con el siniestro régimen
de Teodoro Obiang de Guinea
Ecuatorial, entre otros (no digamos con China), sigue manteniendo el castigo
bárbaro y medieval de la pena de muerte en muchos de sus estados y no castiga
la brutalidad policial que se emplea, casi siempre, contra la población negra,
y a hechos recientes me remito.
Pero
sí voy a hablar de Venezuela, del viraje de Nicolás Maduro, que no es Hugo
Chávez aunque habla igual que él, hacia fórmulas dictatoriales a pesar de
haber ganado democráticamente el poder; de la represión de su población con docenas
de muertos en las manifestaciones; de detenciones arbitrarias y sin juicio; de
su estado de violencia endémica en las calles que arrastra de mucho antes de
que se pusiera en marcha la revolución bolivariana; del estado de desabastecimiento
general por su desastroso manejo de la economía.
Pero
no hablemos sólo de Venezuela, que se está haciendo, sobre todo, por espurios
cálculos electoralistas que todos conocemos.
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