CINE / TREN A BUSAN, DE YEON SANG-HO
TREN A BUSAN
Yeon Sang-ho
Rasgos de comedia
involuntaria en este apocalipsis zombi que bebe del manga. El coreano Yeon Sang-ho ofrece un buen recital de
sangre, no tanto de vísceras, a costa de su film de zombis Tren a Busan en el marco de un claustrofóbico convoy. El realizador
de La ventana, El rey de los cerdos, Fake
y Estacion Seul, que fue
galardonado en el último festival de cine fantástico de Sitges con el premio al
mejor director, deja la animación pasa dirigir este thriller de terror con
imagen real y ecos de toda la amplísima filmografía subgenérica precedente.
Puestos a encontrar
una referencia a este desmadre terrorífico, yo me inclinaría por la excelente 48 horas después del canario Juan Carlos Fresnadillo, porque los
zombis del coreano parecen más rabiosos que cualquier otra cosa. Se ha dicho
que el cine de zombis es la expresión cinematográfica de esta crisis social, y Yeon Sang-ho no rehúye lo social en su
film: el mayor villano, que es de los pocos pasajeros del tren que sobrevive
hasta el final, es un financiero; los héroes que se sacrifican por los demás
son un vagabundo y un tipo tan fornido como solidario (Ma Dong Seok) cuya mujer embarazada (Ahn So-Hee) es una de las resistentes y parece una corredora
olímpica a la hora de alcanzar y subirse a un tren en marcha; el padre de la
niña protagonista (Kim Soo-an),
es un brooker (el galán Yoo Gong)
sin escrúpulos y padre descuidado que se redime salvando el pellejo de su hija
y de otros pasajeros.
La película de Yeon Sang-ho dibuja bien esos dos
bandos, el de los solidarios, que se preocupa del prójimo, y el de los
insolidarios, la mayor parte de los viajeros de ese tren, que lo único que
busca es salvar su pellejo aunque sea a costa del de los demás. Todo muy
maniqueo. Los zombis de Tren a Busan, machacados
con bates de béisbol y ciegos (pero con un oído muy fino) se multiplican
exponencialmente a mordiscos hasta el punto que en ese tren se cuentan con los
dedos de una mano los que no han sido infectados y, en una de las escenas más
brillantes, casi consiguen frenar esa máquina desesperada que intenta abrirse
paso en el caos, colgándose de los estribos y dejándose arrastrar por las vías
como un enjambre de avispas furiosas. Pero los zombis, a fin de cuentas, no
tienen más elección que esa, y no asustan gran cosa al personal.
Como todo film coreano
que se precie no puede faltar, entre tanto derroche hemoglobínico, lo naif y
sensiblero, con subrayados musicales y raudales de lágrimas, pero uno lo
descuenta y la verdad es que es una película que entretiene aunque se sienta
nostalgia por La noche de los muertos
vivientes de George A. Romero,
clásico entre los clásicos.
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